miércoles, 13 de abril de 2022

Columbo & Columbo

 


* nov. 2020

- ¡Aaaaah! Usted es de los incrédulos que quisiera no serlo. Es tan tentador creer, por supuesto que caigo a cada rato en esas cosas, de ahí una parte de sus prejuicios conmigo y por esas cosas que usted llama supercherías e irracionalidades baratas. Como estamos aquí, en este lugar tan espectacular, mire alrededor: verde por todos lados, semi sombra, una brisa suave y colores variados, podríamos conversar de esas cosas de las que pocos hablan. Tener un parque casi para nosotros es un privilegio, ¡tantas veces que le dije! Vayamos a un parque, caminemos y usted no quería.

- Eso es lo que me cuesta soportar de usted, ese afán de demostrar que tiene la razón, aunque sea sobre algo tan banal como el lugar más propicio para conversar. A mí me gustan las cafeterías o los bares, son lugares diseñados para ese fin, hay rico olor, ¡no me vaya a decir que no le gusta el olor a café! Aunque a uno no le guste beberlo, el aroma es casi un perfume.

- Le concedo el punto, puedo ser un desastre de persona cuando porfío con algo. Y, sí pues, el café huele mejor de lo que sabe.

- Usted iba a decir algo cuando se desvió del tema

- Cierto, iba a hacer una confesión, a propósito del futuro y, ya lo sé, a usted no le gustan las confesiones, las evita, las pone en una burbuja y las manda lejos de un solo soplido o le gustan, pero no su peso posterior.

- ¡Aggggh! Le cuesta ir al punto a usted ¿ah?

- No sé por qué se extraña, le he dicho cientos de veces que tengo problemas de concentración.

- ¡Ja ja ja ja! Podemos estar así por horas, usted haciendo como que va a decir algo y después alarga y alarga hasta que no se acuerda de qué era a lo que iba.

- Téngame paciencia, ¿por qué tanto apuro? El tiempo es muy escaso para andar tan apurado, la intriga es un ingrediente esencial del interés de una conversación ¿no cree? Está bien, se está impacientando, qué terrible ser así, andar esperando que las cosas sucedan al ritmo que espera y en la misma dirección. Ya, ya. Voy al punto. Era sobre el futuro. Mire, la mayoría de las veces el futuro es predecible, las personas lo son más de lo que parecen, entonces, si aplica lógica, conoce algo de la historia de comportamientos de alguien y tal como hacía Columbo, ese detective de la TV de los setenta que parecía estúpido y exasperante con sus preguntas; usted también podría adivinar el futuro y crear historias o imágenes que, si ya están en el cerebro suyo, es obvio que también lo están en el cerebro de quienes usted intenta adivinar. Ese era el método del personaje, ¿lo recuerda? Esa palabrita tan manoseada, la empatía, es algo más que intentar ponerse en el lugar del otro, es bucear en su interior, hurguetear hasta los últimos rincones acerca cómo toma sus decisiones. Es ser el otro. A fin de cuentas, eso es lo que somos, nuestras decisiones.

- A usted le he escuchado decir muchas veces que no sabe si ha decidido cosas o solo le suceden.

- Oiga, ¿acaso usted no se hace trampas? Yo también. La conciencia pues, a veces es preferible pensar que algo, fuera del control personal, hace que la historia se tuerza en un u otro sentido, pero dejarse llevar, también es una decisión. Quedarse quieto, como Murakami hace con sus personajes, sumiéndolos en un pozo sin tiempo ni luz, con la esperanza de que el afuera vaya hacia algún lado y entonces, cuando ya no se puede más, por hambre o desesperación, salir y subirse sobre la marcha a un tren que ya partió. ¿Se acuerda cuando era parte de la sobrevivencia estudiantil aprender a subir y bajar de la micro en marcha? Era un arte, algo así. Siempre me fijaba en esa escena, parecía un duelo entre el chofer y el o la estudiante.

- y ¿qué tiene que ver con el futuro y las decisiones o dejarse llevar?

- ¡Mucho pues! En las micros se han decidido futuros, recuérdelo. Al menos yo me acuerdo de haberle visto en un paradero, hice lo que pude para que me viera por la ventana del asiento hasta que lo hizo y subió. De no haberlo hecho ¿cree que estaríamos hoy en esta circunstancia? Yo decidí llamarle, usted decidió subir.

- Hay algo de azar en esa escena. Usted iba a esa hora, en ese recorrido, a ese lado de la micro sin saber que me vería.

- Cierto, tampoco se puede controlar todo, dentro del juego de probabilidades, hay espacios para lo posible ¿no le parece?

- Elemental diría Sherlock a Watson. Por lo que le escucho, cuando usted habla del destino, de los universos paralelos, otras dimensiones y las disfraza de ciencia me está cuenteando porque ni siquiera usted cree en eso.

- ¿Y para qué habría de querer inventarle cosas? Tengo plena fe en su inteligencia como para siquiera suponer que alguien y menos yo, podría hacerle creer en algo que usted no quiere aceptar, pero dígame ¿no sería genial que fuera cierto? Que no importa lo que las personas hagan, lo que ha de ser será. ¡Una maravilla! Huya, huya de su destino y este le alcanzará igual, o precisamente, su huida es el destino. A mí me parece una idea muy atractiva porque nos libera a todos de decidir, solo hay que esperar y mientras, uno juega a vivir, aunque sea una vida que no le corresponde.

- ¡Ah, no! Qué voltereta más absurda, no tiene ninguna lógica, pero sí coincidimos en algo, también me gustaría que así fuera, a ratos al menos, breves, eso sí, pero no lo es.

- Por un momento pensé que dejaría un miniespacio para lo que usted llama absurdo. Al menos eso es lo que hago, dejo algo para lo imaginario e incontrastable. ¿Cómo sabe? Puede que sea cierto.

- Puede ser, no se percibe algo si no se cuenta con el concepto para nombrarlo.

- ¿Será eso? ¡Qué plasticidad entonces! He nombrado, he creado. Eso cuentan los mitos, primero el nombre, luego el ser.

- Creo que esta última parte amerita otro paseo por el parque.

- Siempre y cuando no se aburra usted.

- Nadie se aburre de sí mismo ¿o sí?

- Puedo asegurar que sí. Creo que hasta Columbo lograba exasperarse a sí mismo.

- Entonces ¿le parece si cambiamos el parque por un almuerzo en la costa?

- y ¿por qué tan lejos?

- y ¿por qué no? Para usted todo tiene que ser lógico, práctico ¿no? Mire, a mí no me engaña. Usted es más como yo de lo que quiere aceptar, aunque no lo diga, ha debido rendirse a esta extraña forma de evidencia.

- ¿Cuál evidencia?

- ¡Uf! La de las casualidades, las coincidencias, las fantasías comunes, dar vueltas y vueltas alrededor del mismo eje sin ninguna lógica, con una mezcla indiferenciada de miedo y arrojo.

- ¿A eso llama usted evidencia?

- ¡Jajajajajajajaja! No puede resistirlo. Se pone en la vereda del frente queriendo atravesar. Está bien, puede contar con mi respeto y cuidado.

- Ahora soy yo quien ríe ¿cree que necesito que usted, precisamente usted, me cuide? ¿no será al revés?

- Está bien, solo dígame algo ¿aceptará un almuerzo en la costa conmigo?

- Especifique más detalles por favor.

- Responda primero.

- No puedo sin los detalles.

- Usted me desespera.

- Usted a mí también.

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