¡Ay Juanito! Usted se las sabe por
libro. Siempre ha sabido qué hacer para alejarse lo suficiente de los peligros
imaginarios que lo acechan. Lo he observado por largo tiempo y esa es mi
conclusión acerca de usted. Siempre cuida sus pasos, mirando alrededor cual
avezado líder de la manada que pone cara de nada cuando la batalla no vale la
pena y despliega toda su ferocidad combativa cuando lo que está en juego es su
estabilidad. Lo admiro por eso. Yo soy terroncito de azúcar – ¡tan sentida que
es esta niña! – le decía mi tía a mi mamá porque lloraba si no me sentía
considerada. Usted también me lo ha dicho ¿se acuerda?
Obvio que no se acuerda. Otra
característica importante para el bienestar personal, la mala memoria
selectiva.
Cuando discutimos creo que sé lo que
está pensando. Que soy tan típica, tan normal, que quiero cosas, muchas cosas, según
su idea de lo que somos las mujeres. ¿Regalos? claro que quiero regalos, los
más cursis que encuentre usted, no le voy a dar ideas porque, en el hipotético
caso de que un rayo iluminador le diera justo en la cabeza y de puro aturdido
le diera por darme una sorpresa, ya no lo sería para mí si le sugerí qué debería
regalarme. Pura lógica. No se trata de cosas, pero qué saco con explicárselo.
Y usted que lee tanto y se vanagloria
de haber soportado y sobre todo disfrutado el Ulises de James Joyce, considere lo que el caballero ese le escribía a su Norita. La llenaba de sus fantasías y
jugueteos ¿qué me dice usted a mí? ¡Poco y nada pues!, no espere que mi
imaginación vuele y lo invente a usted mi Juanito querido.
Tengo una cabeza loquita, pienso cosas,
bailo sola, me imagino tonterías, pero usted dijo que me quería así, ahora creo
que le molesta. Es lo que pasa siempre, eso dicen ¿Qué hacemos? ¿me va a dar
mis regalos? ¿le daré yo los míos?
Me quiere atrapar con un anillo, con un
papel Juanito. Así no. Hasta Luis Miguel lo sabe, apuesto a que no ha escuchado
la canción que dice quién le pone puertas al campo. A mí me hubiera
gustado que dijera quien puede atrapar al viento, me parece mucho
más clara la idea. El viento tiene su propia dirección, no está anclado a nada.
El amor es viento Juanito. Hágase la idea. A mi mamá le gustaba un dicho – siembra
viento y cosecharás tempestades – creí que eso sería así, porque una les cree a
las mujeres de la familia, a las tías, a las abuelas. Sobre todo cuando
comentan las teleseries. Una escucha, atenta, medio oculta entre las tazas de
té, las tostadas con mantequilla y mermelada de la hora de once. Yo casi
anotaba esos comentarios, pero debo haberme perdido de otros secretos femeninos.
Los regalos son la siembra de la
tempestad, eso creía. Ya no. Me acordé de otro verso de canción: su
regalo liberó los ahorros del amor. Eso me enamoró, que se supiera algunas
canciones de memoria o pedazos de libro. Era como si Pancho Sazo me cantara a
mí, como esa canción de París. Dígalo, dígalo, Juanito, me parece escucharlo –
mi amor, mi corazón, mi vida.
¿Se acuerda de cuando le dije que un
día se apareciera sin avisar a la salida de mi trabajo y fuéramos a pasear por
ahí? Yo quería jugar a que no nos conocíamos, que usted era un extranjero de
paso y yo le iba a mostrar la ciudad y en una de esas podíamos terminar en un
hotel del centro. No sé qué se le pasó por su cabeza, se puso celoso de usted
mismo, pensó que de verdad yo quería meterme con alguien que no conocía. No
estuvo bien que me diera un ataque de risa, a lo mejor debí ser más sensible,
pero ¡por favor! Un poco de imaginación no le hace mal a nadie. Usted era el
extranjero, solo tenía que jugar. Se la pasa leyendo de filosofía y se cree
superior a mí en tantas cosas y se vino a poner tan concreto como un burro
cualquiera.
Usted se volvió tan serio, tan
predecible. Y parece que yo me puse cada vez más fantasiosa, loca dice usted. ¿Le
cuesta mucho seguir el juego?
Ahora se me queda mirando cuando me
peino, cuando pruebo distintos colores en la ropa, en la sombra de los ojos,
critica mis zapatos y después se tienta y se acerca como para convencerme, me
da besos en el cuello justo cuando estoy lista para salir. Ya le dije Juanito,
haga algo, organice su mente ¿me quiere o me desprecia? Dice que soy una
superflua, que mis vestidos son mucho para el lugar donde trabajo, que camino
como si estuviera llegando a un palacio y no a esa oficina oscura y llena de
cables por todas partes, que un día me voy a electrocutar por mis tacos. A
veces creo que eso quiere que pase.
Pienso en lo de los hijos. No quise. No
pude. No pude y no quise. Se lo dije muchas veces, a lo mejor pensó que con el
tiempo me iban a venir las ganas, que el reloj biológico empezaría a sonar como
gong en mi pecho o que, por último, se me iba a olvidar la pastilla. No. Ni un
día me he olvidado. Aún es tiempo Juanito. Busque otra, arréglese, acuérdese de
cómo era ser seductor. Así, todo descuidado, no lo va a mirar nadie ¿o también
le está sonando el gong?
Una se cansa de esperar algo, sobre
todo si no sabe bien de qué se trata. ¿Se acuerda de cuando hablamos de los
nombres y el destino? Usted me decía que no había ninguna relación y yo, que
sí, que los padres a una le ponían un nombre según sus expectativas. A mí me
pusieron Clara como una ironía. Según mi papá fue una elección por oposición, a
él y a mi mamá les gustaba leer a Confucio, pero no querían ponerme Confucia
y por sus habituales chistes y un sentido del humor que una llegó a entender
recién como a los 12 años, decidieron que mi nombre sería lo opuesto a la
confusión, la claridad, Clarita, la niñita. Creo que Confucia no estaba
bien, Confusa, menos, pero ¿Clara?
A usted le pusieron Juan por Juan Segura
¿no? Ahí lo marcaron. Los padres que ponen nombres como Arturo, Máximo,
Adriano, Sócrates ¿se ha fijado que muchos jugadores de futbol brasileños tienen
nombres griegos? Cuestión de expectativas. Los míos no pensaron en Estrella, Victoria, Atenea o Gloria.
No me acuerdo de cuándo empezó a
criticarme, al principio le gustaba que fuera risueña y coqueta, después eso le
pareció liviandad y otras cosas peores. Cuando decía que estaba segura de ir
avanzando en mi trabajo, me encontraba determinada, ahora me dice que no está
seguro de qué cosas hice para llegar al puesto que tengo. Se puso peor cuando
empecé a ganar más plata. ¿Qué quería Juanito? ¿Qué me quedara en el puesto de
antes para que usted no se sintiera mal?
¿Se acuerda de la última vez que me
dijo algo bueno de mí? No hablemos de cuando está calentón y me dice que soy
linda, que le recuerdo a no sé qué actriz, o que mi culito está duro y firme
como siempre.
Me gustan las sorpresas Juanito, no
quiero tener que decirle lo que debe hacer conmigo. Era tan lindo cuando me
hacía leer las partes de los libros que tanto lo absorben. Yo me acurrucaba a
su lado y trataba de ir leyendo junto con usted. Después me dijo que le
incomodaba y lo entendí. Usted con los libros, yo con las canciones.
¿Sabe? Hay una canción que andaba
escuchando cuando le pedí que actuara como un extraño Beautiful Tango,
si hubiera puesto atención me hubiera entendido. Usted dice que en los libros
ninguna frase está por casualidad, le informo que tampoco en las canciones.
Toco, Samba Noir
https://www.youtube.com/watch?v=-sGnHijNxjc&list=RD34fDJEM3L4w&index=3&ab_channel=SchemaRecords
Congreso, Paris 2016
https://www.youtube.com/watch?v=C2gvRcRoG44&ab_channel=Congreso-Topic
Hindy Zahra, Beautiful Tango
https://www.youtube.com/watch?v=34fDJEM3L4w&list=RD34fDJEM3L4w&index=1&ab_channel=HindiZahra-Topic
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