Se
enfrascaron en una discusión absurda, Cecilia decía que la mejor canción para
la lluvia era Have you ever seen the rain de los Clearance y
Ricardo no podía decidirse entre Purple Rain de Prince o The Rain
song de Led Zeppelin.
Que
la letra, que la música, la emoción, la atmósfera.
En
algún momento Ricardo recordó El Lamento de Dido, lo había visto al pasar en YouTube
y se sintió impactado, no era para nada aficionado ni proclive a la ópera, pero
esa interpretación lo llevó a pensar en la belleza.
-
Por eso te digo, ese verso “¿has visto llover en un día soleado?” ¿no te parece
una expresión bella?
-
Sí, sin duda, pero también lo son el riff de la guitarra de Prince y el
paseo de Led Zeppelin por diversas emociones. La letra no importa ahí.
Se
hizo tarde y la mesera les trajo la cuenta del café y el sándwich pedidos como
excusa para poder estar sentados en algún lugar. Eran conversadores de poco
presupuesto.
Esta
vez Cecilia debía pagar. Disfrutaba mucho de las conversaciones con Ricardo,
todas sobre cosas inútiles, casi a propósito evitaban temas problemáticos, como
la desorientación permanente de ella respecto de casi todo en la vida y la
tendencia de Ricardo a construir certezas sobre bases discutibles. Coincidían
que las cosas inútiles contenían un valor en sí mismas, no en su funcionalidad.
A Cecilia le gustaba el Art Nouveau por el uso de curvas innecesarias, por los
vitrales coloridos y su combinación con fierro fundido. A Ricardo le gustaban
los jardines zen por la limpieza de líneas y la suavidad que transmitían. Ni
ella tenía vitrales ni él espacio para ninguna clase de jardín.
Cecilia
se fue a su departamento escuchando una versión extendida de Purple rain,
debía reconocer que era hipnótica, pero no lo admitiría frente a Ricardo. Era
parte del juego ubicarse en esquinas contrarias, aunque las más de las veces se
trataba más bien de matices diferentes en un continuo de lo mismo. Además, si
le decía a Ricardo que también pensaba que la canción era tremenda, él podía
pensar que la influenciaba y no, nada que ver.
Ricardo
se fue a caminar un rato por Monjitas hasta llegar al Parque Forestal, como era
martes, no estaba plagado de puestos con vendedores o de ruidosos personajes
que habían deteriorado lo que él buscaba ahí los fines de semana, una ilusión
de paisaje natural. Un pedazo de sur limitado y tosco. Hubiera invitado a
Cecilia a su paseo, pero no se atrevió. Ella se pasaría rollos que no eran. La
conocía de sobra, además estaba nublado y era agradable caminar con una brisa
helada como acompañante y los audífonos por supuesto. Se los había regalado
Cecilia, eran buenos, no como los que se compraba él que con suerte duraban un
par de meses.
Cuando
llegó a su departamento, Cecilia puso música y se hizo una taza de té. Ricardo
le había regalado un tazón de colores que le encantaban, solo lo usaba cuando
se sentía bien. Lo mismo que un prendedor antiguo precioso. Tenía tanto miedo
de quebrarlo o perderlo que casi no se atrevía a usarlo, era solo para
ocasiones especiales. Sentada en el sofá con su tazón en la mano, se acordó de
cuando él se lo entregó.
-
Mira, encontré esto en unos cachureos del persa. No es gran cosa, no te hagas
ilusiones, miré los colores y esas formas y entonces me acordé de que a ti te
gustan esas cosas y …
-
¡Es espectacular!, ¡me encanta! ¿sabes qué simbolizan las libélulas?
Cecilia
iba a abrazarlo y Ricardo retrocedió, levantó el mentón y miró hacia el lado, entonces
ella agradeció y dijo que lo compensaría.
-
No es necesario, lo vi y listo. Y no, no sé qué significado tienen las
libélulas.
Sí,
era necesario, no se iba a quedar con una sensación de deuda con él, por eso le
había regalado unos audífonos muy buenos, hasta con garantía. Había mirado muchas otras cosas para
regalarle, se decía a sí misma que era cariñosa con la gente, que solía pensar
en esto le gustaría a tal, esto otro a X y así. No tenía nada de raro que
también pensara qué cosas podría regalar a Ricardo ¿cierto?
Cuando
la vio llegar con una caja, sabía que era la retribución por el regalo, pero no
pensó recibir esos audífonos, siempre los miraba, pero se arrepentía de
comprarlos por el precio. Aunque si lo pensaba un rato, el regalo impulsivo
para Cecilia le había costado más y no lo había pensado un segundo. No podía
quedarse dormido la noche anterior a entregárselo, a las tres a.m. iba a
mandarle un mensaje por WhatsApp y luego se arrepintió, le iba a generar
expectativas que no estaban dentro de la definición de la relación, así es que
se aguantó.
-
Gracias, te pasaste
Fue
todo lo que dijo a Cecilia por los audífonos. Ella lo conocía y sabía que esa
sería su reacción. No era dado a las palabras demás. Por otra parte, no es que
el regalo fuera otra cosa que un pago.
En
un momento se dio cuenta de que siguió caminando por Monjitas y llegó a la
pastelería Quequería Su Señoría. Ahí vendían un kuchen de manzana que le
encantaba a Cecilia. Se quedó parado frente a la entrada y su expresión era
como si recién hubiera descubierto algo, hacía tiempo que solo pensaba en
Cecilia, cuando paseaba y quería comentarle algo, cuando hojeaba libros y
quería compartir con ella alguna frase, cuando miraba temas misceláneos en la
web y trataba de recordarlos para hablarlos con ella cuando la viera.
Hizo
acopio del escaso valor que tenía y le escribió.
-
¿Qué haces?
-
Tomo un té, mira.
Venía
una foto del tazón.
-
Espérame que te llevo kuchen de manzana.
Cecilia
no entendía por qué estaba tan contenta, pero se arriesgó y usó el prendedor en
su sweater negro.
Ricardo
iba a escribir que sí, que sabía qué simbolizaban las libélulas, le
recordaban a ella y por eso las buscaba. Se lo diría más tarde.
Creedance Water revival, Have
you ever seen the rain
Prince, Purple Rain
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