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viernes, 6 de diciembre de 2024

La reina y la colmena

 

Foto de Engin Akyurt: https://www.pexels.com

Hasta la abeja reina está encadenada a la colmena, su poder reside precisamente en quedarse en la colmena. No podía recordar dónde había leído o escuchado o visto esa idea tan ilustrativa y vieja como el lenguaje. Después de leer, de nuevo, libros del siglo XIX es posible ver en una misma la influencia de esas ideas tan antiguas y casi inscritas en el ADN en la lógica de análisis y las conductas concomitantes. A los ojos de una niña, lo escrito en libros es la verdad revelada. Así debían ser las cosas, el orden social, el concepto de belleza, la ética y la definición de felicidad, muchas veces tan elusiva para los personajes femeninos románticos y exigidos en una rigurosa ética religiosa y social. Recordaba esos veranos de vacaciones eternas metida en lecturas extrañas: La Historia Sagrada con la descripción del paganismo, sacrificios humanos y la idea de dioses egoístas e insaciables. Leía y releía con terror esos cuentos de sacrificios de niños metidos dentro de un gigante de madera que una vez relleno, cual peluche, eran quemados para evitar o aplacar la ira de dios. A ese dios había que adorar y por ningún motivo cuestionar. Estaba por ahí también la Historia de América Precolombina: más sacrificios de niños y jóvenes para obtener una buena cosecha o para que lloviera o dejara de llover o para agradecer. Sacrificios multipropósito para dioses malvados o al menos incomprensibles. Para colmo había también algunos libros escolares viejos con historia de algunos emperadores romanos. Cómo olvidar a Tiberio que lanzaba niños hacia un acantilado luego de abusar de ellos. Igual que Charles Chaplin con las niñas de trece y catorce años que le llevaban sus madres para que, en privado, probara su talento y así, si pasaban la prueba, convertirlas en estrellas de cine. Eso era un sacrificio menor por supuesto. Y claro también estaban los libros románticos de las hermanas Brontë: Jane Eyre y Cumbres Borrascosas. Jane Eyre correctísima, autoexigente, trabajadora, inteligente, poco agraciada, independiente, racional y Catalina Earnshaw, bella, rebelde, contradictoria, impulsiva, utilitaria y adaptada; enamorada de un tipo misterioso, desconsiderado hasta la crueldad, galán malvado y depresivo. Y las enciclopedias con fotos de paisajes que parecían de otro planeta: los campos de arroz en China, el desierto del Sahara, la sabana africana y los animales salvajes. Y las pirámides egipcias por supuesto, infaltable destino de la imaginación de niños de todas partes.

Palabras, paisajes y moldes sociales, a veces parecidos y otras demasiado contrastantes con la vida cotidiana propia y de los más cercanos. Es un buen ejercicio leer de nuevo textos que tuvieron una impronta tan marcada en la identidad personal. Se miran con distancia y benevolencia, igual que como se miran fotos antiguas y el momento que rodeó aquel clic. De cierta forma, así como la música opera como una banda sonora para distintos momentos de la vida, es posible que los textos también moldeen de una forma particular las experiencias y su interpretación. La música y las palabras como espejos de las sensaciones que una cree tan personales y que sin duda son comunes a muchas personas.

Se recuerda la postura al leer un libro, el lugar escogido, las asociaciones generadas, el momento de la vida, en algunos casos, más que la historia misma, los trozos de páginas en que el texto comenzó a formar parte del propio discurso.

Aun así, si bien los textos amplían las visiones de un mundo o de diferentes mundos, una pertenece a una colmena, a un número determinado de posibilidades. ¿Será que se prefieren las palabras que refuerzan la colmena? ¿será que los límites de la colmena obedecen a un discurso interno que hace preferir textos que lo reafirman?

jueves, 12 de septiembre de 2024

Monólogos sucesivos

 

Foto de Edgar Mosqueda Camacho (pexels.com)

Teníamos conversaciones, más bien eso parecía si alguien tomaba una foto a la distancia; ahora que lo analizo, eran más bien monólogos sucesivos. Ella decía algo y luego yo respondía con otra cosa que en algún punto se relacionaba con sus frases. Cuando estábamos en público ella era más hábil para proponer un tema o reírse de algo o de alguien y yo le seguía la corriente. Coincidíamos en algunos comentarios ácidos sobre una que otra persona, aunque debo reconocer que yo no era tan cruel como ella, pero parecía serlo más. Ironías de la apariencia. Un par de antipáticas, eso éramos, sin embargo, parecíamos buenas personas a la luz de una mirada ingenua y bien intencionada y a lo mejor nuestra actitud era bastante normal dentro de todo, además, en la búsqueda de la buena convivencia, a nadie le gusta mucho disentir y buscar contradicciones evidentes. Tampoco es que la crueldad de los comentarios nos llevara a tener una conducta poco civilizada o reñida con la compleja moral social. Palabras, solo palabras dichas al viento, tal como los versos de una antigua canción.

Ni hablar de las posiciones políticas, yo había ido cambiando hacia una posición escéptica. La plata, el poder, el acceso a lo mejor que ofrece el mercado cambia mucho a las personas. Esa convicción se convirtió en un mantra para mí y mientras más leía y aprendía, más me convencía de lo certero de esa afirmación. Ella seguía ilusionándose con el cambio y los slogans políticamente correctos y a mí, la descreída de todo no me daba ninguna gana de argumentar acerca de la maquinaria económica y marketera bajo esos intentos de bondad política que nos haría bien a todos ¡Bazinga! Diría Sheldon.

Ella me decía que mi postura de desconfiada era muy fácil porque me creía superior y, sin abanderarme por nada, siempre iba a tener razón en algún punto porque todos los movimientos fallan en algo. Esa vez me sorprendió y la empecé a respetar más. Después me venía otra idea en la que no calzábamos y volvía al hábito de no continuar ningún argumento por más de tres o cuatro frases seguidas.

De a poco fui cayendo en cuenta que la mala para conversar era yo. Que la más preocupada por conservar buenas relaciones con personas que no me interesaban era yo, de puro miedosa tal vez, y entonces me guardaba mis opiniones, algunas muy arraigadas en principios intransables y con tantos fundamentos como puede tener alguien a los veintitrés años.

Con esas diferencias y todo, seguimos siendo amigas o algo así. Lo malo es que no apreciamos las mismas cosas, que difícil que es eso. Ella tiene pretensiones artísticas o algo así y yo ando apenas con el tiempo y el rol que me ha tocado y que en algún punto elegí. No tengo tiempo de leer ni de pensar o de fijarme si las flores de manzanilla remojadas en la tizana de después de almuerzo se ven bonitas o no. Creo que además de descreída, me puse práctica y buena para resolver cosas, no me voy a hacer problemas por leseras de contradicciones y otras finezas de la cultura o filosofía. A veces salíamos a pasear y ella se volaba con los paisajes o cualquier cosa sin importancia y yo solo asentía. Me decía que era una insensible, incapaz de detenerme ante la belleza ¡uf! ¿Qué es eso? Imposible llegar a algún consenso.

Demasiadas diferencias. A ella, dentro de tanta pose intelectual, le daba por caer en supersticiones y prácticas medievales puestas de nuevo de moda porque es más fácil creer en la magia que en la vida lógica y el necesario aporreo diario. El choque con lo que se quiere y lo que se puede, incluso la aceptación de que las más de las veces las decisiones se toman por tantos factores juntos que no es posible explicárselas ni a una misma. Una cosa son las películas, novelas y la música apropiada para fantasear y otra es el presupuesto, entre tanta otra variable, para dar vida a lo que se puede.

Nos hicimos el propósito de vernos toda la vida, al menos una vez al mes, casi para ser más o menos testigos de la historia de la otra sin interferir ni juzgar. Eso lo mantuvimos. Mientras mayores nos hacíamos, más comprensivas nos fuimos volviendo, además, los mensajes de texto en cualquier plataforma y las redes sociales nos hacían estar al tanto de la vida de la otra y de quienes se volvieron protagonistas de nuestras biografías. La acidez de los comentarios fue desapareciendo. Nunca, para nuestro pesar, fuimos tan malas como hubiésemos querido.

De un tiempo hasta acá se ha vuelto más difícil monologar por turnos, empezamos por el recorrido de los hijos, la familia extensa, el listado de funerales del mes, los conocidos y encima la autocomplacencia nos ha ido acercando. Ahora extraño sus voladuras, la credulidad y la fe que le tenía al destino y sus sorpresas. Nos ganó la paz, la actitud comprensiva y esa sensación de que la historia se repite sin los aprendizajes concomitantes. Ella dice que se puso más parecida a mí y yo digo que ahora entiendo y a veces me quedo en el mundo de la fantasía del que ella solía hablar. Será quizás que al fin aprendimos a conversar, a escuchar. A eso se llamará ser buenas personas supongo, perdonar y perdonarse todo porque quién es una para juzgar y quién sabe las razones que alguien tuvo para esto y lo otro.

Podemos hablar tranquilas, sin tanta contradicción, sin urgencias ni pasión por casi nada. Claro porque a la distancia solo se puede ser racional o algo así. No sé si alcanza para decir que eso es una conversación, pero sí una sensación de apacibilidad que antes desconocíamos. Hasta nos reímos de los dramas que pensamos nunca se iban a acabar y los que no se terminaron, no los mencionamos. Un pacto de silencio que se estableció como debe ser, sin palabras.

A Heart Made of Yarn, Franz Gordon https://youtu.be/o0DBpau5N3c?si=zQi-db-ymDuvubTO

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Conversaciones


 Foto de Cottombro studio

      Me tiene chata mi mamá, parecía que estaba bien, pero creo que no. O sea, estoy segura de que no. La escucho cuando manda audios a las amigas, porque ahora no ve las letras del celular y dice que le sale más rápido hablar,

      Oye sí, y las viejas andan por toda la casa con el celular a todo chancho, uno se entera, aunque no quiera de todas sus leseras.

      Y yo que creía que los adultos hablaban de sus cosas, las aclaraban, igual que en las películas en donde la gente se dice lo que les pasa.

      ¡pfff!, sí, son más pendejos que nosotros: que me llamó, que no me llamó, que me dejó en visto, que no avisó, que me puso un me gusta y con eso terminó la conversación ¿así es tú mamá?

      Sí, y las amigas también. Igual es divertido ¿has escuchado los consejos que se dan? ¡Me da cringe!

      Y cada vez que se ven, gritan y se dicen que están regias para, cinco minutos después, empezar a quejarse de lo que les cuesta bajar de peso y se dan consejos de cosas que vieron en las redes. Pobres, tan preocupadas de su facha y con tan baja autoestima, esa generación sí que era sufrida.

      Mmm, no sé, ahora pensamos lo mismo, pero nos quedamos callados, el Body positive y toda esa mierda es pa los demás, amiga, ¡te pasai quejando de cómo te ves!

      Ya sí, pero a lo mejor es rollo mío, yo cacho que antes era generalizado. Al menos en las mujeres, porque esa cuestión de valorar a alguien por la apariencia es más pesada para las mujeres.

      No sé, hasta mi papá anda quejándose de que ya no está tan joven y que le duele aquí y allá. La polola lo pateó y se puso más achacoso. No es tan viejo, o sea, no sé, pero esa hueá de andar quejándose por la vida no le va a servir para conseguir polola nueva. Eso le digo, pero me manda a la cresta al tiro. Viejo hueón, yo le digo de buena onda no más y me responde mal – ¿cuántas pololas has tenido tú? – y ahí me caga, porque me va igual o peor que a él con las mujeres.

      Jajajajajajaja, sí, la dura. Yo tampoco cacho qué hacer o qué decirle a mi vieja, dice que ella es el sueño del pibe para cualquier weón, de repente se manda unos discursos de vieja empoderá que cualquiera se los creería, pero luego se ríe a carcajadas y no sé si hablaba en serio o no. A veces creo que se trata de convencer a sí misma de que no hay nadie a su altura y empieza a hacer chistes con que la libertad es lo mejor que le ha pasado en la vida y tanta incoherencia junta que no logro entenderla.

      Oye, estos viejos de mierda nos van a cagar la psiquis, a mí ya me cuesta el tema, como que me da miedo sufrir y estar a los veintiuno todo amargado como ellos, así es que ni pienso en que pueda llegar a acercarme a la chica que me gusta.

      Pucha, sí, cada cierto tiempo mi mamá se da cuenta de que transmite mucho con las desilusiones de la vida, que las encuestas de salud dicen que las mujeres son más felices solas y me empieza a contar la de desgracias que han pasado sus amigas por los pasteles que se han conseguido de maridos o pololos y no sé qué cara pongo yo, que luego cambia el discurso y me dice que no le haga caso, que el amor es lo mejor que le puede pasar a las personas, que cuando el amor es bonito, saca a la superficie lo perfecto de cada persona y que ojalá me atreva y me arriesgue. La última vez que empezó con eso, le pedí a la X por WhatsApp que me llamara porque tenía rabia de tanta tontera junta y tampoco me gusta pelear con ella. Me cansa.

      ¡Aaaaagh! Eso es lo peor, tener que escucharlos para que no se sientan solos. Mi papá, cuando está en la fase misógina, dice que las mujeres solo necesitan a los hombres para reproducirse, arreglar la cueva o su equivalente, la casa, y protegerlas de sus miedos atávicos, de la especie, me dijo que significaba eso. Después empieza con que la cultura cambió para peor, que si bien, no necesitan todas que las provean, una vez que las crías están crecidas, quieren divertirse, explorar y ya no quieren escuchar de nada que se relacione con el cuidado. Así es que a uno lo usan como mano de obra y que cuando se aburren lo abandonan. Me da risa el viejo, le digo que se divierta como ellas también entonces y dice, todo cagao, que ya no sabe cómo.

      ¡No te creo! Mi mamá tiene otra teoría, pero ahora que lo pienso tal vez sean complementarias, dice que los hombres se divierten en el período en que las crías estaban chicas, mientras ellas estaban cien por ciento dedicadas al nido y que después de finalizada esa labor ellos se ufanan de la familia, y pronuncia esa palabra con los ojos blancos, y lo justo es que ellas quisieran pasarlo bien después. Calza ¿no?

      ¡Jajajajajaja! No sé si aplica para todos, pero creo que se buscan explicaciones de toda clase, mi papá, otras veces dice que las mujeres son unas manipuladoras, que usan el sexo y las atenciones como moneda de cambio y que mi mamá lo dejó por un tipo que le ofrecía más.

      Oye ¡se pasó! ¿no te da rabia eso?

      Obvio que me da rabia, pasé meses sin hablarle por cómo se refería a mi mamá, pero cacho que hablaba como bestia herida. Mi mamá sigue sola y creo que hasta lo extraña, pero dice que mi papá la humilló y no puede arriesgarse a lo mismo de nuevo. Nunca me ha contado y yo ya no pregunto, ni siquiera para entender, pero cada cierto tiempo me pregunta por él. – Es para tranquilizar su conciencia− comenta mi papá.

      ¡Qué heavy! Esa es la cuestión, una queda al medio, sin poder hacer nada. A veces me da pena mi mamá y me imagino que lo va a pasar mal cuando mi hermana y yo nos vayamos de la casa. En ocasiones creo que de verdad es el sueño del pibe para cualquier viejo que ande por ahí y que por probabilidades va a quedarse sola; en otras creo que se lo merece por neurótica, por mecha corta, por pesada.

      Es injusta esta cuestión, se supone que los padres deben orientarlo a uno y na´ que ver que nosotros andemos aconsejándolos con su vida amorosa. Lo único que quiero es que mi papá se empareje luego pa´ quedarme tranquilo ¡cáchate! Mi mamá me preocupa menos, no sé, actúa como viuda resignada y creo que me convenció su actitud.

      Debiéramos hacer un movimiento social, que los viejos se dejen de huevear, que resuelvan sus cosas como en las películas, que hablen y se apoyen entre ellos y dejen que nos decepcionemos por nosotros mismos.

      ¿Por qué no presentamos a tu mamá con mi papá?

      ¡Nooooooo!

      Jajajajajajaja en un nano segundo reaccioné y también me sumo al ¡nooooooo!


miércoles, 19 de octubre de 2022

Palabras desordenadas acerca de la importancia del orden

 


Hubo un momento en que todo estuvo en su lugar o no había ni todo ni lugar.

¿Hubo un momento en que las cosas, los objetos, estaban donde tenían que estar?  Como si hubiera una correspondencia entre el espacio y una posición de algo, un solo espacio, un lugar para cada utensilio, libro, ropa, cuchuflíes, colegiales, calugones, material de limpieza y tantos elementos inútiles, esos cuyo significado no era intrínseco y por eso mismo conservaba con más aprecio.

Un día ocurrió lo de siempre, las cosas se desplazan, no calzan, se produce una asimetría e irrumpe el desorden. La organización pierde la identidad, chao homeostasis y umbrales de subsistenciaa. La determinación por recuperar la armonía comienza de afuera hacia adentro, sobre todo si ha fallado la estrategia inversa, pero tenga en cuenta que el trabajo es mayúsculo. Es imperioso fijarse y arreglar muchos detalles, deshacerse de algunos suntuarios: grasa, ropa en desuso, ollas viejas, azúcar y harinas. No hay para qué detenerse en explicaciones vanas, por ejemplo cómo se pasa de no tener casi nada a esta verdadera orgía de cosas que se acumulan sin sentido por todas partes. Los closets, cajones, los brazos, el abdomen, el piso, el cuartucho de lavado, el dormitorio de visitas, las mejillas, el cajón de bolsas abarrotado de bolsas, muchas bolsas.

- Tienes que ser tú quien diga lo obvio.

- ¿De nuevo?

- ¿No eres tú quien está ordenando?

- Cierto

- Pero ya no quiero y ahora que lo pienso, ojalá nunca más, ser yo quien tuerza los eventos.

- Tal vez no hablar los haga torcer. Desordenándolos. 

No es necesario perder tiempo en reflexiones inútiles, a veces hay que reiterar, esas ocupan tan poco espacio que resulta aconsejable apilarlas como las cookies del computador y luego borrarlas de un plumazo o un click, como prefiera.

Tal vez lo peor del proceso de encontrar un orden sea la sensación de un vacío, el dolor-vacío de bombones, de estanterías, cajones y bolsas de basura, galletas, dulces y falta de barnices y pintura para renovar muebles y puertas, pero esa sensación no va, por lo general, junto con la disposición a la acción.

De un modo extraño las ideas, como los libros, las blusas y los chocolates encuentran raras formas de categorizarse en el cerebro. Influenciadas quizás por qué ondas magnéticas, a veces se agrupan para escapar y otras para confrontar/se.

So when you remember the ones who have lied
Who said that they cared
But then laughed as you cried
Beautiful darling
Don't think of me

Because all I ever wanted
It's in your eyes, baby

Hasta las canciones y sus versos se ordenan de un modo particular o se desordenan según el ángulo desde dónde se miren. La dieta sigue el mismo patrón, cursilerías y dulces van juntos. Evidente. El abandono de sí mismo va con papas fritas y grasas. Siempre hay pautas, es cuestión de descubrirlas.

¿Y la disciplina con qué va? Con abdominales, con verduras y barridos, cloro y cajones desocupados, cabezas y cuerpos de pescado, algunos de colores como salmón y atún y otros blancuzcos como la merluza. Como guarnición puede servir metas y propósitos que aparecen de forma estacional y ya sabe, la sustentabilidad económica requiere aceptar los ciclos naturales de los alimentos y, por supuesto, velar por las condiciones sanitarias y de concentración, la suya y la del cloro con agua. Las soluciones son problemas complejos, no se trata de un pichintún de esto más lo otro, como dejando libre al azar. Es demasiado peligroso. Las soluciones pueden ser homogéneas, radicales, heterogéneas o imposibles no más. Claro siempre está la posibilidad de esas combinaciones tipo plasma en la que elementos muy extraños forman otro nuevo que no parece ser ni sólido o líquido o nada de lo que usted aprendió en la educación básica. También ocurre que una mezcla no llega a ser una solución. 

Ornato. No es necesaria la exageración, pero tampoco lo es esforzarse por la decoración franciscana o minimalista que, digámoslo, es una falta de riesgo absoluto. Una resignación al vacío, a la falta de cariño hasta por los demás. Una pared blanca, como una cabeza llena de canas, puede ser tan bella como un fresco provenzal, depende de la expresión de los ojos, de la actitud de jovialidad, pero hay paredes blancas inexpresivas, ojos hueros, bocas sin besos ni pliegues que recuerden que alguna vez los hubo.

Adornarse, a veces, es actualizar los protocolos de convivencia social, de contribuir a la armonía de la belleza de las cosas. Las flores silvestres, tienen el don de la belleza incorporado, precisamente porque surgen en lugares inesperados por áridos o escondidos. Allá usted si puede disfrutarlas o no. En todo caso, si las paredes son tan blancas que ni la maleza se asoma, es necesario insistir en llenar de colores el espacio como sea. Con piano o guitarras o sombras y labiales o estantes llenos de libros que algún día habrán de leerse.

Los libros merecen reflexiones aparte. Puede usarlos como soporte para toda clase de objetivos, en especial para apalancar emociones que otros saben mostrar en textos, también para subir la pantalla del computador y elevar, no siempre de nivel, las conversaciones en un mundo raro de imágenes y voces. Esos fines son bien servidos por diccionarios y manuales. Advertencias: los libros pueden desordenar las ideas, cuidado, también los espacios, y tienden a reproducirse solos, como los Gremlins, en las noches, con o sin necesidad de agua o alimento, es todavía peor si la combinación de líquidos y sólido hacen difícil recuperar el balance disciplinado del ascetismo. Es decir, si, por ejemplo, la combinación es la resultante de un vino dulce y chocolates, el resultado puede derivar en una mezcla fatal y entrar en un espiral caótico muy difícil de controlar. Así, los lomos de estos objetos y su apariencia parecen no combinar; los colores, los tamaños, los títulos, las temáticas, los autores pueden ofrecer formas de categorización, pero si usted ha caído en aquel rapto de descontrol se hará evidente en los libros apilados por todas partes, veladores, mesitas, escritorios, estufas en desuso e incluso sobre el piso de cualquier habitación.

¿Es tan literal esa idea de como es adentro es afuera y viceversa? O al lado, al revés, arriba, abajo, alrededor, alrededor como cantaba el querido Archibaldo. Cerca y lejos. Antes y después. Solo lugares, espacios y el tiempo como una referencia musical. Lugares puros. Líneas limpias, arquitectura eficiente. 

El orden es un talento, una virtud. No todos acceden a ese estado de equilibrio y claridad. A veces hay lapsos más o menos prolongados de estabilidad y prístinas decisiones, hasta que un día, un minúsculo mecanismo pierde el eje. Quien sabe, no es tiempo ni espacio, más bien compases, combinaciones de silencio y sonidos.


domingo, 21 de agosto de 2022

Fan de la cobardía

 



Nadie reconoce la cobardía, pero todos la hemos sentido, solo el umbral es diferente. La valentía es para algunos, los que no toleran la ambigüedad, los más impulsivos tal vez, los que hacen malos cálculos, ¿no ve? Es de hábiles sibilinos no enfrentar decisiones difíciles, poner cara de dolor y dejar que otro decida hacer algo. Así, si le va mal, se le puede tildar de conflictivo y se acabó el problema. Ser cobarde es de los hábiles, de los que tienen en cuenta sus necesidades y prioridades. Hay que ser medio huevón para exponerse a perder amigos, el trabajo o la estabilidad interna por explicitar un conflicto y decidir. Mejor que lo diga otro, lo que sea. Además, usted siempre puede aducir que sus batallas son más importantes, que hay que elegirlas bien y no hacerse problemas por leseras. Recuerde que está la posibilidad de redefinir las situaciones, ponerlas en un marco mayor y luego, ex post, verse a sí mismo como una persona sensata que valora la tranquilidad y el buen juicio por sobre todas las cosas. La cobardía puede, por ejemplo, ser sinónimo de sacrificio o generosidad, usted se puede guardar su opinión o seguir soportando una situación incómoda por el bien de otros ¿Acaso no admiramos todos a las madres que hacen todo por sus hijos dejándose a sí mismas en el último lugar de la fila de personas a las que cuida?

La cobardía, piénselo, también es signo de buena educación: no disienta, dé la razón a su interlocutor, ríase de los chistes fomes y de a poco, bien de a poco, será incapaz de poner límites y los demás le considerarán una muy buena persona, alegre, de buena voluntad y con la que puede contar para todo. Si no quiere hacer algo, aduzca enfermedad, falta de tiempo o fallas en la memoria. Si no quiere decir algo, pida a otro que lo haga " es que tú hablas bonito, sabes lo que hay que decir, ¡yo me pongo tan nerviosa!” –. Así ¿ve?, adule un poquito al que se envalentona y esa persona irá alegremente a defenderlo, llevándose los costos de hablar por usted y los demás, sea vivaracho/a, salga limpio/a de todas las situaciones. Recuerde la cobardía es una habilidad, le permitirá flotar sobre los conflictos, casi siempre sin costo. Uno que otro remordimiento de poca monta que se pasa rapidito, con un café o un té bien caliente o una risotada por cualquier motivo. A otra cosa mariposa. Eso es tener un superyó funcional, no necesariamente sano, pero a quién le importa. Que la culpa pase pronto, que la cuenta sea alegre para usted, son mis mejores deseos, ¡bah! Pensé que estaba escribiendo una tarjeta de feliz cumpleaños. Además, piénselo, pocas cosas reditúan más que ir de víctima por la vida, se quejan mucho, hablan mal del resto, un deporte muy entretenido, aceptémoslo, y están muy poco dispuestos a asumir el costo por un cambio.

No se confunda, a veces los cobardes van de bravucones, de intensificadores del conflicto, ¿para qué? para animar a alguien a hacer algo y luego sumarse a la posición dominante resultante de la batalla y mirar con cara de superioridad intelectual a quien se atrevió a explicitar el problema, aquello que flotaba en el ambiente y que los prepotentes que ladran no se atrevieron a poner en palabras.

Prudencia, virtud de los sabios, buen disfraz para timoratos.

Evidentemente, mientras más inteligente es la falta de coraje, la victimización se puede disfrazar de estoicismo, esperanza en que los astros se van a alinear en algún momento, inclusive después de su muerte, que el universo le está preparando una sorpresa, o inclusive la fe en cualquier dios o sus representantes puede resultar una buena forma de racionalizar el camino a la aceptación de las circunstancias vitales. Incluso, algo muy de moda, el agradecimiento por las condiciones de vida y experiencias que le ha correspondido y que le han permitido ser usted es otra forma elegante de decir –no di para más, no me atreví a más.

Creo que hay suficientes argumentos para concluir que la cobardía es una virtud, que aprender a callarse también, total, las cosas siguen su curso como debieran, depende del marco conceptual y el nivel de análisis que se decida usar.


Siouxsie and The Banshees, https://youtu.be/M6rrTROoZIw


sábado, 28 de mayo de 2022

Sino

 


No maté al grillo, lo devolví al jardín. Primero lo lancé lejos con el impulso de los dedos. Luego me lo encontré cerca del pasillo, lo puse en una pala y lo tiré al pasto de donde no debió salir. Estaba paseando por mis sábanas. Qué perdido, pobre, tan desorientado. Era un grillo pequeño, incapaz de emitir su sonido de apareamiento que hacen que las noches calurosas de por aquí sean ruidosas.

Habrá salido a explorar, o una brisa lo levantó de alguna hoja y fue a dar donde no tenía intención de llegar. Si me hubiera encontrado de otro humor, o no hubiera soñado con pupas a punto de abrirse, no para la salida de una mariposa si no para una especie de araña, a lo mejor lo hubiera aplastado sin piedad. Tuvo suerte, me dio pena y lo devolví a su lugar de pertenencia. Tal vez tenía un plan, ser diferente de otros grillos, aventurarse. Quizás quería encontrarme dormida y entrar en mi garganta, explorar qué hay por dentro. Se hubiera ahogado rápido, junto con ahogarme a mí. Mal plan.

O se imaginó que mi cama era una montaña y quiso ver desde lo alto. Mirar hacia atrás y sentirse orgulloso de su recorrido, decidir si continuaba explorando o se devolvía a contarle a los suyos las peripecias que pasó y animarlos a explorar, tal como había hecho él. No es el primer grillo que veo adentro, he visto unos de tamaño superlativo, negros, gritones, saltarines, pero nunca en mi cama. He visto alacranes aquí adentro también, esos me caen bien, parecen peligrosos, pero son tan lentos y a la primera amenaza intentan auto agredirse. Son unos masoquistas después de todo. También los devuelvo al jardín.

Son un poco extraños los bichos y animales pequeños. Una vez una tortuga anduvo más de once días perdida adentro de la casa. Sí, se me arrancan las tortugas, qué duda cabe. Era chica, se salió de su caja y luego fue imposible encontrarla. Cuando ya la dábamos por muerta, apareció, quien sabe cómo, en un escalón de la escalera que va al segundo piso. Solitaria ella, no tuvo a quien decirle de qué se alimentó todo ese tiempo, qué hizo, dónde estuvo. Ahora tiene una vida feliz, supongo, cómo voy a saber ¡es una tortuga! Creció mucho, el acuario, sí, lo más raro es que era una tortuga acuática, le quedó chico. Una vez en un restaurant chino de Enrique Olivares, pregunté si recibirían una tortuga para su ya sobrepoblada pileta decorativa, el dueño se encogió de hombros y me dijo que sí, que la pileta ya parecía casa de acogida de tortugas que llevaban los clientes. Es verdad, la última vez que fui conté unas treinta y ocho. Sí, porque así es una, obsesiva, detallista con información que no sirve para nada.

Recordé otra vez en que mi hermano llevó un pirigüín a la casa en una bolsa. Por más que todos insistimos en que lo botara, lo llevara a la acequia de donde lo había sacado, años después supimos que, una vez más, hizo lo que quiso. En los afanes de ordenar el jardín, mi abuela sacó unas maderas que estaban apiladas en un rincón. De improviso gritó, corrimos a ver y dijo que había visto una rana enorme.

- ¡El pirigüin!

Se acusó solo mi hermano. Pasó horas buscando la rana. Mi abuela decía que daban mala suerte, ni me molesté en preguntar por qué. La respuesta siempre es la misma -Así dicen - . La encontró, no sé cómo lo hizo para meterla en una bolsa. Era grande. Acostumbrados a las exageraciones de la abuela, esperábamos encontrar una cosa chica, de tres centímetros a lo más, pero no, a lo mejor ahora exagero yo, pero lo que recuerdo era una rana horrible de unos diez o más. Esa vez pensé en los monstruos que pueden vivir cerca sin que uno lo sepa. Rastreables como una rana o invisibles como tantos otros.

Y como un pensamiento lleva al siguiente, apareció entonces la imagen de una perrita cachorra, que, de nuevo, mi hermano, sin autorización, llevó a la casa. Todos pusimos el grito en el cielo, nadie quería más perros después de que el último salió corriendo y lo atropellaron. La tristeza fue horrible y tal como en las penas de amor, uno cree que puede proponerse no enamorarse más, nunca más, jamás de los jamases, en esta puta vida. Como era de suponer, vimos esa cachorra blanco y negro que parecía una madeja de lana y no hizo falta nada más. Se quedó con nosotros. La llamamos Pochita, creo que fui yo quien sugirió ese nombre.

Para el terremoto del 85, la Pochita se perdió. No podíamos encontrarla. La buscábamos con esa sensación doble de no querer verla si estaba aplastada por ahí, debajo de las cosas que se cayeron y el deseo de encontrarla viva y literalmente coleando. Primero fui a buscar a mi hermano que estaba en casa de un amigo. Corrí por entre la polvareda que había en la calle, varios muros de adobe estaban en el suelo, así como también nuestra pandereta de cemento que nos dejó cara a cara con el vecino de atrás. Fue tanta su amabilidad, que estando frente a frente, nos dice – se les cayó el muro -. Estuve a punto de decirle – no me diga -, pero me retuve. Fui a buscar a mi hermano, gritaba su nombre y no salía. Di varias vueltas por el frontis de donde había ido, grité más fuerte, todo lo que me daba la garganta, ya apretada con tanto polvo suspendido en el aire. No me di el espacio para pensar en nada. Mi hermano al fin salió, nos fuimos a la casa. Él comenzó a buscar a la Pochita. Pasaron horas, comenzaron las réplicas y, como quien sabe por qué, no tengo miedo a los temblores, yo era la encargada de poner las cosas a resguardo de posibles caídas. – Acuérdate de las velas, trae la linterna, afirma el espejo grande, aprovecha de traer un chal para la abuela y ¡apúrate!

Ya no sé si fue el mismo día o al siguiente que la Pochita apareció tiritando debajo de unas cosas arrumbadas en la pieza del lavado. Qué alivio más inmenso. Si quedaban dudas de nuestro apego con ella, después de ese día, se disiparon por completo.

Entonces el grillo estará entre las hojas, el bambú de los vecinos, o debajo del espino, creciendo, volviéndose más oscuro. Seguro no sabe de dónde salió la nave roja, la pala de la basura, que lo trasportó de una superficie blanca de vuelta a la oscuridad del suelo del jardín. A lo mejor se sintió grande y poderoso por unos instantes y ahora de nuevo, pequeño e insignificante en la humedad de la tierra y las hojas. Volverá a sentirse importante cuando sus patas logren hacer el ruido del apareamiento.

Todo el día estuve acordándome del grillo y su destino.


La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...