viernes, 11 de noviembre de 2022

El Destello

 


No podía creer lo bruto del tipo, ¿podría ser cierto que no se diera cuenta todavía? O era, además de bruto, un insensible, poco digno para un profe de filosofía. Casi todo le parecía posible cuando él estaba involucrado. Malentendidos, coincidencias, malas y buenas y una eterna confusión de caminos.

-        ¿Alguna vez viste el destello?

Increíble que le preguntase eso. Pensó que era una burla. Lo vio en el preciso instante en que ocurrió, por el brillo de los ojos de él, por su cara de deslumbramiento y de incredulidad. − ¡Que si vi el destello! – no valía la pena responder. Ella se quedó esperando por más, porque la luminosidad del fenómeno se parecía a una aurora boreal, de distintos colores y densidades y no sintió el miedo que lo invadió a él. O porque vieron algo diferente, quizás él vio oscuridad, peso, angustia y ella un paisaje liberador, desconocido y que invitaba a visitarlo, muchos colores, perfumes y expansión de posibilidades.

¿Cómo saber?

Si hubiera podido hablar le hubiese preguntado algo, pero el destello enmudece, no deja hacer nada más, por eso algunos lo evitan, porque se parece al efecto de una droga psicodélica que hace torcer caminos y desarma prioridades, porque cambia a quienes lo experimentan.

Cualquiera sabe eso, el destello provoca apertura de umbrales y desata locuras, por eso muchos lo viven con tantas precauciones que casi no se exponen a la de por sí baja probabilidad de que ocurra y por las mismas razones otros siguen intentando hasta dar de nuevo con él. La gran mayoría sabe que no es un acto voluntario, verlo o no, y menos todavía con quién se experimenta.

Ocurre.

-        ¿Es magia entonces?

Dio la respuesta que correspondía a una profesora de biología: el sistema nervioso central, la adaptación al entorno, características de la especie. No iba a decir lo que hubiera dicho una poeta o una escritora. Si quería una respuesta fantasiosa debía preguntar a la colega de lenguaje o a la de arte, a lo mejor con alguna de ellas sí podía experimentar el destello, pero no quería saber si ocurría. Si es que les ocurría.

Porque ocurre.

Ese es el lado cruel del destello, no hay ninguna clase de garantía de que se experimente con alguien adecuado, en el momento oportuno, cuando las condiciones están dadas y menos en un espacio y tiempo coincidente.

Hasta en los viajes a Islandia, Noruega o Finlandia lo advierten, nada garantiza que usted verá las auroras boreales, ningún camping, ningún bosque, ningún paquete turístico, por caro que sea, va a llevarlo directo al espectáculo de luces. Ahora con el cambio climático menos aún.

-        ¿Lo vives solo una vez en la vida?

No se acordaba bien de lo que respondió a eso, lo correcto era, según el mito, decir que sí, que solo se ve el destello una vez y que su duración es variable, según factores imposibles de determinar. Esa posición en que se ponía también era rara, ¿qué podía saber ella que él no? Como si fuera una experta en destellos, magia, mitos, karma, almas espejo y esas cosas raras. ¿Qué podía saber ella? Lo mismo que cualquiera que tiene alguna cuenta en una red social. Aparece algún nuevo descubrimiento astronómico y ¡paf! Para la ira de los científicos de las estrellas, aparecen los astrólogos y comienzan a hacer predicciones sobre portales que se abren o se cierran, ciclos que se alargan o se acortan. Ni hablar de nuevas fórmulas en la física y si se comprueban o no las hipótesis de Einstein; los teóricos de la mente comenzarán a utilizar analogías actualizadas para explicar la conducta de la especie. Y el destello puede pasar entonces a ser objeto de miles de reformulaciones y ¿valía la pena elucubrar más?

Qué tenía que ponerse a responder ella de esos temas, justo a él. ¿Será un vicio de profesora? Eso de reaccionar al tono de pregunta sobre cualquier cosa como si supiera. Del destello sí sabía, pero estaba segura de que esta vez la duda venía de alguien que sabía de qué estaba hablando y solo quería incomodarla.

Recordó el instante previo a que él se subiera a la micro en la que luego sostendrían esta conversación inverosímil. Iba ensimismada en cómo la vista se acomodaba para ver el paisaje y luego las manchas del vidrio. Un ejercicio que hacía con los alumnos de sexto básico y que los impresionaba como si fuera un acto de magia, otra magia. Ahora estaba atrapada entre la ventana y él, haciendo como que respondía preguntas acerca del destello.

-        Es probable que las auroras boreales se terminen con el cambio climático.

Se le ocurrió decir eso para cambiar de tema.

-        ¿Y eso implica alguna consecuencia para los destellos?

Ambos se rieron a carcajadas.

Y ahí estaba de nuevo, el destello en la risa y los ojos de él. Qué lástima que no viera los colores que surgían a su alrededor, esos que se movían junto con él y su mirada burlona. Será tal vez alguna clase de daltonismo específico. ¿En serio no veía las notas musicales que salían de su camisa y sus dedos?

Estuvo a punto de decirle que lo estaba viendo de nuevo, que mejor se bajara y corriera a perderse a algún lugar, porque ella estaría agazapada esperando algún descuido, que no siguiera jugando a hacerla reír o a hablar de aquél fenómeno porque ella podía ser muchas cosas, pero no era ciega para los colores y que si él los veía en otra silueta que se quedara allí porque es un espectáculo de los sentidos que vale la pena vivir y sobre todo conservar. Si lo veía no preguntaría más a nadie, menos a ella.

Ella pestañeó y miró su reloj, se volvió a la ventana.

Tiempo y lugar para parar y bajar.


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