lunes, 18 de abril de 2022

Columbo & Columbo en la playa (corregido)

 


-       Habíamos quedado en hablar de…lo lamento ya no puedo recordarlo.

-       Lo de nombrar algo y por lo tanto crearlo, darle vida.

-       ¡ah, sí! Las palabras, las palabras, las tramposas palabras.

-       No estoy seguro de querer hablar de cómo se habla, o se nombra o se escribe.

-       Apuesto a que lo agarró la melancolía de nuevo.

-       ¡Qué insolente se vuelve usted! Como si no supiera que la melancolía no se quita, que es una forma de vincularse, se ser, de creer, de no creer más bien.

-       ¿Lo domina el escepticismo hoy? - No, los lunes comienza el alivio.

-       No entiendo nada ¿no era que odiaba los lunes?

-       Sí, un tiempo corto los detesté, pero ahora solo existo a partir de los lunes, pero dejemos eso para después, esta falta de lo humano, la piel, a veces se me hace un poco difícil. Los viernes ya es un poco diferente, un enlentecimiento del tiempo, ese arrastre de las horas, como cuando el mar está flojo y el agua parece quedarse ensimismada sin querer asomarse a la orilla. Los sábados y domingos son la orilla.

-       Bueno, bueno. No sé de qué quiere hablar entonces, si no es de las palabras y tampoco de los lunes ¿para qué me invitó a la playa? ¿no decía que aquí usted se relajaba?

-       ¿Alguien no? Fíjese, casi todos los paisajes que nos gustan a los humanos tienen agua, nieve o verde, mucho azul y verde. Aquí hay azul y agua, agua azul o verde azulada, algo así. También he visto las playas turquesas, algunos piensan que eso se parece al paraíso, nirvana, shangri-la, valhalla y cuanto nombre le han puesto a ese estado de paz interior que se supone todos buscamos.

-       ¿Ah sí? De todos los paraísos que nombró, el más interesante para mí es el vikingo, aunque debe ser agotador ¿no?

-       Jajajajaja, ¿usted me lo pregunta? ¿no le da pudor?

-       No entiendo el punto.

-       No se preocupe, no vinimos aquí a incomodarnos, usted ha respetado mi melancolía yo respeto su comodidad.

-       ¿Puedo preguntar al menos cómo sería su propio paraíso?

-       Creo que he estado en varios, ahora necesitaría uno en donde no tuviera que pasarme la vida ocupado en sobrevivir, algo para mirar por una ventana, para caminar o navegar en algún bote y que alguien me lleve. Nada muy atlético la verdad.

-       ¿Y para qué entrena entonces? ¿por qué insiste en caminar y cansarse?

-       ¡Para poder subirme a un bote! No le tengo fe a mi cuerpo sin movimiento.

-       Está muy errático en sus conceptos hoy. Me atrajo la idea de hablar de algo ¿no puede focalizar un poco más sus ideas? ¿y si intentamos con lo de los nombres y la creación? Me quedé pensando en eso el paseo anterior y me obsesioné un poco con la idea de cómo las palabras moldean las experiencias. Supongo que la poesía es un buen ejemplo ¿no? Palabras en cierto orden, con particular sonido y cadencia pueden llevar a creer que se comparte la descripción ¡y no pues! Puede ser solo el deseo de compartir la descripción.

-       ¿Y cómo sabe usted que la descripción no es la misma, que la emoción no fue compartida?

-       Usted lo ha dicho de otra manera, por las consecuencias de la descripción, por lo que uno hace con lo que experimentó.

-       Sí, he dicho eso, pero porque soy un ingenuo, que me dejo llevar a veces y me pongo tajante. Ahora, insisto, puede ser por la melancolía, al menos dejo la posibilidad de no exigir consecuencia a los demás. Hay muchas cosas que uno ignora ¿No?

-       ¿De la mente de quien describe? Por supuesto. De la complejidad del otro uno solo es capaz de dibujar unas líneas sin sentido.

-       ¿Y cómo es que nuestras conversaciones me parecen tan ordenaditas, tan lógicas?

-       Porque ponemos el tema a tratar de antemano ¿no es así? Y acordamos, sin decirlo, que de ahí no saldremos, además ni usted ni yo preguntamos todo lo que queremos o nos importa y sustituimos esas cuestiones por otras que son más inofensivas. Por ejemplo, usted no me pregunta por qué estoy melancólico, supone por qué lo estoy y si lo explicitara, yo diría que tiene toda la razón.

-       ¡jajajajaja! Un juego eterno

-       Sí, eso creo.

-       Es lo que corresponde a las personas adultas y civilizadas como nosotros.

-       Cierto. ¿No le suena pedante eso?

-       ¿Pensar que somos adultos y civilizados? ¡jajajajaja! Claro que sí y son tantas las veces que nuestra lógica se ve superada por un jardinero o una señora que barre la vereda.

-       Usted es muy raro, pero no lo tome como un halago. Usted agrede y después sonríe, como si se arrepintiera de haber sido un maleducado.

-       Usted también es raro, pero de un modo diferente, hace como que todo está siempre bien y que no se da cuenta, buen disfraz el suyo. A veces quisiera estar en su lugar.

-       Ya lo hacemos, yo me disfrazo de usted y usted de mí, más veces de las que quisiéramos.

-       ¿Le parece si caminamos un rato en silencio y escuchamos las olas?

-       O podemos dormir una siesta como si nada, como si todo. ¿Se acuerda de quién escribió eso? – yo tampoco.

 

Eleni Karaindrou, By the sea

https://www.youtube.com/watch?v=0pjJLwiB0Nk&ab_channel=mmguvenen

 

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