Al
fin iría a un lugar donde podría lucir su paraguas, abrigo de lana inglesa,
verdadera lana, y la bufanda que hacía juego con esos tonos clásicos café y beige, muy de moda entre los académicos de ciencias políticas o cualquier
cátedra que cupiera en la categoría de artes liberales. El bolso de cuero y la
correa que tenia grabada la palabra university, no dejaba dudas de su
labor y el estatus social e intelectual correspondiente. Era una marca de calidad
mundial, recuerdos de su doctorado en UK, iukey. Disfrutaba de
pronunciar eso.
Notaba
las miradas de admiración y envidia de sus colegas, cuestión de clase, se
repetía entre muchas otras frases y adjetivos que ni con pentotal diría en voz
alta por lo incorrectos que resultaban. - El cinismo es una
estrategia de sobrevivencia, decir lo que se piensa, sin adornos, terminaba en
lo que otro académico llamaba sincericidio, muerte social por sinceridad
-. La barba tipo talibán y un discurso dentro
de lo esperado aseguraba para él una agenda anual de invitaciones a seminarios o
a dar clases en los posts grados de distintas universidades del país y cada vez
más en el extranjero. Por último, en caso de no resultar su punto de vista equilibrado
y analítico de lo que estaba pasando y sus consecuencias, siempre era una buena
estrategia hablar de las bondades del ateísmo y el daño de la religiosidad a
las culturas por la represión en distintos ámbitos de la vida, en especial
cuando la contingencia era tan compleja de analizar y, por tanto, se requería una distancia espacial y temporal para descifrar qué es lo que está pasando . Hacía poco había tenido una breve conversación interesante con una tesista.
Ella relataba ciertas decisiones que había tomado hacía varios años y solo
ahora podía acercarse a la trascendencia para sí misma y los demás que tales
giros habían traído. - Algo así pasa con
los procesos sociales – agregó él, – se puede estar
en medio de un hecho del que los libros hablarán por siempre, pero no se es
totalmente testigo de la historia como dicen los periodistas en la Tv. Con
suerte uno observa y se da cuenta de que algo pasa, la épica por lo general se
construye a destiempo, quizás antes o mucho después –. Eso era compartir
información, reflexionar en conjunto. Con los ánimos tan recalentados, con
estudiantes y colegas gritones y exagerados, que en vez de preguntar emplazan y
sacan a relucir tuits de hace al menos ocho años para tildarlo de inconsecuente,
no se puede sostener una conversación seria o amena siquiera.
- ¿Por
qué no reconoce de una vez que usted es un reaccionario?
¿Qué
podría responder a eso? Nada dejaría contento a su colega, que se enorgullecía
de encender los ánimos de los estudiantes con fervorosos discursos y ejemplos
cuidadosamente seleccionados de papers cuyos autores comulgaban con sus
ideas. Una vulgar y triste manipulación de jóvenes con ansias de protagonizar también
un momento histórico como les había correspondido a sus padres. Respecto de
esto tenía algunas ideas cínicas también, cada generación necesita una cruzada
y eso de ir hacia atrás reescribiendo la interpretación de la historia era mucho
más fácil que resolver crisis actuales que requieren mayor creatividad, conocimiento
de diversas disciplinas, cultura y voluntad colaboración. Siempre ha sido más fácil
la anulación, la prohibición que la proposición de nuevas ideas.
Y
sí, a lo mejor era cierto, su estadía en UK, lo había transformado. Con
su habitual temor al ridículo, también miraba con una sonrisa sardónica su
disfraz de gentleman. Si solo midiera unos 20 cm más y fuera flaco y
tuviera una nariz más fina y una mandíbula más angulosa, pero no, esa tendencia
a ser un regordete era lo que lo hacía ver como un triste aspiracional más que un
hombre elegante. Ese pensamiento siempre le asaltaba al momento de partir de
viaje, pero luego le daba lo mismo. No iba a dejar que su inseguridad hiciera
que temiera de su propio concepto del absurdo, menos ahora que estaba a punto
de jubilar. Sus colegas se disfrazaban de progres desde la universidad: bolso
artesanal de cuero legítimo, las ediciones caras de la literatura en boga,
desayunos y almuerzos en las cafeterías en lugar del casino universitario con
beca de estudiante pobre, de verdad pobre, comiendo una mierda o viendo cómo
los otros, pobres-pero-no-tanto, se gastaban la plata del almuerzo en
fotocopias con la esperanza, eso sí, de que en su casa podrían comer algo
decente.
Por
un tiempo se la creyó y fue a trabajar donde las papas queman, con el pueblo, métale
estudios de campo, observaciones participantes en las ollas comunes y las
estrategias más eficientes para aumentar el capital social y la participación ciudadana.
Años aprendiendo a ganarse la confianza de las agrupaciones de personas que
comparten un espacio; pobladores le corregían los dirigentes a cada
rato. Pobladores. Siempre se sintió ridículo hablando en politiqués, ese
lenguaje grandilocuente, tautológico y muchas veces incomprensible para las
juntas de vecinos. Los jóvenes lo aprendían rápido: la problemática, la
solucionática, la democratización, la socialización de la estrategia, la precariedad,
la vulnerabilidad. ¿Qué hacían sus colegas en esa época? Fueron mucho más
inteligentes, por el partido o sus relaciones consiguieron pegas en directorios
de ONG o de grandes empresas que necesitaban conectarse con la comunidad y
negociar el impacto ambiental. Negociar era un eufemismo.
Los
más hábiles para los negocios pisparon el nicho de las encuestas políticas y
las capacitaciones para las instituciones públicas. Ahora abjuran del modelo
que les dio un pasar muy superior a los de sus padres y habiendo asegurado su
vida y la de sus hijos quieren, por cualquier vía, compatibilizar su ideología
con la opción política más pop. Siempre observando la ciudad desde las montañas,
desde sus refugios con buenos quesos y tragos. El complejo del dinero ¡pucha
que cuesta aceptar el gusto por la plata y el bienestar!
Hubo
otros, capísimos, que admiraba hasta ahora sin ninguna duda, esos hombres y
mujeres que han hecho cierto aquello que alguna vez declararon el motor de sus
vidas en alguna tomatera cercana a la escuela: mejorar la vida de las personas.
Ahí estaban, dándole, algunos con la retribución material que merecen y otros
no tanto por distintas circunstancias incontrolables de la vida. Una desventura
cierra muchas puertas, un par de malas decisiones, un riesgo mal evaluado; la
mala pata no más o la certeza de que ciertos aprendizajes se dan en algunos
círculos a los que es evidente que no todos acceden.
En
algún punto sintió un crujido de ideas en su mente, se sintió parte de una
maquinaria que perpetuaba el malestar y discurseaba en otra dirección. ¡Corre,
corre en línea recta! Y eso sentía que hacía hasta que se dio cuenta de que su
recorrido no era una línea, no alcanzaba tampoco a ser un círculo, era siempre el
mismo paso. Un hámster que corriendo rápido o lento, no avanzaba. Y encima
debía evitar que otros de la misma especie se dieran cuenta del engaño y
motivarlos a seguir corriendo. Desvió el camino a tiempo y se fue a UK, el
mundo se abrió y muchas posibilidades a su vuelta también. Lo que aprendió allá estaba resumido en la obra de Oscar Wilde, un genio aun subvalorado en sabiduría y sensibilidad para captar la decadencia y la maravilla de ser humano.
El
taxi que pidió ya llegaba al aeropuerto y había evitado hablar con el conductor
todo el camino de tan sumido que estaba en sus pensamientos de viejo descreído.
Descreído y reaccionario. Debía agregar ese concepto a la descripción de sí
mismo, si ha de considerarse la opinión ajena para la definición de la propia
identidad.
Al
fin había aprendido a calmarse, nadie apurado puede ser elegante se decía. Eso
de atarantarse era tan poco OCDE, se reía para sus adentros cuando hacía suyas frases ingeniosas repetidas en las redes sociales. Ahora caminaba derecho, no
se estresaba y al momento de entrar a la cinta que revisa el equipaje disfrutaba
de ser observado por comportarse como un señor mayor y educado.
Estaba
jugando los descuentos de la vida laboral, faltaban un par de años más para cumplir
el plazo legal. Siempre pensó que querría seguir hasta que su cerebro hiciera
sinapsis y tuviera algo que decir, ahora, quería irse sin odiar a su audiencia
y cada día era más difícil soportarlos. Estaba viejo, le faltaba energía para
discutir, para demostrar su punto. Se había convencido de que el diálogo
socrático ya no era posible o peor, que solo se da luego de terribles crisis y
masacres. Solo ahí se recurre a la lógica porque no queda más que reconstruir por
la subsistencia de los más queridos, con lo estrecho o amplio que pueda ser esa
categoría: la familia, los amigos, la clase, el barrio, el continente.
Este
gentleman había ido estrechando más y más la categoría de los más queridos. Quizás
se dedicaría a pasear por algunos lugares aun amables, iría a ceremonias sin sentido
y sonreiría como hace la gente educada. Por ahora, movía su paraguas en
círculos y disfrutaba de una agradable alameda mientras avanzaba hacia el salón
y un viento fresco y punzante vivificaba su piel.
- ¡Bienvenido
profesor Orellana!
Tenía
claro que era bienvenido porque cobró todos y cada uno de los favores
realizados a candidatos de distinta monta de cuando le correspondía hacer participar
a la comunidad y guiar la discusión hacia los temas predeterminados como de
interés público. Un gentleman tiene un pasado interesante, conoce las
debilidades, las propias, las de los demás y las usa.
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