Foto de Ксения Юрова: https://www.pexels.com/es-es/foto/gente-mujer-bailando-bailarines-11254977/
El
profe dice que la cara también baila y Lalita se acuerda entonces de sonreír.
Al principio no podía, parecía que estaba estudiando matemáticas con esa expresión de concentrada y
con el ceño fruncido. Después de varios meses es capaz de hacerlo casi sin perder
el paso, no siempre al menos.
Las
más jóvenes aprenden con facilidad las secuencias y parecen dominar mejor algunos
segmentos del cuerpo que a Lalita se le escapan del control, se resisten, no se
mueven no más. No por ahora. El cuerpo es más sabio que una pensaba Delia y,
aunque a veces era difícil levantarse, se había prometido cumplir con un
compromiso hecho consigo misma. El día se arregla con música, movimiento y
buena compañía. No había faltado más que por razones muy justificadas. Si no
iba, el día se desenvolvía lento y monótono, el cuerpo le reclamaba.
− ¡Levante
la cara, baje los hombros!
Clara
era feliz bailando y se le notaba. No podía evitar sonreír y la gracia natural
le salía como luz del cuerpo según la bruja Amelia que decía que veía el aura.
A Oriana le brotaba la gracia cuando se imaginaba que Darío la estaba mirando,
igual que cuando bailaba en la cocina o barriendo las hojas del jardín. Se reía
sola cuando pensaba que le hubiera gustado bailar con él y mostrarle que ahora
era diferente, pero ya no estaba para verla. A veces se imaginaba que la iba a
ir a ver y la invitaría a bailar, por tontear, por fantasear leseras no más.
− ¡Las
manos con actitud, complete el movimiento, use el espejo!
Nadia
no se miraba, se ocultaba detrás de otras para no verse, alguna vez le gustó
mirarse, ahora le era difícil, en eso coincidía con las más jóvenes: no se
critica el cuerpo de nadie excepto el propio. Su desafío era soportar una
canción entera mirándose. Podría ser el merengue de Turizo, la coreografía que mejor
le salía.
La
mayoría llegó porque era necesario hacer algo de actividad física, moverse,
salir del sedentarismo y el letargo. Las que se quedaron fueron las niñas, las
que querían seguir jugando cómplices en un mundo propio, sin complicaciones ni otra
pretensión que disfrutar de la música con todos los sentidos. El profe también
se divierte jugando con ellas y sus ilusiones de bailarinas, alienta los
avances y corrige porque los juegos son de lo más serio que ocurre en la vida.
Dile
a la mañana que mi sueño se acerca, que lo que se espera con paciencia se
logra. De esa canción se acordaba Sussy cuando se equivocaba
de paso y partía para el lado contrario[1].
A
veces se puede ver colores entre las bailarinas: la coordinación es calipso,
las sonrisas son fucsias, la actitud es naranja, los deseos de seguir son verde
menta y cuando aprenden una nueva canción el lila se apodera de todo el salón. En
los momentos en que se han superado los motivos particulares para bailar y ya
los pasos aprendidos son amigos, hay luces y colores intermitentes por el solo
gusto de estar ahí.
Pa' bailar contigo (pa' bailar),
Se me alegra la nota
Quiero cantar contigo (quiero)