No me quedaba paralizada, pero sí, igual que el
protagonista de esa película olvidable, cuya única gracia es que se desarrolla en
paisajes increíbles, también tenía y tengo micro ensoñaciones diurnas. Me da
por inventar escenas y posibilidades tipo Hollywood. Una vez iba en el
colectivo a clases y por el espejo retrovisor vi que atrás venía un auto muy
bonito, no soy buena para acordarme de las marcas de nada, y por un segundo
pensé que era mi pololo de esa época, de cuando iba en primero. Imaginé que en
realidad era un tipo con plata, que pronto me contaría que ya estaba titulado,
tenía buenos negocios y podríamos viajar en las vacaciones donde yo quisiera, a
Dubrovnik, a Oslo, a Wellington o tomar el tren que cruza todo Canadá. Y que
claro, no me quería decir porque, como yo era una pobretona de Santiago sur,
podía sentirme un poco abrumada con un mundo tan diferente al mío. Me enojé
imaginariamente con él y le decía que no podía seguir con alguien que me había
estado mintiendo y probando. Después pensaba que podría haberme enojado después
de conocer esos destinos. En todo caso, el pololito en cuestión, con suerte
alcanzaba a juntar plata para ir a verme los fines de semana a mi casa, comprar
a medias cualquier cosa y caminar por ahí.
Hace unos días, tocaron el timbre del departamento.
- Traigo un envío de Chile Express
Mientras bajaba a buscarlo, me vi abriendo el paquete y recibiendo un libro que hace mucho quería tener, con una dedicatoria y sin remitente. Buscaría por todos mis conocidos al autor de tamaña sorpresa y quedaría intrigada por semanas.
Era un repuesto para el computador de mi hermana mayor que puso mi nombre porque el conserje se ponía conversador con ella cada vez que recibía una encomienda y preguntaba de todo, quería enterarse de qué traía el paquete, quién lo encargó. Yo le digo – ya salió Don Metiche – y santo remedio. No entiendo por qué no pueden decirle algo así en vez de seguirle la corriente.
Ahora que llevo encerrada desde antes de la cuarentena, pensé que al tipo con el que estaba saliendo se le iba a ocurrir decirme que pidiera un permiso para compra de alimentos o insumos básicos en la comisaría virtual y vernos, aunque fuera con mascarilla, por un rato, incluso en un supermercado, en la fila, en la parte de los cereales. O que un día me iba a decir que habláramos por video conferencia. Me carga esa cuestión, pero me hubiera gustado que lo propusiera. O que al menos nos hubiéramos conocido un poco más por WhatsApp, pero no, el último mensaje que me mandó decía que no servía para la comunicación por aparatos, que prefería el contacto personal, en esa parte yo leí clarito soy un huevón califa, y después siguió con otras cosas que ya olvidé porque borré esa conversación, el punto es que me dijo que viéramos qué pasaba después de todo esto. Después de todo esto, eso podría ser un número indeterminado de meses y estoy segura de que en la fila del supermercado yo ya me habré inventado treinta romances, ninguno verdadero, y no me voy a acordar de él.
Mi hermana tiene un pololo que se la juega. Llevan un par de años eso sí. Una tarde la vi salir, con su permiso de lo más impreso en la mano, y un tremendo bolso.
- ¿Qué onda, te vas de viaje o al súper?
- ¡Ay que eres tonta!, después te cuento.
Cuando volvió, tres horas después, llegó con el pelo amarrado y sin maquillaje. La quedé mirando de arriba abajo, me agarró del brazo y me llevó a la pieza de las dos.
- No se te vaya a salir con los papás, tontorrona. Aprovechamos con el Tito de encontrarnos en el departamento de su hermana, ella tuvo que ir a la oficina por unas firmas y a buscar su silla porque la espalda le dolía mucho con el teletrabajo. El Tito tiene llaves, porque a veces va a arreglarle la impresora o el router. Tengo mucho miedo de contagiarme así es que le dije que no lo tocaba si no veía que se bañaba entero y con harto jabón. Llevé de todo, pero ¡de todo!, para que nos bañáramos antes y después, algo para poner encima de la cama, un baja cama, cloro para limpiar todo lo que tocáramos. Parecíamos caza fantasmas, pero igual estuvo bien. Dejamos todo tal cual. La hermana no se va a dar cuenta.
- ¡Ah, no! Se pasaron. Qué buena idea. ¿Y qué hicieron con el conserje?
- Ahí está el riesgo, el Tito le dijo que yo iba a ayudar con el aseo o algo así.
- Pero le va a decir a su hermana.
- No, porque el Tito es vivaracho, por ahí cerca hay un Tío Manolo, compró un Chacarero con papas fritas y se lo llevó, le cerró el ojo y el viejo cachó que se tiene que quedar callado.
- Sobornando con un chacarero, esa no se me hubiera ocurrido.
Simpático el Tito, anduvo años persiguiendo a mi hermana, es que ella es bonita, risueña, segura. Ella decía que siempre le gustó un poco, pero que si quería estar con ella tenía que jugársela, eso de que se las diera de bacán, de que ella fuera una de las que le interesaban, no le iba a resultar.
- Conmigo, nada de medias tintas, ni de andar bailando cueca.
- ¿Bailar cueca?
- Esa cuestión de que hoy te pesco, mañana no, que
te sigo, que me arranco, no, a la mierda con eso.
Le resultó, el Tito se la jugó. La buscó, se quedó.
Y eso que mi hermana baila re bien la cueca. Es coqueta y delicada. Yo no, soy medio bruta dice. Debe tener razón porque mi historial es muy vergonzoso, el de bailar cueca y el otro. Cuando lo he intentado, los tipos salen arrancando a la primera - no estoy seguro, no es lo que estoy buscando, no sé si quiero algo así ahora -. Puros flancitos. Según mi hermana, me falta aprender a disimular lo que siento, que se me nota mucho cuando me gusta alguien. No entiendo, no hay que bailar cueca, pero tampoco ser muy transparente.
¿Cómo se puede ser tan diferentes viniendo de la misma familia? Nos queremos, ella trata de sofisticarme, pero no resulta, yo la admiro, ella es luz y yo sombra. Recuerdo perfecto una vez que llegamos juntas al campeonato de atletismo del colegio, ella tenía catorce y yo doce, se acercaron como ocho chiquillos corriendo para decirle dónde había asiento. Yo traté de seguirla, pero en un momento sentí que no tenía nada que hacer ahí. Ella se fue con su séquito detrás y yo me senté donde pude. Después, más grandes, y todavía, hay tipos que se me acercan solo para conocerla. Encima es inteligente y simpática.
Dicen que me parezco a mi tía Hilda, lo que no es ninguna gracia, la señora es harto mal genio e impertinente, va y le larga a la cara justo lo que la gente no quiere oír. ¿Seré así yo? Mi mamá dice que sí, que cuando me titule de abogada tendré que hacer un curso de diplomacia al tiro porque de puro pesada no me van a contratar. Mi papá se ríe no más. Claro, cuando hay que reclamar por algo, lo más bien que me mandan a mí a poner la cara. Mi papá dice que no todos son capaces de apreciar la belleza en un cactus. Se refiere a que los cactus florecen poco, pero que cuando lo hacen, son espectaculares. El viejo no es muy bueno para los piropos conmigo, claro, porque a mi hermana le dice que es un hibisco y no vamos a comparar, un hibisco tiene como cien flores en una temporada. Un cactus una sola. No le digo nada, su talento como poeta jardinero de departamento es bien escaso.
A veces me imagino que cuando me titule, voy a entrar de goma a un estudio de abogados conocidos, aunque no tenga apellido con erres, ni anglosajón o alemán, me voy a destacar y al año estaré viviendo sola, en mi estupendo departamento, como la hermana del Tito, pero en mejor barrio. No sé por qué pienso que cuando sea abogada me voy a ver más alta, más flaca y que las faldas tubo me van a quedar súper bien. Me imagino que después haré una carrera en derecho internacional y entonces voy a viajar a todas esas ciudades a las que iba a ir con mi pololo imaginariamente rico. En uno de esos viajes conoceré a alguien que trabaje en Ginebra y me van a dar la posibilidad de postular a algún organismo heavy importante, entonces voy a conocer a los líderes mundiales.
Ya, por ahora voy a mi emocionante clase vía Zoom.
John Lennon, #9
Dream, https://www.youtube.com/watch?v=0u40JpzAFbc