sábado, 10 de diciembre de 2022

Susurros florales

 


Las verdades se cuelan por los intersticios de los argumentos falaces, eso pensaba desde siempre doña Hortensia, había visto su nombre mal escrito tantas veces, que llegaba a dudar, ahora, a sus 75 años, de si se escribía con c o con s.

¿Desde siempre? Exageraciones no más, no se puede saber desde el cero, aunque algunas teorías de la creación, esas que hablan del alfa y el omega, así lo promulgan. Ya todo está nombrado, todo dicho y por lo tanto determinado. − ¿Cómo va a ser cierto eso?

Culpaba a su hermana muerta hacía no poco tiempo de lo que le había ocurrido y ahora tenía una leve esperanza de que pudiera referirse a ese tiempo en pasado, con formas verbales taxativas y ominosas. Ya pasó, ya fue como decía la señora Rosa que la cuidaba o como decía el hijo menor de ella ¡ah ya chao! Cuando quería decir que cambiaran de tema o que no valía la pena esperar, esforzarse o siquiera pensar en algún tema o acontecimiento.

-       ¿Qué culpa puede tener su hermana Clavelina Sra. Hortensia? No está bien hablar mal de los muertos, imagínese lo que dirán de una después.

-       Imagínese intentar vivir simulando la vida al gusto de los otros No me importó la opinión de los demás cuando estaba viva y me va a importar ahora.

-       Oiga, ¡pero si todavía no se ha muerto!

-       ¿Está segura?

Los diálogos con la Rosa eran siempre así, cada una hablaba por separado con frases que parecían hilarse, pero no tenían nada que ver unas con otras. Tiempos verbales ominosos, sonaba bien pero no aplicaba ese calificativo exagerado; más bien aplicaba para el período post pasado y antes del presente. Ese tiempo en que estuvo renegando de sí misma y sintiendo que muchos acontecimientos eran injustos y más injusto aún era que siguieran ocurriendo y no estuviera bajo su control mejorar la situación. Como por ejemplo que se muriera la Clavelina antes que ella.

-       Ay, es que me sigue mandando besitos en las noches el fresco de Lirio.

-       ¿Y por eso cree que está muerta usted?

No le iba a decir a Rosa que se había despertado con la sensación de besitos soplados en su hombro y en su cara. En un momento se incorporó y creyó que había entrado un gato por la ventana y estaba despertándola con su aliento y besos de gatos. Se sentó y no había gato, perro ni nada.

La imaginación, la conciencia confundida de una vieja, en especial una que se pasea en este mundo y el otro. Esa era su explicación- Desde siempre supo que había que tener cuidado con lo que se lee y con las canciones que se escuchan, incluso sin querer, porque parece que una parte del cerebro guarda canciones en la conciencia hasta que se aprende a hablar el idioma en que están escritas para descifrarlas y volverlas a escuchar en distintos momentos. Operan igual que la banda sonora de las películas, aparecen para intensificar la emoción o para explicarlas.

-       ¿Será que una se programa para vivir las situaciones descritas en las canciones o en los libros que leyó?

-       Ya empezó a hablar sola Sra. Hortensia, me carga cuando hace eso porque intento decirle algo y usted sigue como si no escuchara.

-       Rosa, una siempre habla sola. Las palabras son tramposas. Cada uno entiende lo que quiere.

-       ¿Se acuerda cuando la acompañé a ver las esculturas en movimiento?

-       Quedaste impactada con esa donde había una esfera de palabras que flotaban.

-       Letras

-       ¿No hubiera sido mejor que fueran palabras? Palabras que nos dirigen la vida sin que sepamos.

-       Ya va empezar con sus cosas raras, voy a buscar los remedios de la tarde mejor.

Simpática la Rosa, se hacía la de las chacras, pero entendía más de lo que se atrevía a confesar, temía contagiarse con la forma de razonar o de perder la razón de la Sra. Hortensia. Tenía ya suficiente con sus propios monstruos y fantasmas traídos del país en dónde creció y que su familia se vio obligada a dejar. No quería pensar en ese tiempo. Fueron años de adaptación, de prejuicios y maltrato. Sospechaba que la Sra. Hortensia tenía más historias de las que confesaba, historias de toda clase, pero no estaba segura de querer conocerlas ¿y si era cierto eso de que las palabras y las canciones la predicen a una? Ya se había pillado poniendo atención a las que escuchaba ella y no eran nada de felices, pura nostalgia, puras despedidas.

-       ¡Ay mujer! Tampoco es tan mecánico, son algunos versos, algunas ideas que después se puede abandonar para agarrarse de otras.

-       Quiero saber de cuáles me estoy afirmando ahora.

-       Agárrate de lo quieras, de lo que te haga mejor no más. Total, una reafirma lo que ya sabe.

-       ¿y cómo sabe una que ya sabe?

-       La libertad es difícil Rosa.

Así Rosa sabía que Doña Hortensia no quería seguir hablando, decía cosas para ella misma.

Doña Hortensia no quería contagiar a Rosa con sus conceptos, que los descubriera solita, con costalazos a su medida, aunque, aunque le dijera mil cosas al minuto los costalazos son siempre a la medida de lo que cada uno puede soportar ¿no? Recordó sus tiempos de encierro en el pozo. Cuando leyó a Murakami pudo nombrar así esos períodos de ensimismamiento y de pasividad extrema. Esos tiempos de oscuridad y silencio internos en donde, al principio, esperaba que los acontecimientos se ordenaran solos, pero que luego descubrió correspondían a un retiro de todo para recuperar las fuerzas y hacer lo que debía, lo que se debía a sí misma. En el pozo aparecían sombras que corren más rápido que la mirada, más versos y sensaciones sin nombre que en un momento específico, determinado por quién sabe qué fuerzas, le susurraban que ya era tiempo de salir.

-       Hay que dejar tranquilas a las personas que están en el pozo, no hay que apurarlas. No tienen respuestas, ni opciones, están atrapadas en sus jaulas imaginarias. Solo ven los peligros de la acción.

-       Me asusta cuando habla del pozo.

-       ¿Qué te asusta? ¿encontrar otras posibilidades? En el pozo me di cuenta del significado del antónimo del miedo.

Rosa pensaba que era otro concepto rebuscado de Doña Hortensia, pero, cuando estuvo en su propio pozo advirtió que era de una simpleza casi absurda.

-       A ver Doña Hortensia ¿después del último período en el pozo decidió que quería vivir aquí?

-       Rosa la pillina. Así fue, la muerte de la Clavelina fue la culpable.

-       ¡Ya salió Doña Clavelina al baile!

Hortensia sentía que Clavelina la había empujado, que ella le había susurrado en el pozo que saliera de una vez hacia el agua y nadara aunque sintiera que se ahogaría y que nadie la rescataría. Eso hizo y no le importó que nada se hubiera ordenado o que las canciones dieran vueltas y vueltas en la misma dirección y ella quisiera ir en la opuesta.

Se fue de a poco, por días, semanas hasta que se sintió en su lugar. Oía susurros diferentes, algunos ininteligibles o sería el tinnitus de los viejos. Lo que fuera se parecía a lo que quería oír. Como siempre, como los sueños, como los besos de Lirio en su hombro.


David Bowie, Absolute begginers, https://youtu.be/o_cHvtPB2dY


sábado, 3 de diciembre de 2022

Los ojos de Mo Farah

 


Pasados seis meses en que usted no logra autocontrolarse después de su pérdida, cualquiera haya sido esta, es necesario consultar con un especialista para que evalúe.

Eso decía el folleto que estaba en la sala de espera del dentista sobre la depresión. Debí consultar hace rato entonces, pero no es que no me controle. Al revés, nunca he perdido el maldito control. Hago todo lo que tengo que hacer y lo hago bien. Si hay que sonreír, sonrío, si hay que bailar, bailo. Si hay que bromear, bromeo. Todo el día, todos los días. Cuando duermo no, porque en sueños vuelve a aparecer. Ahora menos, pero me despierto varias veces y lo primero que veo es su cara. Un poco menos en el último mes, a veces incluso no sucede y como soy una freak, entonces extraño su imagen o lo que añoro es a mí mirándolo, sintiéndolo.

Antes, en el insomnio me entretenía imaginando que podía escribirle una carta, o inventaba diálogos ficticios, con distintos temas, en estados de ánimo diferentes. Siempre bien eso sí. En algunos inicios de cartas le decía que sus ojos eran hermosos como los de Mo Farah, grandes, profundos, oscuros y escrutadores, a veces como los de un cervatillo que mira con inocencia el bosque sin advertir al cazador, otras como un águila que escanea el campo para atrapar a su presa. Le decía que entendía todo lo que me quiso decir solo por la forma en que me miraba las últimas veces. Yo estaba tan muda como él. Él quería aferrarse a la vida, yo solo quería que estuviera tranquilo, sin dolor. Aún si eso significaba que debía dejarlo solo.

Otras veces empezaba a decirle que le había dado chocolates, canciones, poemas ajenos, conexiones inexplicables y agua. Mucha agua. En forma de lluvia, de té, de riego para las plantas, de mar para que flotara y descansara. Después no sabía cómo seguir porque me daba mucha pena y de tanto llorar me agarraba el sueño. Un llanto suavecito, sin respirar muy fuerte para que nadie se fuera a despertar. El silencio me dormía.

Ahora trato de cansarme haciendo muchas cosas, viendo mucha gente, armando proyectos que no me interesan, pero que pueden llegar a ser un refugio algún día.

Desde que se fue he hecho cosas que nunca pensé que haría. No han resultado del todo bien, algunas mejor de lo que esperaba, otras han abierto abismos que desconocía, cavernas, ¿un laberinto? Uno cuya salida aún me es esquiva.

El folleto dice que hay diferentes formas de vivir el duelo, que las pérdidas hacen reevaluar muchos ámbitos en la vida. Debe ser cierto porque a mí se me desordenó todo. La brújula habrá enloquecido sola. De pura pena. Encuentro bien poco OCDE en todo caso que una sea igual que todas las personas, que las reacciones sean similares, aunque las historias sean todas distintas. Hasta querer ser diferente es igual. Todos queremos serlo.

Lo importante es que parezco estar bien, muy bien, más que bien. A lo mejor lo estoy y esto que pasa por dentro es lo mismo que viven todas las personas normales como yo. Soy una freak, pero normalita, piola. Lo bueno de venir al dentista es que uno no puede contestar, es desagradable todo lo demás: abrir la boca tanto rato, esa manguera succionadora de saliva, los dedos enguantados del odontólogo. Lo peor es el sabor de esa masa que sirve de molde para la placa que amortigua la mordida. Claro, tengo bruxismo. A veces no puedo abrir la boca en la mañana de tan adolorida que amanezco. He despertado por el chirrido de los dientes presionándose unos a otros. Cuando vine a hacerme el presupuesto, ese que después te pasan con el cincuenta por ciento de descuento y que uno juega a que cree en tamaña ganga, lo primero que me dijeron era que si no me hacía esa protección podía perder piezas dentales y eso sería fatal. Así es que aquí estoy, en la tercera sesión en que me prueban esa cuestión. Me felicitaron por no tener caries, sonreí como una niña chica que recibe un sticker por portarse bien.

 

Me he ganado muchos stickers en la vida. Por diferentes cosas, solo sé reírme de eso. Nada me parece serio o importante. Cuando miro hacia atrás tengo la sensación de que no tenía cómo fallar. En algunos temas no lo he hecho bien, he reprobado el curso, pero ya me rendí. No pienso intentar de nuevo, nunca más. Por lo que sea que dure ese nunca más.

Stickers por portarse bien.

No me ha ido bien cuando he tratado de portarme mal. Una vez, solo una vez, me escapé del colegio. Me sentí rebelde, libre, grande, solo para descubrir, media hora más tarde, que habían dejado salir a todos más temprano ese día. Cuando mi curso se puso de acuerdo para dar la espalda a un profesor, yo no lo hice porque no lo encontraba justo. Tampoco me uní al bullying a una compañera que no tenía como defenderse ante la agresión de tantos. Tenía los trabajos de la universidad en la fecha prevista, estudiaba para la primera fecha de la prueba sin confiar en que la cambiarían. Así era, correctita, fomecita, controlada, bien portada. Debí seguir así.

Una parte de mí sigue así.

¿Será ella la que nunca pierde el control? La que no desarrolló una depresión clínica como dice el folleto de la sala de espera. ¡Otro Sticker por estoica! Y otro más por chistosa y por inteligente, tres más.

Era el orgullo de mi madre. Y era difícil de satisfacer la madre. Tan irónica para todo, a veces no sabía si me hablaba en serio o no. Aprendí pronto, no hay que confiar, hay que escuchar el tono de voz, la inflexión, esas leves inclinaciones de la voz que pueden cambiar por completo el significado de un verso.

Tengo que apurarme para ir a atender el negocio. Hay días buenos, se vende harto. Siempre supe que era una buena idea, pero me demoré mucho en convencer a alguien. ¡Que no pueda hacer nada sola! No sé de adónde me vino eso.

Éramos dos. Ahora solo soy yo. Tal vez por eso no me importa nada.

Me dijeron que adoptara un gato, que me alegraría y me acompañaría. Siempre he odiado los gatos, desde que uno se me lanzó de una pared sobre los hombros y me asustó tanto que boté todo lo que llevaba en la mano, incluidos los huevos que me habían mandado a comprar. Adopté al gato. Un fracaso, ni un nombre se me ocurrió para él. No congeniamos. Intenté acariciarlo, pero se escapaba cada vez que yo creía que ahora sí teníamos una especie de vínculo. Ni fotos le tomé, ni como recuerdo siquiera. En vez de fotos me dejó una cicatriz imborrable. No entiendo tanta veneración por ese animal. En mi departamento sería una crueldad tener a un perro, por eso no tengo uno. Los perros me gustan.

Quisiera parecerme a un gato. A veces a un tigre, otras a una pantera. Supongo que soy un hámster más bien. Corro en círculos verticales.

El dolor de él terminó. Se despidió de mí de varias formas. Intentó tranquilizarme, sé que lo hizo de buena fe, que de verdad quería que me calmara, que siguiera mi vida como siempre. ¿Acaso no es eso lo que he hecho? Seguir como siempre, mejor que siempre. Sin él. Como siempre.

Hace dos meses me dijo “esta es la última vez”, traté de retenerlo, de sujetarlo un rato más, pero era obvio que debía estar en otro sitio. Quise abrazarlo, pero solo sentí mis propios brazos, lo atravesé como a un fantasma. Recuerdo su expresión, los ojos de Mo Farah de nuevo, diciendo más de lo que las palabras pueden traducir. 

Maldito folleto, ahora me da vueltas eso de que debiera hacerme ver. ¿Y qué voy a decir? ¿Qué me quedé pegada? Que no me sirve nada de lo que me digan, que ya no hablo del tema, que nunca lo hablé más bien, pero que estoy OK. Que no pienso siquiera abandonar la posibilidad de sentir, de extrañar, de querer a quien hace tiempo es un fantasma que sonríe desde una foto. Un fantasma que me convierte en humana a través de la nostalgia. Incluso de la nostalgia de mí misma.

No. No voy a ir a ninguna parte.


miércoles, 30 de noviembre de 2022

Dónde están las tazas

 


Foto de Archie Binamira


Me dediqué a observar a la Consu, hace rato está rara ella. Creo que se junta demasiado con sus amigas, se ha puesto grosera para hablar y no me gusta eso. Detesto la ordinariez en el lenguaje ¿cuál es la necesidad de hablar como hombre mal educado? Tomo su mano cuando lo hace para tratar de calmarla, creo que hay palabras más potentes que un garabato para expresar la rabia. No se da cuenta de cómo ha ido cambiando. Será la edad supongo, antes era más dulce, más atenta conmigo. No es que no le importe o ya no me quiera, pero el otro día me levanté como siempre para ir al trabajo y ella no hizo ningún gesto para ir a servirme el café.

−¿dónde están las tazas?

 donde siempre.

Sí, yo vivo aquí, pero nunca me he fijado en esas cosas. Me fui enrabiando de a poco, no encontraba el café, el endulzante, el pan para tostar ¡nada! Sin querer iba abriendo y cerrando cajones con fuerza, haciendo ruido. Me fui sin tomar desayuno al final y ahí seguía ella, con su computador en la cama, viendo una serie, leyendo algo, no sé. La llamé al mediodía, siempre le pregunto por los niños, los niños tienen 24 y 26 años, por sus actividades del día y por lo general me informa con detalle y yo hago como que la escucho, aunque, en realidad, hojeo cosas de la pega y cuando termino, le digo que la quiero mucho y que tenga una buena tarde. Esta vez hice lo mismo, pero parece que dijo algo diferente, no la escuché, se dio cuenta, se enojó y me colgó.

Cuando llegué no estaba en la casa. Hacía no tanto decidió que iba a retomar su profesión, es kinesióloga, como ganaba tan poca plata, habíamos acordado que ella se quedaría en la casa, porque su sueldo era un poco más de lo que deberíamos pagarle a una nana, sin considerar el gasto en bencina, los problemas de la pega, lo típico. Al principio no estuvo muy convencida, pero cuando tuvo al primer crío, lo único que quería era estar pegada a él todo el día. Ahí le resultó lógico ser ella y no cualquier mujer, la que lo criara, estimulara, cuidara, jugara. En fin. Ahora dice que va a domicilio a hacer ejercicios para gente con diversas lesiones musculares. No sé si gana plata, si vale la pena, pero si le pregunto, me responde casi ladrándome, así es que no le digo nada. No nos falta nada, los gastos están cubiertos, tengo la tranquilidad de que tomamos buenas decisiones mientras pudimos, ella podría estar descansando en la casa, pero no, le dio por salir, por juntarse con sus amigas, cada una con tremendos dramas familiares, no sé qué puede hablar la Consu si hemos tenido una vida tan feliz los dos, siempre he hecho lo que ella quería. Además, tampoco es que se caracterice por su simpatía, es impertinente, dice lo que piensa, más o menos. Sé que mi familia no la quiere mucho, pero qué me importa. Nunca me ha importado lo que digan de mi o de ella, qué saben los demás. A lo mejor son las hormonas, las viejas se ponen como embarazadas, lloronas, enojonas, cambiantes, lunáticas, eso dice mi suegra, que la entienda, que ella pasó por lo mismo. Me cae bien mi suegra, nos llevamos bien, se parece a mi mamá, es como mi mamá en realidad.

Me toma la mano cada vez que digo un garabato o me rio fuerte o digo algo con lo que no está de acuerdo. Un día hice un pequeño experimento, no le serví el café en la mañana, como siempre lo he hecho, como si fuera mi obligación, me preguntó dónde estaban las tazas, ¿Dónde van a estar las tazas, en el baño, el patio, el comedor? Le dije − donde siempre −, no reclamó nada, no preguntó, pero desde el dormitorio podía escuchar como abría y cerraba los estantes, el ruido de los cajones cerrados con furia y el portazo al salir. Es como si no viviera aquí, como si estuviera de visita y no supiera nada de lo que pasa. A lo más – hay que arreglar la llave del baño, mejor cambia esa lámpara, ¿compremos un toldo? – eso significa que yo debo lidiar con maestros, regatear los presupuestos, vitrinear en las páginas de internet. Muchas veces siento que hablo sola, que me dice – Sí, si mi gordita –, pero no tiene idea de lo que hablo, si me río, se ríe, si me callo se calla, si me enrabio con algo, se va. Nunca he sido escandalosa y no lo voy a ser ahora.

Hace poco cumplí cincuenta y me pasó algo raro, fue como si de la adolescencia ridícula, intensa y sentimental, hubiera saltado al último suspiro de la adultez. Desde los 15 años que no me dolía tanto la guata o me tiritaba un ojo como en la universidad antes de los exámenes y no tengo problemas según mis amigas, tengo todo y más porque Julio es tan buen marido, trabajador, responsable, chistoso y todo lo hace por la familia. Mi mamá le da la razón en todo, desde que nos casamos que me repite lo mismo – cuídalo, hombres así ya no hay, no le pongas mala cara, mira la casa que tienes –-. Hasta el día de hoy me dice qué le gusta comer, cómo hay que preparárselo, igual que cuando empezamos a pololear. Lo compara con mi padre a cada rato, un tipo mujeriego, mal genio, controlador, que se fue con otra mujer cuando yo tenía nueve y mi hermana siete. Mi mamá quedó cagada de la cabeza con eso y parece que Julio, de una manera muy torcida, encarnara una reparación del destino en su hija mayor.

Una tarde se me ocurrió hacer otro experimento. Julio me llama al mediodía, a la misma hora, desde que nos casamos, hace 27 años. Siempre lo mismo: cómo estás, cómo están los niños, si hay alguna novedad. Muchas veces le he preguntado algo y me ha dicho - ¡Ah qué bueno! – Me manda un beso y la frase de siempre – te quiero mucho, nos vemos en la tarde o en la noche –. Si lo llamo en una hora que no corresponde, cualquier hora puede no corresponder, me dice – estoy ocupado – y sería todo. Eso significa, – resuelve tú o me importa tres hectáreas de pepinos lo que me tengas que decir –. Ya sé, le pongo color, pero ¿qué sería de la vida sin color? Me llamó, le contesté como siempre y le dije que había reservado el fin de semana para los dos en un hotel en la playa, no era cierto, era solo para comprobar lo que ya sabía.

– ¡Ah que bueno!

– ¿Sabes de qué te estoy hablando? A ver ¿qué te dije?

Te quiero mucho, nos vemos a la tarde o a la noche

No tenía ni la más mínima idea, le corté.

Sí, es un buen tipo, leal por sobre todas las cosas. Una amiga me dijo el otro día- estás como esas señoras que dicen – es bueno, no me pone el gorro, no me pega – nos reímos a carcajadas. Como sea, lo quiero, sí, lo quiero. No me imagino la vida sin él. A lo mejor son las hormonas, eso dice el ginecólogo.

Volví a trabajar, conseguí peguitas chicas, con amigos, después de no trabajar hace tanto, nadie me va a dar trabajo en serio. No gano casi nada, Julio se burla, dice que no me alcanza ni para la comida del gato y es verdad, pero me siento bien. Me pasa algo raro, hasta me molesta que me diga que tengo que cambiar el auto, que está muy viejo y ahora los están pagando bien. Dice, es tu auto, pero lo compró él, no es mío. No sé qué me dio, estoy mal.

Teníamos un acuerdo tácito, no discutiríamos en público jamás de los jamases. La Consu se callaba cuando no le gustaba algo que yo decía y después, con calma y paciencia me explicaba qué le había molestado y yo, con toda mi voluntad en entender, porque dicen que a las mujeres hay que escucharlas para que se sientan queridas, trataba de defender mi punto. Ahora, parece que el acuerdo no le parece satisfactorio porque me contradice a cada rato, delante de quien sea. A veces se ríe de mí y esa cuestión no la soporto ¿qué se cree? - ¡y dale con los garabatos!, ¿qué viene después? – así se va perdiendo el respeto en las parejas. Mi suegra se lo dice a cada rato.

He hecho de todo para que sea feliz, he dicho que sí a todo lo que quiere. A estas alturas solo quiero calma, irme a un lugar donde pueda leer tranquilo, escuchar la música que me gusta, un clima suave, ¿alguna playa del norte tal vez? Y ella me pregunta que si entra en mi plan de retiro.

 

Se puso viejo de repente, se calmó, no sé, ya ni pelea conmigo: Estamos en novelas desacompasadas, yo como que vengo despertando, quiero salir, aprender cosas, probarme, pasarlo bien, me lo he pasado cuidando gente y él solo habla de la muerte, de cuando se enferme, si lo voy a seguir queriendo. Puras huevadas. ¿Qué quiere, una enfermera o una mujer? Si tengo suerte, me moriré antes, no sin bailar, no sin pelear, no sin sentir. Hace poco me expuso su idea del retiro, de cuando seamos más viejos, cuando lo escuché, quedé sin palabras. Abrí una botella de vino y me fui al jardín

 

La perseguí al jardín

–¡claro que estás en mi plan!, ¿no te gusta la idea de estar acompañándome, cocinar algo rico para los dos? No entiendo ¿entonces no era un sueño compartido?

Fui a buscar otra copa a la cocina, le serví vino hasta casi el tope. Fui incapaz de responder, no supe por dónde empezar.

No me dijo nada. El silencio fue más elocuente que cualquier respuesta suya.

 

Toto, Make Believe https://youtu.be/gYXMeFtonmM


martes, 29 de noviembre de 2022

Una chica lista o una lista chica

 

Foto de Ron Lach

A ella, a los dieciséis años, ese consejo del orientador de su colegio le sirvió y nunca dejó el hábito. Cuando digo nunca, es nunca o siempre, que es lo mismo que un hasta ahora sin interrupciones. Ducha a las 7.05, primero el champú, luego el enjuague del pelo para dejar el acondicionador actuar por tres minutos, en ese tiempo, con una esponja natural, esas que se pudren lueguito, aplicar jabón por todo su cuerpo y luego dejar correr el agua por toda la superficie. Tenía que ser una esponja natural porque, además de todo, hay que ser ecológicas y no contribuir a la presencia de microplásticos en el mar. Debía terminar con un chorro de agua fría para concentrarse. Vestirse. Tomar desayuno: té con leche, pan tostado con mantequilla. Sentarse dos minutos para soportar las náuseas. Agarrar la mochila y partir. Si tenía prueba, debía recordar los temas que había estudiado. Si no había prueba, podía saltar todas las rayas de las veredas, contar autos de un determinado color o las veces que saludaba a cualquier persona en el camino. ENFOCARSE, ese era el objetivo. Tenía una libreta pequeña donde anotaba un punto por cada tarea del listado y los distractores cuando no había podido cumplir. Los días eran soportables si podía completar la lista, así no dejaba tiempo para la imaginación o fantasías dañinas como decía su orientador. Alguien tan talentosa no podía desperdiciar su tiempo en ocupaciones pedestres como divertirse a la salida con sus compañeras ¡menos con los compañeros! − Soy hombre, por eso se lo digo Señorita. En relación con ese tema, le recomiendo hacer un listado también, pero no ahora, en unos años más, cuando haya conseguido algo en la vida − . Diez años después tenía al menos ocho cuadernos de cien hojas, con cuadriculado chico, lleno de listas, listados de obligaciones, de libros por leer, de películas por ver, de lugares por visitar, de materias por estudiar, de deseos por cumplir, de fantasías por desarrollar, de delirios en los cuales zambullirse, listados de lo que no había hecho por hacer listados. Listas y listas, de una chica, ya no tan chica, que parecía lista y no lo era tanto como creía el orientador y algo más de lo que ella creía de sí misma. Se equivocó el orientador, por no incluir el listado de las fantasías permitidas en el desarrollo de la chica lista, el listado de sueños aumentó en forma peligrosa de tamaño, de modo que ya no cabía en cuadernos y ya no se podían escribir en forma vertical. Eran redondas, sinuosas, en espiral, en subidas y bajadas. Por hacer listados atrasados, se tituló con retraso. Por vivir solo entre mujeres, el único referente de hombre-sucedáneo-de-padre que tuvo fue el orientador que la convenció de que su talento era suficiente para todo. Una chica lista no necesita ser linda, o seductora o bailar bien. Un chico listo no la miraría por esas cosas, se acercaría por su capacidad. 

Ventajas de una chica que por lista no fue chica. Ventajas de no tener listas. Ventajas de no conocer un chico listo, listillo o que se pase de listo. Ventajas de conocer un chico listo, no tan listo y que no haga listas. 

No sé por qué me hice su amiga. Aburría a todos, a mí también, debió ser mi tendencia a identificarme con las personas que los demás dejan solas. Creo que me llamaron la atención esos papelitos que olvidaba por todas partes con listas de cosas, desde sus gastos en dulces y golosinas, hasta de los depósitos que su padre debía de la pensión de alimentos, pasando por cualquier cosa en realidad. Creo que logré convencerla de que los listados no servían para todo, que tenía que relajarse. Creo que me largué en un discursito cliché buena ondis, cuántico, multi universal y también hice una lista:

Amiga, para dejar de hacer listas tienes que:

-       Reconocer y gestionar tus emociones.

-       Usar flores de Bach

-       Recurrir a los imanes

-       Fluir con el universo o entre universos

-       Meditar para vibrar más alto

-       Tienes que desapegarte, soltar.

-       Trabajar tu ego para identificar su influencia

No entiendo ni papa o ni coco, si prefiere la fruta en vez de un tubérculo, pero he visto que los remedios de moda en Instagram y Tik Tok son esos. Como el destino hace lo suyo, eso dicen también, yo misma le presenté a un chico listo, listo, súper listo y lindo, muchas eles, pero un poco longi; se lo advertí − Recuerda, el chico listo, es hombre. − Eso dice una cuando quiere decirle a su amiga que no se enamore porque la lista de daños y perjuicios no aparece ni en la letra chica de ese contrato. Tampoco se le dice que cuando una advierte los peligros, suele ser demasiado tarde. El chico listo la dejó y al poco tiempo comenzó a salir con otra chica, que no supimos si era lista. Queríamos creer que no, porque una amiga solidariza al pensar y explicitar que no había nadie mejor para él que la chica lista que es amiga de una. Porque las chicas tenemos un código, lo que no nos gusta ver es que la nueva chica también tiene amigas y acordarán que el chico listo tomó la mejor decisión.

Congeló un semestre, no me contó. Se fue a vagabundear. Algo se conmovió en el corazón del padre cuando supo de lo triste que estaba por el chico listo, tanto se afectó que pagó la deuda completa de la pensión de alimentos con intereses retroactivos. Dejó sus ocho cuadernos de listas, más un montón de papelitos inconexos en un closet de la casa de la madre ¿Cómo sé de eso? Porque, igual que el diablo vendiendo cruces, también me enamoré de un chico listo, lindo, luminoso, locuaz, libanés. No, ¡ja!, eso lo puse solo para agregar otra ele. Egresó de derecho antes que nosotras. Lo conocí en una toma, la energía universal fluyó y fluyó tanto que anduve flotando por un semestre completo. Necesitaba a mi amiga que me aterrizara, pero ella se fue. Ni mil agujas de acupuntura lograron hacer que bajara de mi globo de color. Hasta que el costalazo fue tan terrible que ella, desde donde estuviera, se acordó que existía y me escribió. Me dijo que buscara en su cuaderno número ocho, en la página 155, segundo párrafo, encontraría el listado que necesitaba para cuando me diera por extrañar a mi propio chico listo. ¿Adivinó?:

-       Guarda fotos de su actual polola y la miras cada vez que quieras verlo, llamarlo, escribirle

-       Acuérdate de todas las veces que esperaste y no llegó.

-       Una canción puede hacer una diferencia: solo escúchalas cuando no puedas escribir en el teléfono.

-       Renueva la playlist.

-    Como sea, para tu bien y para tu mal, tu chico listo es hombre, no por listo deja de pertenecer a esa especie y está entrenado para serlo. (¡incluyó aquí lo que le dije!)

Eso hago, miro la foto de su polola, ahora novia, cada vez que lo extraño y me hace bien, me acuerdo de cuando lo necesité y no hizo ningún amago de acercarse, cambié mis canciones, aunque no sirve de nada y me acuerdo de que Mr. Darcy no es hombre, es el personaje de una novela.

Lo mejor de cuando la chica lista regresó es que nos juntamos cerca de la universidad una tarde y casi de forma simultánea llegamos a una conclusión que nos devolvió las carcajadas, es obvia, si usted es o fue una chica lista y más si es o fue un chico listo.


George Michael, Father Figure https://youtu.be/m_9hfHvQSNo

https://youtu.be/9yBYRlh3foA



domingo, 27 de noviembre de 2022

Los jueves un café 1,5

 

Foto de Esra Afsar


      No. No me interesa conocer a nadie. Me cargan esos sitios de citas y no, para estar con tipos indefinidos, que no saben lo que quieren, que a veces sí que a veces no, chao. Tengo temas más importantes que resolver

      Claro, te entiendo, pero a veces una está tranquila, con la vida muy predecible y de pronto sucede algo distinto. A mí no me pasan esas cosas, pero tienes razón. Si por alguna cosa rara me diera por buscar a alguien, me gustaría un tipo jugado, uno que tuviera claras sus cosas. Y de esos, a estas alturas, ya no quedan.

      Sí, abundan los Ashley Wilkes y escasean los Rhett Butler[1].

      ¿Te acuerdas del profe de estadísticas? Ese que nos decía “lo más probable es que suceda lo más probable”.

      ¡Uff, insoportable!

Estaba tratando de comenzar de nuevo. No tienes idea de qué ha pasado conmigo todos estos años. No me atrevo a contártelo. Cuando nos despedimos tenía tantos planes, las cosas me salían bien. Siempre fui disciplinada, obsesiva, decían mis amigas. Cualquiera hubiera dicho de mí que mi futuro era prometedor. No sé cómo pasó que di con malas decisiones, casarme fue una de ellas. Un fracaso que llevó a otros. He recomenzado tantas veces que no sé si hay una salida. Ahora empezaba a verla. Quizás era y es mi determinación de que ahora no me queda otra que hacer las cosas bien y asegurar en algo mi vejez y la vida de mi hijo. Vienes, casi como caído de otro planeta y te atreves a revolucionar todo. Apenas soporto tu amabilidad, dulzura y la intensidad que resurgió después de un millón de años. Éramos jóvenes cuando nos enamoramos, como se supone que tiene que ser, pero te fuiste a Alemania porque no tenías alternativa. Me dolió, sufrí, pero la vida siguió. Cuando nos vimos allá, y Daniel, mi hijo, tenía 3 años, conocí a Viveka, tu esposa y a tus hijos. Me dio gusto verte feliz. Fue como esas imágenes en donde todo se ve bien y real. Tú y ella se veían hechos el uno para el otro. Que a veces me miraras con algo de nostalgia supuse que era lo normal. Algunas emociones resurgen sin que impliquen nada más que la conexión inicial con alguien. Me gustó ver que habías hecho lo que estaba bien hacer. Es que no sé cómo es que estoy metida en esto. Ritter me ubicó a través de mi hermano que vive en Suecia. Llevaba meses tratando de encontrarme, Ya sabes, no aparezco en ningún sitio de la web. No uso ninguna red social, en fin. Se dedicó a buscarme y resulta que ahora viene a Chile, quiere verme y no tengo idea ni siquiera de dónde llevarlo.

      No sé qué es lo que te complica. Llévalo a pasear al barrio Italia, hay terrazas, bares, restaurantes, caminan y ven qué les tinca.

      ¿Y si quiere acostarse conmigo? Ha estado demasiado cariñoso por teléfono y por WhatsApp.

      ¡Ay!, qué terrible ¿no?

No lo puedo creer. Estamos tanto más viejos y no puedo entender tanta chispa, tanta intensidad, tanto magnetismo entre tú y yo. ¿Serán los años que llevo sola?, ¿será que he embellecido tu recuerdo todos estos años? ¿te veo mejor de lo que eres? ¿me ves tú a mi como la jovencita que se enamoró de ti a los veinte años? No ves a la mujer que ha tenido que dar batallas muy duras. No tienes idea del punto en que me perdí y que, en lugar de cumplir todos mis planes, uno a uno se fueron desmoronando. No tengo explicación para saber qué fue lo que me pasó. Mi amiga, con la que tomo café los jueves, me lo dijo, a veces las cosas pasan cuando no esperas nada Es que parece maldición. Estoy complicada, cada día que ha estado aquí y nos vemos es mayor el peligro de caer, de hacer algo incorrecto. No por pechoña, por miedo a sufrir de nuevo. Mi perspectiva ha cambiado con los años. Ya no tengo claro qué está bien y lo que no, no al menos a estas alturas de la vida.

Te fuiste unos días a pasear al norte, a ver a otros amigos. Quizás despejes tu mente. No dejaste de escribirme. Seguiste alimentando esta cosa que me pasa en todo el cuerpo. No sé qué hacer. Si hablo siento que te empujo a hacer algo que puedes lamentar. Si no hablo, siento que me traiciono yo.

      No me imagino su cabeza después de estar conmigo. Cuando vuelva a Alemania y salude a su mujer y a sus hijos y yo sea como esa borrachera que quiere olvidar

      O un recuerdo de lo que era el amor. De lo que era sentir la piel despertando de nuevo, la risa que inunda la vida por nada, el tiempo que se detiene o que pasa como un abrir y cerrar de ojos. La conexión con otra alma.

      Eso es lo que me pasa con él

Volví. Saludé a Viveka y a los hijos. Los abracé mucho. Un abrazo extraño. Ni yo era el mismo que abrazaba ni ellos parecían pertenecerme como antes de ver a Liliana. De algún modo sentí que ya no estaba en esa casa. Recorría una a una las habitaciones, lo di todo para que las cosas funcionaran bien para todos. Era mi responsabilidad. Viveka ha hecho todo y más también. Cómo quisiera poder quererla como alguna vez. Cómo quisiera poder hacerla feliz sin sentir que me niego a mí mismo. Cómo quisiera protegerla de mí, de esto que me pasa. Poder tomarla de la mano, besarla sin acordarme de Liliana y de cómo se sentía tenerla cerca. Por ternura puedo seguir. Tal vez un año, dos o más. O para siempre. ¿Acaso me puedo permitir hacer sufrir a todos por un recuerdo?, ¿acaso alguien a estas alturas tiene derecho a decidir la vida en función de sí mismo? No. Creo que no. No soporto la idea de ver llorar otra vez a Viveka, de sentir el juicio de mis hijos sobre mí. Esa sola idea me sobrepasa. Sé que Liliana sufre. Sufre porque me quiere a su lado y porque considera la posibilidad de dejar a Viveka como la peor bajeza de la puedo ser capaz. Tal vez me las arregle pensando en que no existe, que murió, que vive en Corea del Norte y no puede salir ni yo entrar. Es que a veces no siento que esté tan viejo, con Liliana me sentí, a ratos, capaz de correr una maratón, de empezar de nuevo junto a ella, por el tiempo que sea. Por lo que nos quede por vivir. Dice que no quiere ser culpable de la tristeza de Viveka, que yo se lo recriminaría cuando tuviésemos algún disgusto, que la culpa me haría juzgarla a cada instante, que extrañaría a Viveka en las comidas, en los códigos aprendidos por años. Tal vez tenga razón. Viveka y yo somos como uno solo en muchos aspectos.

Pero cuando la toco ya no es lo mismo. El instinto a veces opera, a veces no. El sabor. No sé qué es. Pasa el tiempo y no puedo recuperar lo que alguna vez fue. Traté, de verdad traté. No resultó. Me apagué. No pude volver a ser el mismo. Me volví un cuadro opaco y oscuro. Como esas pinturas que requieren con urgencia una restauración. Hice como que todo estaba igual por un tiempo. Todo este tiempo. Viajamos, celebramos, hicimos lo de siempre. A ratos pensé que podía. Que todo volvía a la normalidad. Dejé de comunicarme con Liliana por si servía de algo.

 

Cuando Ritter se fue a Alemania hice como que no había ocurrido nada. Continué con mis planes. Siguió escribiéndome, luego los mensajes fueron distanciándose hasta que no llegaron más. Lo entendí. Así tenía que ser. Él y Viveka tenían que seguir juntos. Yo no era más que una breve desviación en su trayectoria. Siempre lo supe. Me encerré de nuevo y no espero nada más. Quiero paz y calma para disfrutar mis libros, la música y ver madurar a mi hijo.

Sabiendo que los jueves tomaba un café con su amiga en el Drugstore, Ritter la esperó. La vio sentarse y sacar los audífonos de sus oídos. En poco rato llegó una mujer a sentarse a la misma mesa.

      Hace rato que un tipo está mirando hacia acá. Da la vuelta disimuladamente y mira quién es.

Liliana se paró de la mesa y fue a su encuentro. Se abrazaron como si fueran el último flotador en un naufragio. Los dos reían y lloraban al mismo tiempo. La amiga supo que tomaría su café sola esta vez y que ya no habría más jueves de conversaciones. Tal vez podría visitar a Liliana en Alemania en un tiempo más.

 

Comentario de la autora:

Este cuento es el relato bastante apegado a una historia real, sus protagonistas me autorizaron a escribirla. Si bien ellos se sintieron representados, a mí me parece que quitándole los diálogos tipo libro de autoayuda, queda un poco más apegado a lo que escribo, o escribía, de forma regular. No es fácil para mí escribir no ficción y cuentearla. Debe ser por eso que cuando me dicen que podría escribir un cuento sobre una historia que ha surgido en la conversación, casi siempre pienso que no, que no podría. A lo mejor una escritora profesional, de verdad, sí tendría el oficio. Las admiro mucho.



[1] Referencia a Lo que el Viento se Llevó de Margaret Mitchell.


lunes, 21 de noviembre de 2022

Paseo por Paris

 


Regalos, claro que quiero regalos, los más cursis que encuentre usted. Un libro enviado por correo con citas marcadas, con mensajes sorpresas entre las hojas. Una invitación a pasear por ahí.

Y si usted me quiere calentita, disponible, como Joyce a Nora, considere que James le escribía a su Norita. La llenaba de sus fantasías y jugueteos ¿qué me dice usted a mí? ¡Poco y nada pues!, no espere que mi imaginación vuele y lo invente a usted mi Juanito querido.

Tengo una cabeza loquita, pienso cosas, bailo sola, me imagino tonterías, pero usted dijo que me quería así ¿ahora le molesta? Qué desgracia, a mí me gustaba su silencio y a veces, eso que amaba ya no lo soporto. ¿Qué hacemos? ¿me va a dar mis regalos? ¿le daré yo los míos?

Los días van pasando, los años se van quedando Juanito y el cuerpo se va adormeciendo. ¿Qué si lo quiero? ¡ay! Pero que absurdo, claro que lo quiero. ¿usted me quiere o me soporta?

Me quiere atrapar con un anillo, con un papel Juanito. Así no. Hasta Luis Miguel lo sabe, apuesto a que no ha escuchado la canción que dice quién le pone puertas al campo. A mí me hubiera gustado que dijera quien puede atrapar al viento, me parece mucho más clara la idea. El viento tiene su propia dirección, no está anclado a nada. El amor es viento Juanito. Hágase la idea.

¡Ah no pues! Los regalos son para quedarse, son la siembra de la tempestad. Me acordé de otro verso de canción: su regalo liberó los ahorros del amor. Usted lo sabe bien ¿se acuerda cuando me hizo una cajita de madera para guardas mis aros? Eso me enamoró, sí, también su voz de hombre grande. Yo tenía veintiséis, usted treintaiocho, que un hombre maduro, eso creía yo, me dijera con su voz grave que me quería, también fue un ventarrón que me envolvió. Era como si Pancho Sazo me cantara a mí, como esa canción de París. Dígalo, dígalo Juanito, me parece escucharlo – mi amor, mi corazón, mi vida - ¿se acuerda?

Han pasado diez años Juanito. Y no hemos ido a París. Le dije, quería pasear con usted de la mano cerca del Sena y pucha, usted salió con que yo vivía en un mundo de clichés, que me creía protagonista de película sesentera y yo no sé si he visto alguna siquiera. pero tampoco fuimos a otros lugares más cerca de aquí. ¿Se acuerda cuando le dije que un día se apareciera sin avisar a la salida de mi trabajo y fuéramos a pasear por ahí? Yo quería jugar a que no nos conocíamos, que usted era un extranjero de paso y yo le iba a mostrar la ciudad y en una de esas podíamos terminar en un hotel del centro. No sé qué se le pasó por su cabeza, se puso celoso de usted mismo, pensó que de verdad yo quería meterme con alguien que no conociera. Sí, no estuvo bien que me diera un ataque de risa, a lo mejor debí ser más sensible, pero ¡por favor! Un poco de imaginación no le hace mal a nadie. Usted era el extranjero, solo tenía que jugar. Se la pasa leyendo de filosofía y se cree superior a mí en tantas cosas y se vino a poner concreto como un burro cualquiera.

Usted se volvió tan serio, tan predecible. Y parece que yo me puse cada vez más fantasiosa, loca dice usted. ¿Qué le cuesta seguirme el juego?

Ahora se me queda mirando cuando me peino, cuando pruebo distintos colores en la ropa, en la sombra de los ojos, critica mis zapatos y después se tienta y se acerca como para convencerme, me da besos en el cuello justo cuando estoy lista para salir. Ya le dije Juanito, haga algo, organice su mente ¿me quiere o me desprecia? Dice que soy una superflua, que mis vestidos son mucho para el lugar donde trabajo, que camino como si estuviera llegando a un palacio y no a esa oficina oscura y llena de cables por todas partes, que un día me voy a electrocutar por mis tacos. A veces pienso que eso quiere que pase.

Pienso en lo de los hijos. No quise. No pude. No pude y no quise. Se lo dije muchas veces, a lo mejor pensó que con el tiempo me iban a dar ganas o se me iba a olvidar la pastilla. No. Ni un día me he olvidado. Aún es tiempo Juanito. Busque otra, arréglese, acuérdese de cómo era ser seductor. Así, todo descuidado, no lo va a mirar nadie.

Usted cree que soy tan inútil que no soy capaz de estar sin usted. Como si pagar un par de cuentas por internet y pedir la mercadería fuera algo tan difícil. Cree que porque le pregunto el significado de algunas palabras no sé desenvolverme en el mundo.

No estoy tan segura ahora de si hay algo que hacer. Ya no espero sus regalos. Tanto que se lo dije y nunca entendió. Juanito, le tengo tanto cariño.

Fui a pasear sola, a todas las partes donde quería ir ¿y sabe? Ya tengo mi pasaje a París. No debo un peso al banco, ya lo pagué. Voy a recorrer el camino del que hablan las canciones y en una de esas me voy a acordar de usted. ¿Me va a esperar a que vuelva o se va a ir?

No me acuerdo cuándo fue que empezó a criticarme, al principio le gustaba que  fuera risueña y coqueta, después eso le pareció liviandad y otras cosas peores. Cuando decía que estaba segura de ir avanzando en mi trabajo, me encontraba determinada, ahora me dice que no está seguro de qué cosas hice para llegar al puesto que tengo. Se puso peor cuando empecé a ganar más que usted. ¿Qué quería Juanito? ¿Qué me quedara en el puesto de antes para que usted no se sintiera mal?

¿Se acuerda de la última vez que me dijo algo bueno de mí? No hablemos de cuando está calentón y me dice que soy linda, que le recuerdo a no sé qué actriz, o que mi culito está duro y firme como siempre.

Me gustan las sorpresas Juanito, no quiero tener que decirle lo que debe hacer conmigo. Era tan lindo cuando me hacía leer las partes de los libros que tanto lo absorben. Yo me acurrucaba a su lado y trataba de ir leyendo junto con usted. Después me dijo que le incomodaba y lo entendí. Usted con los libros, yo con las canciones.

¿Sabe? Hay una canción que andaba escuchando cuando le pedí que actuara como un extraño Beautiful Tango, si hubiera puesto atención me hubiera entendido. Usted dice que en los libros ninguna frase está por casualidad, le informo que tampoco en las canciones. Se lo he dicho todo en canciones.

Y ahora solo canto las que hablan de París. 

  

 

Toco, Samba Noir

https://www.youtube.com/watch?v=-sGnHijNxjc&ab_channel=SchemaRecords


La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...