Fui
a verlo a su pieza tres veces hoy, la última vez pensé que había dejado un muñeco
con su ropa, ese polerón negro con un dibujo horrible y una peluca con el pelo
negro y demasiado corto para ser invierno. El muñeco estaba apoyado sobre el
escritorio y movía apenas el mouse con su mano derecha. Los audífonos
explicaban que uno lo llamara hasta diez veces, desde el comedor, desde el pasillo,
desde el umbral de su puerta y él no escuchara nada. Fue una buena idea dejárselos
puestos a ese maniquí que se parecía a mi hijo.
Iba
acercándome para tocar su espalda y al fin bajara a almorzar y casi me dio un
infarto cuando lo oí gritar y saltar de su silla gamer. También Marcelito
se asustó, casi se cae encima de su escritorio lleno de aparatos y gritó una de
esas groserías por las que me reclama cada vez que comento las noticias mientras
preparamos el almuerzo, algunas veces baja y participa. La mayoría de las veces, los fines de semana, estamos sus hermanos y yo preparando todo porque Marcelito es brillante y a la
universidad se le ocurrió empujarlo a que se inscribiera en un proyecto de investigación
con una empresa de ciberseguridad y ya le pagan por eso. Según él es una pega
fácil y le pagan bien.
No
sé, no quiero saber la verdad, solo que cada vez que voy a buscarlo a su
pieza está jugando, hablando y riéndose con gente que no conoce y encima, como
se la pasa viendo videos de españoles y otros que ganan plata mostrando en YouTube
los trucos que usan para pasar de una etapa a otra, se escuchan voces y la
verdad es que Marcelito puede llevar un día completo sin hablar. Tal vez más,
mucho más. Cuando estuve enfermo y en cuarentena, me mandaba mensajes para
preguntar, a veces por obligación, creo, por mi estado y si necesitaba algo. Yo
le mando chistes y videos para tener algo que comentar cuando coincidimos.
Marcelito
tiene veintidós años, no le he conocido polola. Su hermana, Patricia, de diecisiete
lleva como cuatro ya. – Enamorarse no es tan grave papá, deberías intentarlo de
nuevo – debe haber salido a su mamá y qué bueno que sea así y no un tonto grave
como yo, tonto, grave y viejo, debo agregar.
El
mayor, de treinta, Manuel, se fue hace dos años a vivir con una chiquilla que
conoció por un sitio de citas, por internet. Primero no me quería contar porque
sabe que no me gustan esas cuestiones – modernízate viejo, esta es otra época –
pero a la Daniela se le salió un día y me enteré de cómo fue.
Creo
que un tipo viudo como yo no tiene, a estas alturas, nada que ofrecer. Quedé a
maltraer después de tanto terremoto interno por la enfermedad de la Silvia y otras historia.
Debí ser yo quien se muriera, lo dije muchas veces, eso era lo que debió pasar,
pero no todos los deseos se cumplen. No soy de los que idealizan a los muertos,
pero creo que ella hubiera hecho una mejor pega con los cabros. Los tres han sido
buenos estudiantes, ninguno es drogadicto y la única que depende de mí es Patricia
y es por la que tengo menos miedo. Se las sabe arreglar bien. El que me
preocupa es Marcelito y esa sensación rara de que cuando estamos todos juntos
hay algo que falta.
II
Otra
vez me están llamando o gritando más bien, justo cuando estoy en la jugada final
para pasar de etapa. Si escucho, obvio que escucho semejante griterío, si no es
el viejo es la Patricia, pendeja de mierda. Sube todo lo que hace a su cuenta
de Instagram, creo que todo el colegio le debe conocer el culo y las tetas de
tanto que se saca fotos casi en pelotas. – Si te molesta no me sigai, filo, ¡erís
más amargao que mi papá! – Ahora no le digo nada, es una feminista de Ali express, dice
que es su cuerpo y que si quiere lo muestra y si se pasan rollos weá de ellos. Habla
de comerse a los minos del colegio; me da lo mismo, lo que no soporto es escuchar
como llora y solloza algunas noches. Hasta llama a mi mamá.
Menos
mal que el boludo de Manu se fue. Ese me debe como dos millones de pesos, no
importa, ya no vive aquí. Sumando y restando, no me salió caro, tuve que sacar
una parte de mis ahorros para cuando me vaya de viaje a recorrer todo lo que
pueda, pero ya lo repuse y no tengo que escuchar sus quejas de plata, del
modelo, del compromiso político y toda esa mierda. Como si alguien lo hubiera
obligado a estudiar historia, la mamá le dijo – piénsalo, Manu en poco tiempo vas
a querer tener plata para salir, para las citas con tus chiquillas y te vas a demorar
en tener un sueldo más o menos decente – y el saco de pelotas decía que las
cosas iban a cambiar luego, que lo material no importa, que sus chiquillas debían
tener un estilo de vida más acorde a su pensamiento político. Sin comentario
con lo de sus chiquillas. El Manu le pedía el auto al papá para salir,
quería una moto para cuando cumpliera veinticinco, pero ahí la vieja se enfermó
y no se pudo. Y el bolas dice que tiene mala suerte.
El
viejo, mi papá, se transformó. Hubo un tiempo en que andaba como alma en pena
en la casa, llegaba tarde de la pega, creo que se refugiaba ahí de algo que no
sé bien qué es, a veces se ponía a ver películas viejas, o se quedaba dormido,
o hacía como que estaba dormido con unos audífonos de esos que aíslan el ruido
exterior, yo era más chico y a veces quería hacer cosas con él, pero el viejo
andaba en otra, se ponía a leer y al rato estaba mirando por la ventana hacia
afuera o se iba al patio a arreglar una reja o cualquier cosa para decir
después que estaba agotado. Las veces que le pregunté por ese período dice que
no se acuerda. Cuando la mamá se enfermó se portó bien, creo que todos tratamos
de apoyarla, la señora Silvia no se quejaba.
III
Mi mamá no se había dado cuenta, yo sí. Me trató de desleal porque le dije lo que creía
que pasaba. Una noche me dijo que yo no entendía nada, que lamentaría meterme
en temas que no debía. Nunca le había visto una mirada tan feroz como cuando me
dijo eso. Casi me dio miedo. En vez de acercarme más a ella, me acerqué a mi
papá, no le pregunté, tampoco lo critiqué. Me sentaba al lado suyo en el sofá
del living y me hacía cariño en la cabeza, hacía lo mismo con mi mamá y no se
movía un centímetro para hacer como que me quería. Recuerdo que más de una vez, se corrió
para que no me apoyara sobre ella. Hice como que no me había dado cuenta.
No
voy a ser como ella, lo evitaré a toda costa. Ya sé, eso no de dice de una mamá
que murió. Mis hermanos me critican todo lo que hago: la ropa, las fotos, mi
risa. ¿No se miran ellos? Uno, el Manu, todo el tiempo con el pelo olor a rancio
y pasado a marihuana, no sé qué le ve la Daniela; el otro, encerrado todo el
día, dice que con plata se soluciona todo, que un día, cuando junte lo
suficiente, se va a ir y va a vivir como quiere y con quien quiera. No sé cómo
lo va a hacer si no es capaz de conocer a nadie en persona, jura que es lo
mismo que en la internet. Como ha conversado con mucha gente de todas partes
cree que tiene amigos. Tiene una gracia eso sí, se guarda todo y se lleva bien
con primos, tías y el familión de mi mamá. Con su pose de perro atropellado y
buenos modales, todos creen que es un ser de luz. Yo conozco su lado B y no es
nada de bonito.
IV
Si
no fuera por la Daniela no hubiera entendido nunca lo que el viejo decía, – si
no hay conexión no hay nada –. Me lo sigue diciendo, pero a propósito de sí mismo.
Cuando le digo que se busque a alguien, que la Patty va a crecer y no lo necesitará
más, ella juega al abismo, pero va con apoyo aunque se niegue a verlo; que el
ñoño del Marcelito, se va a tener que dar los porrazos que ha chuteado para
cuando salga de su pieza, porque algún día saldrá y que yo, yo ya estoy jugando
mi propio partido sin saber cómo me va a ir. Pagaré mis deudas, aunque todo
cambie, aunque nada cambie.
El
viejo parece empeñado en volverse un ermitaño, no lo admite, pero creo que lo
tiene decidido mucho antes de que la mamá se enfermara. Recuerdo esa
conversación sobre el código binario. Trataba de explicarme cómo pasamos de
esos tarjetones perforados a los computadores cuánticos de ahora, primero me
explicó en un lenguaje lógico y formal – si una variable está presente entonces
se pone 1, si la variable está ausente entonces se pone 0. Me costó mucho entender
cómo se hace para variables continuas o cualitativas o para operaciones más
complejas y los algoritmos. El ñoño de Marcelo, cachó todo y súper rápido. Yo
necesitaba un huiro para cachar y como el papá vio mi cara de no entender
nada, me dijo – te lo voy a explicar en lenguaje de calentón, tú andas con un
montón de chiquillas, te gustan, crees que cada una tiene su encanto, tratas de
verles el lado agradable a cada una, pero en algunas hay algo que te gusta,
variables presentes, o no te gustan, variables ausentes, 0 –. Ahí empecé a
entender, en lenguaje de calentón.
Después,
se largó en una confesión, – a esta edad, a lo mejor durante toda la vida, lo
que uno busca es conexión con alguien, como la ventanita de la novela de Sábato,
una conciencia compartida, ¿cómo supiste que Daniela anulaba a las otras chiquillas?
– Ya,
por el código binario, conexión presente = 1
Me
quedé con muchas preguntas, pero lo dejé hasta ahí. El viejo no quiere conformarse,
a lo mejor agotó sus puntos de red y ya no puede conectar con nadie.
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