sábado, 12 de marzo de 2022

Buenos días

 


- ¡Buenos días! ¿no cree que falte una expresión para saludar cuando no es todavía de madrugada y tampoco la hora permite decir que se trata de la noche?

- Buen insomnio podría ser.

- Concuerdo, ¡buen insomnio entonces!

Estaba por cerrar la garita cuando llegó este pasajero a comprar el último pasaje en bus hacia Mulchén. Andaba tan abrigado que parecía decidido a pasar las cuatro horas que faltaban para el siguiente bus, ahí mismo en el terminal. No era recomendable para un señor de su edad, estos sureños son engañadores en todo caso, el pelo blanco y su postura de derrotado lo hacían parecer de unos sesenta y cinco años. Tal vez recién andaba por los cincuenta y la vida pesada del campo lo habían deteriorado.

-A Mulchén los pasajes ¡la ciudad de la amistad!

Me miró con cara de - por favor deje de repetir el mismo chiste - mi mueca, en lugar de sonrisa, hizo las veces de disculpa y entendí que debía quedarme callado, pero faltaba mucho para que llegara mi compañero a sacarme del turno y a veces me daban ganas de hablar para pasar el rato. Hablar, no conversar, eso es un arte más sofisticado, pocas veces he alcanzado ese nivel. Cuando no había pasajeros en el terminal, cerraba la garita y me pegaba un pestañazo con la radio y la luz prendida. Si no tenía tantas ganas de dormir, me hacía un té y unas tostadas con mantequilla, ojalá de marraqueta, las de hallullas rara vez quedan buenas, menos con ese pan recalentado que venden por ahí ahora.

Mi compañía inesperada, me recordaba lo solo que estaba. O peor, que estuviera ahí, sentado al frío, con esa expresión imperturbable en su cara, la soledad se convertía además en falta de libertad. Leseras de uno, seguro el pasajero esperaba pasar un rato tranquilo y no quería nada de mí, pero ya sabe, la crianza lo formatea a uno. No pude conmigo mismo y le ofrecí la bendita y tan chilena taza de té, mi pancito no, eso sí que no. Hace tiempo me lo prohibieron por el colesterol, pero no hay caso. No hay tonto malo pa´l pan decía mi abuelo y es una verdad revelada.

- No, gracias. No se moleste.

- No es molestia.

Puedo jurar que dije eso último como un automatismo, no quería insistir, pero uno, por educado, siempre hace una demás, igual que los gambeteros en el fútbol. El solitario pasajero se hundió en su parka verde y el gorro de lana, tomó con fuerza el bolso que había dejado en el suelo y luego pareció tomar vuelo para levantarse.

- No vuelva a dirigirme la palabra, supongo que también puedo perder la cabeza con usted.

Se puso de pie y se fue a sentar en el banco de más allá, donde no estaba la protección del muro de la estación. Por si no me quedaba clara la idea, agregó.

- O peor, usted la puede perder conmigo. La cabeza.

Hizo un gesto, señalando la propia, como pegándose un tiro. Me recorrió un escalofrío por toda la espalda. Miré su bolso, pensé lo peor.

Me encerré y puse mi cartel en cartulina blanca.

Tengo frío.

Estoy adentro. Si necesita atención,

con un aló entenderé y le abriré.

Gracias por su comprensión

Cuando lo escribí, me pareció buena idea, no contaba con que la gente no iba a entender: recibía golpes en la ventanilla, gritos, chiflidos, hasta patadas en la puerta, dependiendo de lo primitivo del pasajero. También hay gente tímida, que no se atreve a nada, por ellos es que, cada cierto rato miraba por si había alguien esperando atención.

En una de esas confirmaciones, salí, miré al pasajero del gorro chilote y lo vi acariciando algo en su bolso, imaginé un cachorro de perro o de gato, se supone que deben declararlo antes de viajar. Lo informaría más tarde al chofer del bus.

Volví a entrar. En mi espacio de vendedor de pasajes tengo de todo. Le digo la cápsula espacial. ¿Ha entrado alguna vez a un kiosco? Así aprendí a organizar mi lugar de trabajo. Muchas veces he pensado que sería mejor para mí tener uno de esos, leería de todo, sabría muchas cosas, podría hablar de casi cualquier cosa. Aquí no puedo leer, tengo un mini Tv y ahí me entero de lo que pasa.

Hay cosas que uno ve que no se pueden olvidar, ¿le cuento de una? Una mujer llevaba por la calle la cabeza de una niña, la sujetaba del pelo, ya no goteaba sangre, eso significaba que llevaba mucho rato caminando con ella, en la otra mano llevaba un cuchillo. Dieron esa noticia en la TV, en la sección de actualidad internacional. Parece que era en Londres o Moscú, no estoy seguro. Dijeron que la gente la veía pasar y pensaban que era una cámara escondida, un disfraz de Halloween o la filmación de alguna película. Nadie la detenía porque la escena era tan inverosímil que no daban crédito a sus ojos.

Hay un tango, Por una cabeza, de Carlitos Gardel

Por una cabeza
Si ella me olvida
Qué importa perderme
Mil veces la vida
Para qué vivir

Por eso no pude estudiar nada, porque paso de una cosa a otra, es que ese tango tampoco se puede olvidar, es lo único que asocia la canción y la cabeza de la niñita, muerta a manos de una loca sin medicamentos. Lo que no resisto es pensar en…no, no puedo comentarlo siquiera.

No entiendo por qué esta noche se me hace más eterna que otras. Pareciera que al reloj mural le duele pasar de un segundo a otro, indeciso, como si quisiera quedarse en el instante previo. El té no se enfría y ya me comí mis dos tostadas con mantequilla. La oscuridad continúa invadiendo el terminal. Tal vez sea buena idea ir por más agua y hacerme otro té, la del hervidor se me acabó. Así se enfría el que tengo servido y tengo una excusa para matar el tiempo esta noche. Puse otro cartel.

Vuelvo enseguida.

Gracias por su comprensión

Tengo varios, para distintas circunstancias. Mantener informados a los clientes es prioridad dice mi jefe.

Si hubiera tenido la oportunidad, le hubiera preguntado ¿qué hace aquí? ¿de verdad va a Mulchén?, sobre todo quería preguntarle qué llevaba en el bolso, si era un animal, tenía que avisar al conductor. Entonces hice algo de lo que me arrepentí en el mismo instante.

¿No le ha pasado a usted? Responde un mensaje de WhatsApp o peor, envía uno y mientras lo escribe ya se está arrepintiendo, pero igual continúa. Es como si uno viera el trailer posterior de la vida y a pesar de eso sigue. Sang froid, hubiera dicho Juan Verdaguer[i]. Usted puede buscar explicaciones, pero no la hay.

- ¡Amigo, última oportunidad! ¿una tacita de té p´al frío?

Solo me miró con furia, pero el destino es el destino, decía mi abuela. Uno corre para arrancar de él, ignorando que se dirige precisamente a cumplirlo.

-  Ya, oiga, cuando se suba al bus avise que lleva un cachorro en el bolso, lo divisé haciéndole cariño hace un rato ¿es un perrito, lo puedo ver?

Supongo que el agua para el hervidor le habrá servido para limpiar el piso del terminal. Ahora sentí en mi propio pescuezo lo frío y afilado de un cuchillo carnicero enorme. Dejó mi cuerpo decapitado en mi cápsula espacial. El tipo no carecía de educación, para informar a los pasajeros, dejó un cartel, escrito con mi propia sangre.

Espere a mi compañero,

He perdido la cabeza.

 

Cuento publicado en EL NARRATORIO n° 67

https://elnarratorio.blogspot.com/p/antologia-literaria-digital-nro-67.html



[i] https://www.youtube.com/watch?v=I5wpUnByCVQ&t=118s&ab_channel=gustavorafaelMaldonado, minuto 13.36.

Carlos Gardel, Por una Cabeza.

https://www.youtube.com/watch?v=hM8qB3l0Q7g&ab_channel=CarlosGardel-Topic

 

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