Le
gusta que lo mire, que lo espere, que lo busque, pero si me acerco mucho, huye
y se esconde. Lo invitaría a un paseo, no muy lejos, solo para que se pusiera un
poco nervioso y dejara esa postura de quien se sabe dueño de la situación.
Tengo
una amiga así, la María Pía juguetea todo el rato, mira de reojo, se hace la
misteriosa, calcula todos sus movimientos como una estratega y le va bien,
después se echa para atrás y dice que nada que ver, que ellos se pasan los
rollos de puro machistas que son. Que solo por ser un poco amable y tratarlos
como persona ellos creen que ella va por más. Una vez desplegó una escena
parecida frente a mí, para enseñarme, para que dejara de ser tan ¿evidente?
(Si
usted pone atención a los de mi generación, se habrá dado cuenta de que no
podemos hablar sin el acento gringo de las películas, no hacemos afirmaciones, terminamos
las frases como si dudásemos o como pregunta, a veces como una manera de
ofender, pero de manera sutil o no tan agresiva como ustedes los viejos).
Eso
me dijo, que yo era muy evidente, que no sabía jugar, que me quería pelar al
tiro. −¡No es para tanto tampoco! − le respondí, pero para el caso da lo mismo,
no escucha, me sigue hablando de cómo se hace, qué se dice, cómo hay que
vestirse. Después me dice que la aburro con el mismo tema y yo ni he abierto la
boca, solo la escucho y a veces digo − ¡Ah!, ¡claro!, ¡Sí poh! O algún garabato
o cualquier cosa – y continúa dándome consejos o contándome de sus aventuras o
desventuras según sea el caso.
Lo
peor ocurre cuando nos juntamos con Sor Fémina, le pusimos así porque pasa todo
el día hablando de feminismo como si fuese una religión: la doctrina dice qué
podemos hacer, hablar, pensar y si nos escucha hablar de hombres, se pone peor,
− ¡con razón el patriarcado continúa! Porque minas como ustedes son las que les
cagan la vida a otras, se meten entremedio si un mino está con pareja, se les
olvida la sororidad al tiro si el tipo es un poco guapo o es algo amable. − ¡Pucha
cabras que están mal no bajen tanto las expectativas! − la lata es que ya casi
no la escuchamos, o sea todas estamos de acuerdo con la igualdad de derechos y
que basta de abusos, violencia, acoso y miles de cosas más, pero de ahí a venir
a ponernos otras limitantes para la vida ¡o sea! ¡suficiente! Una ya ni se
acuerda de todas las normas que hay que respetar.
Por
latera va a terminar en una secta de iguales entre sí, reforzándose sus ideas y
atacando al resto por patriarcales, ¿vio por qué le digo que es como una
religión y ella aspira a ser la madre superiora del convento?
Con
todo, la María Pía es mucho más entretenida, también tiene nombre de monja y
cuando éramos chicas se pasaba de aweoná, íbamos en la micro y se persignaba
frente a cada iglesia, cementerio y cortejo fúnebre que pasábamos, me daba
codazos para que yo lo hiciera también. Al menos no me dejé influenciar por eso,
en mi casa la religión nunca fue tema y no fui bautizada. Cuando la María Pía
supo eso, me acosaba con sus ideas, que si me moría mi alma no iba a saber
dónde ir y puros cuentos de terror. Parece que en mi casa no me enseñaron a pelear,
yo abría los ojos y levantaba las cejas, eso era todo, un poco más grande
aprendí a cambiar de tema y ahora, no sé, dicen que me estoy poniendo media prepotente.
No hay cómo darle el gusto a la gente.
La
María Pía dice que me falta soltarme, que no tiene nada de malo jugar un poco,
que nada es tan serio y que soy muy intensa. Ser intensa es mal visto, está a
un pelo de ser tóxica y ese concepto se usa para muchas cosas: exceso de
control, celos, mucha sensibilidad. No puedo convencerla de que no soy así, casi
me convence ella de que es cierto.
A
veces creo que la intensa es ella, un tipo le manda un mensaje o le pone me
gusta en cualquier cosa que sube a las redes y ya se imagina la película
completa en HD y con efectos especiales. Dice que a mí me falta imaginación,
puede ser, cómo saberlo, o que soy muy pesimista, que no cacho nada de nada.
Ahora
que estoy contando esto no me explico por qué somos amigas, no, es broma, si me
pasa algo sé a quién llamar y ella igual. Sabe que estaré escuchando sus
desilusiones y películas más descabelladas creadas a partir de un emoji.
Empezó
a leer unos libros de metafísica dice ella, no de la metafísica que usted y yo
creíamos, esa de la filosofía, no, son libros de autoayuda, de pensar positivo,
decretar cosas al universo, meditaciones light y un listado enorme de
supersticiones que no se ha aprendido aún (¡menos mal!) al principio la
criticaba y le decía que cómo podía creer tanta lesera, pero es porfiada la
María Pía, y le da y le da hasta que una se cansa ¿qué hice? Me quedé callada,
mi estrategia para todo. Ahora con todas esas fotos del telescopio Webb ¿qué
pensará? ¿Qué las galaxias van a ordenarse para que el loco del otro cuarto
medio la pesque? O que, obvio, su papá le va a pagar la pensión que le debe a su
mamá cuando vea las estrellas venir hacia él en un video 3D. Hace poco me quedé
en su casa y su mamá nos convidó de lo que estaban tomando ella y unos amigos.
Llegó a la pieza de su hija, estupenda ella, flaca, vestido apretado, pelo
largo, muy peinada de peluquería, con dos copas grandes de un trago color
naranja que dicen está de moda. Debo haberme mareado porque le dije lo del telescopio
Webb y la pensión del papá y la María Pía se puso a llorar, a sollozar la
verdad. No sabía qué hacer, por más que le pedía disculpas y destrozaba mi
propio argumento con sus relatos de historias que resultan bien y no sé cuántas
leseras más no me quedó otra (a todo esto, no sé por qué dicen <no quedó de
otra> si la expresión se refiere a que a una no le queda otra alternativa) en
fin, tuve que ir a buscar a su mamá.
− ¡Con
razón la María Pía dice que eres una prepotente sin empatía ni inteligencia
emocional!
¡Whaaaaaat?!
Ahí quedé mal, me deshice en disculpas y pedidos de perdón sin sentir que había
dicho algo incorrecto, espero que no se me transforme en costumbre esa
cuestión, pero al menos entendí que no se puede decir siempre lo que se piensa.
Era
tarde y no me podía ir a mi casa. No dormí nada, la María Pía apenas me habló
antes de caer como tronco en medio de suspiros y más llanto. Cuando amaneció,
hice el menor ruido posible y me fui. Al rato estaba la otra llamándome y
pidiéndome perdón por ser tan exagerada. Le dije que obvio, que yo tenía la
culpa, que yo me había desubicado, pero necesitaba dormir.
Algo
cambió esa noche, no tanto por la María Pía y su llanto, más bien por su mamá,
era como si yo le hubiera contado a su hija que el viejito pascuero no existe y
ella quisiera mantener la fantasía contra toda la evidencia disponible. Así
dicen en las series de abogados.
A
los pocos días estábamos hablando como siempre, ella diciéndome como tenía que
tratar a mi crush (el loco que me gusta, apuesto a que no sabía qué
significaba de puro boomer que es usted) yo haciendo como que la escucho
y que haré al pie de la letra lo que me dice. Parece que, para calzar, para
tener amigos, hay que mentir un poco, callarse otro tanto ¿o no? Pensaré más en
eso.
Estará
preguntándose en qué voy con mi crush, ¿qué cree usted? obvio ¡en nada! Debe
ser el crush de varias, porque es lindo y coqueto como la María Pía,
ella dice que me tomo todo muy en serio que todavía no aprendo a jugar, que soy
muy intensa, casi tóxica y demasiado sensible.
Yo
digo que ella baila cueca y a mí me gusta el vals chilote. Se acerca septiembre
y ya estamos en los ensayos para los actos del colegio.
Y
así, la vida continúa, life goes on dice una canción que le gusta a mi
abuelo: La María Pía enseñándome y yo sin aprender.
Ob-la-di
Ob-la-da
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