No podía creer lo bruto del tipo,
¿podría ser cierto que no se diera cuenta todavía? O era, además de bruto, un
insensible, poco digno para un profe de filosofía. Casi todo le parecía posible
cuando él estaba involucrado. Malentendidos, coincidencias, malas y buenas y una
eterna confusión de caminos.
-
¿Alguna
vez viste el destello?
Increíble que le preguntase eso.
Pensó que era una burla. Lo vio en el preciso instante en que ocurrió, por el
brillo de los ojos de él, por su cara de deslumbramiento y de incredulidad. − ¡Que
si vi el destello! – no valía la pena responder. Ella se quedó esperando por
más, porque la luminosidad del fenómeno se parecía a una aurora boreal, de
distintos colores y densidades y no sintió el miedo que lo invadió a él. O porque
vieron algo diferente, quizás él vio oscuridad, peso, angustia y ella un
paisaje liberador, desconocido y que invitaba a visitarlo, muchos colores,
perfumes y expansión de posibilidades.
¿Cómo saber?
Si hubiera podido hablar le hubiese
preguntado algo, pero el destello enmudece, no deja hacer nada más, por eso
algunos lo evitan, porque se parece al efecto de una droga psicodélica que hace
torcer caminos y desarma prioridades, porque cambia a quienes lo experimentan.
Cualquiera sabe eso, el destello provoca
apertura de umbrales y desata locuras, por eso muchos lo viven con tantas
precauciones que casi no se exponen a la de por sí baja probabilidad de que
ocurra y por las mismas razones otros siguen intentando hasta dar de nuevo con
él. La gran mayoría sabe que no es un acto voluntario, verlo o no, y menos todavía
con quién se experimenta.
Ocurre.
-
¿Es
magia entonces?
Dio la respuesta que correspondía a
una profesora de biología: el sistema nervioso central, la adaptación al
entorno, características de la especie. No iba a decir lo que hubiera dicho una
poeta o una escritora. Si quería una respuesta fantasiosa debía preguntar a la
colega de lenguaje o a la de arte, a lo mejor con alguna de ellas sí podía
experimentar el destello, pero no quería saber si ocurría. Si es que les
ocurría.
Porque ocurre.
Ese es el lado cruel del destello,
no hay ninguna clase de garantía de que se experimente con alguien adecuado, en
el momento oportuno, cuando las condiciones están dadas y menos en un espacio y
tiempo coincidente.
Hasta en los viajes a Islandia, Noruega
o Finlandia lo advierten, nada garantiza que usted verá las auroras boreales,
ningún camping, ningún bosque, ningún paquete turístico, por caro que sea, va a
llevarlo directo al espectáculo de luces. Ahora con el cambio climático menos aún.
-
¿Lo
vives solo una vez en la vida?
No se acordaba bien de lo que
respondió a eso, lo correcto era, según el mito, decir que sí, que solo se ve
el destello una vez y que su duración es variable, según factores imposibles de
determinar. Esa posición en que se ponía también era rara, ¿qué podía saber
ella que él no? Como si fuera una experta en destellos, magia, mitos, karma,
almas espejo y esas cosas raras. ¿Qué podía saber ella? Lo mismo que cualquiera
que tiene alguna cuenta en una red social. Aparece algún nuevo descubrimiento
astronómico y ¡paf! Para la ira de los científicos de las estrellas, aparecen
los astrólogos y comienzan a hacer predicciones sobre portales que se abren o
se cierran, ciclos que se alargan o se acortan. Ni hablar de nuevas fórmulas en
la física y si se comprueban o no las hipótesis de Einstein; los teóricos de la
mente comenzarán a utilizar analogías actualizadas para explicar la conducta de
la especie. Y el destello puede pasar entonces a ser objeto de miles de reformulaciones
y ¿valía la pena elucubrar más?
Qué tenía que ponerse a responder
ella de esos temas, justo a él. ¿Será un vicio de profesora? Eso de reaccionar
al tono de pregunta sobre cualquier cosa como si supiera. Del destello sí
sabía, pero estaba segura de que esta vez la duda venía de alguien que sabía de
qué estaba hablando y solo quería incomodarla.
Recordó el instante previo a que él
se subiera a la micro en la que luego sostendrían esta conversación inverosímil.
Iba ensimismada en cómo la vista se acomodaba para ver el paisaje y luego las
manchas del vidrio. Un ejercicio que hacía con los alumnos de sexto básico y
que los impresionaba como si fuera un acto de magia, otra magia. Ahora estaba
atrapada entre la ventana y él, haciendo como que respondía preguntas acerca
del destello.
-
Es
probable que las auroras boreales se terminen con el cambio climático.
Se le ocurrió decir eso para
cambiar de tema.
-
¿Y
eso implica alguna consecuencia para los destellos?
Ambos se rieron a carcajadas.
Y ahí estaba de nuevo, el destello
en la risa y los ojos de él. Qué lástima que no viera los colores que surgían a
su alrededor, esos que se movían junto con él y su mirada burlona. Será tal vez
alguna clase de daltonismo específico. ¿En serio no veía las notas musicales
que salían de su camisa y sus dedos?
Estuvo a punto de decirle que lo
estaba viendo de nuevo, que mejor se bajara y corriera a perderse a algún
lugar, porque ella estaría agazapada esperando algún descuido, que no siguiera
jugando a hacerla reír o a hablar de aquél fenómeno porque ella podía ser
muchas cosas, pero no era ciega para los colores y que si él los veía en otra
silueta que se quedara allí porque es un espectáculo de los sentidos que vale
la pena vivir y sobre todo conservar. Si lo veía no preguntaría más a nadie,
menos a ella.
Ella pestañeó y miró su reloj, se
volvió a la ventana.
Tiempo y lugar para parar y bajar.
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