jueves, 7 de septiembre de 2023

Cerraduras


 

Foto de Eric Mc Lean pexels


Nadie le creería que esa casa estaba viva; si a ella se lo hubieran dicho o, aún teniendo la experiencia reciente de comprobarlo por sí misma, tampoco lo creería. Ambas tenían un diálogo sin palabras, tampoco es que volaran cosas o deambularan fantasmas aburridos de su otra no existencia y para matar el tiempo, − lo que sería una redundancia extraña tratándose de fantasmas−, vinieran a pasearse por esta convención en la que coincidieron la casa y ella.

Extraño diálogo entonces.

Por supuesto que para comunicarse los objetos debían tener alguna clase de conciencia y no podía ser. También podía tratarse del recrudecimiento de la paranoia que alguna vez la había hecho sentirse observada en distintos lugares que por supuesto no eran su casa. La ansiedad, tan de moda, tomaba diferentes formas, a veces pesadillas, a veces sueños y la mayor parte del tiempo solo sucesos imaginarios, como le pasó, suponía ella, a Nicanor, el poeta, con más talento, gracia y poder de síntesis.

A veces se querían ella y la casa, en especial en algunos rincones extraños, esos espacios circulares en donde es difícil poner algún mueble que no sea hecho a la medida o esos recovecos hexagonales en los que había decidido instalar libreros para arrumbar ahí un poco de todo incluso libros.

En esos momentos, la casa desplegaba sus mejores virtudes y manifestaba su deseo de verla allí para siempre. Le decía cosas bonitas y le prometía que no solo pasaría ahí buenos momentos sino los mejores de la vida y que, si la cuidaba y se quedaba adentro más tiempo, que para la casa era mucho más que las horas de sueño y las manitos de gato diarias para que pareciera un lugar agradable; garantizaba placer y disfrute o bueno ya, al menos tranquilidad a su habitante. Así se comportaba cuando andaba acogedora, pero cuando se sentía poco atendida, se volvía insoportable y comenzaba a reclamar con gritos silenciosos y elocuentes, la pintura se volvía dispareja, las pelusas empezaban a reproducirse sin control, una llave lloraba gota a gota o la manguera del jardín empezaba a creerse una ducha y se auto infería heridas que la llenaban de agujeros.

¡Casa manipuladora! La obligaba a atenderla como a una vieja enferma y reclamona. Últimamente le había dado por quejarse de los accesos, las cerraduras no funcionaban y su mala onda llegaba a límites insospechados. Era capaz de encerrar a la habitante o dejarla afuera obligándola a pedir ayuda y a recurrir a los reparadores, personajes terroríficos para cualquiera por lo impredecible de su comportamiento y los inciertos resultados de sus operaciones. Todos eran iguales, al menos los que ella conocía. La última vez contrató a unos reparadores de apellido Técnico.

      Llamo para la visita del señor Técnico por una cerradura que compré, es urgente.

      Deme su Nombre.

      XXX

      Su RUT

      XXX

      Su Número de Teléfono

      XXX

      Otro Número

      No tengo otro número

      Su correo

      XXX

      El número de la boleta.

      XXX

      El número de la orden de trabajo.

      XXX

      El técnico la contactará en 24 o 48 horas.

      Pero le dije que era urgente, es la puerta principal.

      El técnico la contactará en 24 o 48 horas.

      No es lo que me dijeron cuando compré el servicio.

      El técnico la contactará en 24 o 48 horas hábiles.

Advirtió lo inútil que era hablar con alguien que tenía una respuesta estandarizada y no, no era un robot, pero lo parecía.

La casa tenía poder, no solo afectó a sus accesos más directos, se encargó de que tampoco funcionara el sistema electrónico del portón comunitario de modo que tuvo que esperar mucho rato afuera, en la calle; se vengó dejándola encerrada más tarde en la oficina, en el hall del edificio donde trabajaba.

Esa casa estaba viva y bien viva.

La habitante la amenazaba con dejarla, con irse de un momento a otro, porque la tenía aburrida y agotada con sus constantes reclamos y achaques. Buscaba una y otra vez y no daba con algo que la satisficiera y la casa se encargaba de mostrarle el enorme esfuerzo que implicaba dejarla, le mostraba la infinidad de detalles y entonces parecía volverse dócil y se portaba bien, hasta el siguiente ataque.

En algunos períodos se portaba tan bien que la convencía de quedarse allí, parecía agradable y hasta le presentaba un dejo de esperanza de que algún día podría sentirla como un lugar propio, pero veleidosa como una niña mimada, también le pedía definiciones y la ponía a prueba, presentando nuevas fallas y desperfectos.

-       Si te vas a quedar tienes que darme el tiempo necesario, te tienes que sentir de aquí.

Y vuelta a comenzar en un ciclo infinito y agotador.

Quería despedirse y distintas circunstancias lo impedían, era la casa y su influjo, quería imponer su visión de para-siempre y la habitante su sensación de no poder, a pesar de los intentos, de resistir más que un tiempo limitado en cualquier parte.

Esta casa, con apariencia de casa de brujas, iba ganando, eso creía ella. La habitante se reservaba la opinión para intentar engañar a los ladrillos.

 

The Cinematic orchestra, To build a home https://youtu.be/QB0ordd2nOI?si=u4q8iyTxDa0d6JQK


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