domingo, 8 de mayo de 2022

Clara

 


¡Ay Juanito! Usted se las sabe por libro. Siempre ha sabido qué hacer para alejarse lo suficiente de los peligros imaginarios que lo acechan. Lo he observado por largo tiempo y esa es mi conclusión acerca de usted. Siempre cuida sus pasos, mirando alrededor cual avezado líder de la manada que pone cara de nada cuando la batalla no vale la pena y despliega toda su ferocidad combativa cuando lo que está en juego es su estabilidad. Lo admiro por eso. Yo soy terroncito de azúcar – ¡tan sentida que es esta niña! – le decía mi tía a mi mamá porque lloraba si no me sentía considerada. Usted también me lo ha dicho ¿se acuerda?

Obvio que no se acuerda. Otra característica importante para el bienestar personal, la mala memoria selectiva.

Cuando discutimos creo que sé lo que está pensando. Que soy tan típica, tan normal, que quiero cosas, muchas cosas, según su idea de lo que somos las mujeres. ¿Regalos? claro que quiero regalos, los más cursis que encuentre usted, no le voy a dar ideas porque, en el hipotético caso de que un rayo iluminador le diera justo en la cabeza y de puro aturdido le diera por darme una sorpresa, ya no lo sería para mí si le sugerí qué debería regalarme. Pura lógica. No se trata de cosas, pero qué saco con explicárselo.

Y usted que lee tanto y se vanagloria de haber soportado y sobre todo disfrutado el Ulises de James Joyce, considere lo que el caballero ese le escribía a su Norita. La llenaba de sus fantasías y jugueteos ¿qué me dice usted a mí? ¡Poco y nada pues!, no espere que mi imaginación vuele y lo invente a usted mi Juanito querido.

Tengo una cabeza loquita, pienso cosas, bailo sola, me imagino tonterías, pero usted dijo que me quería así, ahora creo que le molesta. Es lo que pasa siempre, eso dicen ¿Qué hacemos? ¿me va a dar mis regalos? ¿le daré yo los míos?

Me quiere atrapar con un anillo, con un papel Juanito. Así no. Hasta Luis Miguel lo sabe, apuesto a que no ha escuchado la canción que dice quién le pone puertas al campo. A mí me hubiera gustado que dijera quien puede atrapar al viento, me parece mucho más clara la idea. El viento tiene su propia dirección, no está anclado a nada. El amor es viento Juanito. Hágase la idea. A mi mamá le gustaba un dicho – siembra viento y cosecharás tempestades – creí que eso sería así, porque una les cree a las mujeres de la familia, a las tías, a las abuelas. Sobre todo cuando comentan las teleseries. Una escucha, atenta, medio oculta entre las tazas de té, las tostadas con mantequilla y mermelada de la hora de once. Yo casi anotaba esos comentarios, pero debo haberme perdido de otros secretos femeninos.

Los regalos son la siembra de la tempestad, eso creía. Ya no. Me acordé de otro verso de canción: su regalo liberó los ahorros del amor. Eso me enamoró, que se supiera algunas canciones de memoria o pedazos de libro. Era como si Pancho Sazo me cantara a mí, como esa canción de París. Dígalo, dígalo, Juanito, me parece escucharlo – mi amor, mi corazón, mi vida.

¿Se acuerda de cuando le dije que un día se apareciera sin avisar a la salida de mi trabajo y fuéramos a pasear por ahí? Yo quería jugar a que no nos conocíamos, que usted era un extranjero de paso y yo le iba a mostrar la ciudad y en una de esas podíamos terminar en un hotel del centro. No sé qué se le pasó por su cabeza, se puso celoso de usted mismo, pensó que de verdad yo quería meterme con alguien que no conocía. No estuvo bien que me diera un ataque de risa, a lo mejor debí ser más sensible, pero ¡por favor! Un poco de imaginación no le hace mal a nadie. Usted era el extranjero, solo tenía que jugar. Se la pasa leyendo de filosofía y se cree superior a mí en tantas cosas y se vino a poner tan concreto como un burro cualquiera.

Usted se volvió tan serio, tan predecible. Y parece que yo me puse cada vez más fantasiosa, loca dice usted. ¿Le cuesta mucho seguir el juego?

Ahora se me queda mirando cuando me peino, cuando pruebo distintos colores en la ropa, en la sombra de los ojos, critica mis zapatos y después se tienta y se acerca como para convencerme, me da besos en el cuello justo cuando estoy lista para salir. Ya le dije Juanito, haga algo, organice su mente ¿me quiere o me desprecia? Dice que soy una superflua, que mis vestidos son mucho para el lugar donde trabajo, que camino como si estuviera llegando a un palacio y no a esa oficina oscura y llena de cables por todas partes, que un día me voy a electrocutar por mis tacos. A veces creo que eso quiere que pase.

Pienso en lo de los hijos. No quise. No pude. No pude y no quise. Se lo dije muchas veces, a lo mejor pensó que con el tiempo me iban a venir las ganas, que el reloj biológico empezaría a sonar como gong en mi pecho o que, por último, se me iba a olvidar la pastilla. No. Ni un día me he olvidado. Aún es tiempo Juanito. Busque otra, arréglese, acuérdese de cómo era ser seductor. Así, todo descuidado, no lo va a mirar nadie ¿o también le está sonando el gong?

Una se cansa de esperar algo, sobre todo si no sabe bien de qué se trata. ¿Se acuerda de cuando hablamos de los nombres y el destino? Usted me decía que no había ninguna relación y yo, que sí, que los padres a una le ponían un nombre según sus expectativas. A mí me pusieron Clara como una ironía. Según mi papá fue una elección por oposición, a él y a mi mamá les gustaba leer a Confucio, pero no querían ponerme Confucia y por sus habituales chistes y un sentido del humor que una llegó a entender recién como a los 12 años, decidieron que mi nombre sería lo opuesto a la confusión, la claridad, Clarita, la niñita. Creo que Confucia no estaba bien, Confusa, menos, pero ¿Clara?

A usted le pusieron Juan por Juan Segura ¿no? Ahí lo marcaron. Los padres que ponen nombres como Arturo, Máximo, Adriano, Sócrates ¿se ha fijado que muchos jugadores de futbol brasileños tienen nombres griegos? Cuestión de expectativas. Los míos no pensaron en Estrella, Victoria, Atenea o Gloria.

No me acuerdo de cuándo empezó a criticarme, al principio le gustaba que fuera risueña y coqueta, después eso le pareció liviandad y otras cosas peores. Cuando decía que estaba segura de ir avanzando en mi trabajo, me encontraba determinada, ahora me dice que no está seguro de qué cosas hice para llegar al puesto que tengo. Se puso peor cuando empecé a ganar más plata. ¿Qué quería Juanito? ¿Qué me quedara en el puesto de antes para que usted no se sintiera mal?

¿Se acuerda de la última vez que me dijo algo bueno de mí? No hablemos de cuando está calentón y me dice que soy linda, que le recuerdo a no sé qué actriz, o que mi culito está duro y firme como siempre.

Me gustan las sorpresas Juanito, no quiero tener que decirle lo que debe hacer conmigo. Era tan lindo cuando me hacía leer las partes de los libros que tanto lo absorben. Yo me acurrucaba a su lado y trataba de ir leyendo junto con usted. Después me dijo que le incomodaba y lo entendí. Usted con los libros, yo con las canciones.

¿Sabe? Hay una canción que andaba escuchando cuando le pedí que actuara como un extraño Beautiful Tango, si hubiera puesto atención me hubiera entendido. Usted dice que en los libros ninguna frase está por casualidad, le informo que tampoco en las canciones.

 

Toco, Samba Noir 

https://www.youtube.com/watch?v=-sGnHijNxjc&list=RD34fDJEM3L4w&index=3&ab_channel=SchemaRecords

 

Congreso, Paris 2016

https://www.youtube.com/watch?v=C2gvRcRoG44&ab_channel=Congreso-Topic

 

Hindy Zahra, Beautiful Tango

https://www.youtube.com/watch?v=34fDJEM3L4w&list=RD34fDJEM3L4w&index=1&ab_channel=HindiZahra-Topic


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