jueves, 31 de marzo de 2022

Raros


Podía decir que durante la noche anterior el insomnio fue interrumpido por breves sueños incomprensibles o al menos muy difíciles de traducir en palabras. Que bien que el trabajo comenzaba en la tarde este día.

No lograba creer cómo era posible que algunos escritores dieran con tal puntería justo en el clavo de las que habían sido, o eran aún, sus cavilaciones más repetitivas, tanto, que se cansaba de pensar en ellas.

Lo mejor de su trabajo era la posibilidad de leer. Tenía metas de ventas que lograr en la librería y, aun así, en incontables situaciones, odiaba aquel momento en que un cliente se paraba frente a ella y esperaba que apartara la vista del libro para poder recibir atención. Había aprendido a tomar aire, levantar la vista con suavidad, sonreír y parecer bien dispuesta a orientar la compra. Así, la breve espera no trababa las emociones que se requieren para la búsqueda de un libro.

Era la que vendía más. Jamás decía – No, ese libro está agotado -, si alguien preguntaba por un título que sabía no estaba en stock, comenzaba a hablar del autor, de su historia, de los temas que lo caracterizaban e iba mostrando un título tras otro. En un gesto estudiado, enfatizaba alguno de ellos alabando la historia, el título y lo mucho que aportaba a lo que fuera que estuviera en mente del comprador. A esas alturas el cliente ya se había interesado por otro libro y había olvidado el que venía a buscar. Notaba de inmediato cuando se trataba de alguien inexperto, se sentían inseguros en una librería y tendían a quedarse en el mostrador de los best seller o los libros que habían sido citados por algún diario el día domingo. Por lo general, buscaban un título por encargo o para un regalo. En esos casos pedía que le describieran un poco la personalidad de quien lo recibiría, a qué se dedicaba, qué tipo de música escuchaba. No pocas veces algunos compradores volvían para agradecer sus recomendaciones. Salían con más libros comprados, obvio. En ocasiones los otros vendedores no tenían a nadie para atender y Begoña tenía a por lo menos tres esperando. Cuando sus compañeros la miraban con la cara larga, se encogía de hombros. Ya no les decía que leyeran más. La respuesta era siempre la misma – Tenemos vida.

Estaba consciente de que era y parecía una mujer solitaria, solo acompañada por pilas de libros. No se refería a otra cosa que a lecturas y películas. Parecía un compendio de información que de práctica no tenía nada.

Era cierto que Begoña vivía en las nubes. Imaginando, soñando. Inventándose historias. Era la hija única de un matrimonio de profesores. Desde niña la llenaron de libros. Construyeron para ella un universo dentro de su casa. Sus padres querían protegerla del mundo. Su padre estaba convencido de que era limitada, a lo más y con generosidad en la apreciación, normal. Su madre pensaba que había esperanza si lograba alguna vez ser práctica y dejaba de preguntarse cosas raras.

 

II

Hacía un par de años, había conocido a Danilo. Lo había confundido con alguien que frecuentaba la librería para solo para mirar y comenzó a hablarle en el metro. Danilo le siguió la corriente, Begoña le hablaba con tanta familiaridad que le pareció que el confundido era él y tal vez sí la conocía. Ella llevaba un libro en la mano, él lo había leído hacía poco. No tardaron en comenzar a comentarlo y a decir por qué resultaba tan impactante. Danilo sintió la conexión. Begoña la atribuyó a la magia del libro. Cuando la casualidad los puso en el mismo vagón por tercera vez y habiéndose dado cuenta de que no se conocían de antes, intercambiaron teléfonos. No pasó mucho tiempo para que sintieran que tenían mucho que decirse. Begoña era enamoradiza, buscaba sentir algo parecido a lo que sentía Catalina Earnshaw por Heathcliff en Cumbres Borrascosas. Asumía que la suya era una fantasía muy pop. Tal como las adolescentes habían querido ser Bella para Edward en Crepúsculo cuando estuvieron de moda las películas de vampiros. Quería decir en algún momento que tuvo un amor, ese por el que se pierde la temporalidad, ese por el que se sintió niña y vieja. Aquel que se ubica en la calma del centro del huracán mientras todo da vueltas alrededor. Danilo no fantaseaba, se dejaba llevar. La vida traía siempre cosas buenas, se decía.

Begoña se imaginaba rodeada de un viento frío y potente junto a Danilo en la cumbre de alguna montaña. El pelo crespo de él se desordenaría aún más y el de ella, liso y largo flotaría en todas direcciones. Estarían abrazados sintiendo que allá arriba eran intocables.

  

III

Danilo.

Danilo se consideraba un tipo normal como todos los raros. Se sintió sorprendido y abrumado por la intensa Begoña, ella le hablaba de cosas que no lograba entender. Al principio sí, porque ¿hay que explicarlo? Entre tanta feromona, gustos en común y ese efecto cuasi alucinógeno del deseo, pasó por alto una serie de señales de peligro, iguales a esas luces amarillas que advierten del final del camino y la cercanía del abismo.

Bonita la Begoñita, decía su madre. – Mareadora como frutilla de borgoña – afirmaba su padre. Begoña, borgoña, Begoñita la bonita. Danilo se repetía esas palabras como si fuesen una ronda infantil y cuando caminaban por las calles canturreaba tratando de buscar una melodía que calzara.

Danilo, el eterno estudiante, ahora cursaba un post doctorado en filosofía en la universidad católica y si bien tenía los recursos para vivir solo, le alcanzaba para una caja a la que llaman estudio y sin los cuidados de sus padres. La opción obvia era seguir siendo un adolescente eterno, convencido, tal como decía O. Wilde, de que algún día haría grandes cosas.

Sus padres viejos eran raros también, pero de los raros solapados. Eran casi sus esclavos, el niño tenía que estudiar, - es filósofo - decían con orgullo a quienes preguntaran - esa profesión era la más importante de todas - se largaban en esas ocasiones en una perorata eterna en cualquier situación, en la fila de la verdura, regando las plantas del antejardín, donde fuera, porque a Danilito no lo iba a ningunear nadie. Menos lo iban a comparar con su hermana odontóloga que había nacido parada, por pura suerte se sacaba buenas notas, se ganó una beca y encima se había enamorado de un cabro buena gente. Pura chiripa porque era una insolente, en cambio Danilito era tan buen hijo, casi no molestaba, pasaba encerrado leyendo y tan solitario el pobrecito.

Begoña la regalona y Danilo el eterno niñito.

Ella fue mejorando su posición en la cadena de librerías, a su pesar inclusive. No tenía en qué gastar lo que ganaba así es que fue ahorrando para un día recorrer los paisajes descritos en sus novelas favoritas: la costa de Escocia o de Irlanda. Por último, Dover con sus rocas blancas y ese viento húmedo que le calaría los huesos y mojaría su vestido de flores hippie chic que la haría parecer una Jane Eyre moderna, igual de limitada en su capacidad de relacionarse y casi ciega frente a los riesgos y secretos de los demás. Incapaz de espantar sus sombras internas porque en lugar de sufrirlas las usaba de abrigo.

Su padre era el más sorprendido, pidió a un amigo que la contratara como pago de una deuda antigua, solo por 6 meses. Begoña aceptó a regañadientes, Begoña la regañona, de otro modo la llevarían una vez más al psiquiatra y tendría que fingir que era muy normal y adecuada. Podría decir que tenía ansiedad, es de lo más común en estos días, pero prefirió no hacerlo y probar lo que era parecer adulta. Su madre la convenció – 6 meses, ¡son solo 6 meses! luego de ese plazo te dejamos hacer lo que quieras, así sabremos si nos podemos morir tranquilos – Begoña suspiró y aceptó. Esa cantinela - ¿Qué va a ser de ti? No tienes idea de cómo es la vida, cómo se gana la plata, no sabes hacer nada ¡ni un mísero huevo frito! – la había escuchado tanto, en todos los tonos, formas y colores que la vocalizaba al unísono con sus padres. La madre se ponía a llorar y el padre salía al patio a fumar. - ¿En qué nos equivocamos con esta niñita? De chica ha sido un problema tras otro. Los enfermaba con los comentarios de los libros que leía, la forma en que hablaba cuando imitaba a los protagonistas y peor cuando le daba por vestirse y decorar su dormitorio según lo que estaba en su mente. Begoña la ñoña.

Ahora era jefa de zona. Los 6 meses eran ya tres años.  

Danilo decía que se alegraba por ella, inclusive se autoconvencía de que se sentía orgulloso de los avances y de lo cerca que estaba de su viaje anhelado, pero no contaba con que se iba a poner sentimental cada vez que ella hablaba de irse.

En la ceremonia de fin de año de la cadena de librería se premiaba a los nuevos talentos y Begoña recibiría un reconocimiento especial. Danilo acompañó a Begoñita, pero durante la ceremonia leyó sin parar un libro que llevaba para entretenerse cuando su mínima tolerancia a lo que no fuera de su interés apareciera y lo hicieran huir de ahí. Las cuestiones filosóficas eran mucho más importantes y requerían de su absoluta concentración.

Begoña tuvo lo que muchos ahora llaman una epifanía. Estaba en el escenario y no podía articular un discurso, sentía que se estaba volviendo invisible. Lo peor fue un flash forward, se vio al lado de Danilo, sus felices padres, los de ella porque ya tendría a alguien que se ocupara de Begoña y su inutilidad y los de él porque al fin había encontrado una buena niña que entendía el amor de su hijo por los libros.

La escena pasó rápida por su mente.

¿Dónde se proyectan las fantasías? Adentro por supuesto, pero dónde.

Begoña se imaginó toda la vida con Danilo, trabajaría en la librería hasta siempre y no tendrían la obligación de hablarse porque cada uno tenía un mundo interno demasiado amplio.

Los invitados a la fiesta de ese matrimonio de dos inútiles y raros no podían entender cómo se las arreglarían para armar una vida, pero habiendo buena comida y música les desearon felicidad y éxito eternos.

Begoña, la soñadora y Danilo el lector no tenían expectativas y parecían cómplices de un delito bien consumado cuando se fueron juntos a vivir cada uno en su mundo.

 

 

Samyula and the Spring Ensamble

https://youtu.be/-_vMlXG9gPQ


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...