domingo, 24 de noviembre de 2024

Medio vivo

 


Foto de Cottombro studio, pexels.com

Dijo que solo quería una aclaración porque la confusión y las preguntas no lo dejaban dormir. Peor aún, si dormía, los sueños se poblaban de las mismas sensaciones que en vigilia; distintos escenarios para la misma actuación. Más aún si comenzaba a unir detalles y coincidencias, del día y la noche, de la imaginación y los datos. A veces se sentía un títere en un laberinto en donde el titiritero lo llevaba a tomar una dirección u otra sin la información suficiente. Un segundo después caía en cuenta que así ocurre con cada ser viviente. Lo pensaba desde que era niño y mataba hormigas, la que tuvo mala suerte se encontraba con su dedo o el insecticida. Él era entonces ese factor del destino que pendía sobre una hilera de hormigas y que, por el motivo que fuera, decidía cuáles iban a morir. Algunas se resistían, se arrastraban y por un acto de piedad procedía a matarlas rápido para que dejaran de sufrir.

A veces se dejaba llevar todavía más y llegaba a la inagotable fantasía del mundo de los muertos y puesto en la situación, si debía culpar a alguien, seguro nombraría a don Isidro que se encargaba de hacerle bromas y lo hacía experimentar sensaciones que creía olvidadas. Ese caballero era especialista en desenterrar cajitas con sabores y aromas contradictorios, bellos y dolorosos. Un perfume suave y al mismo tiempo sobrecogedor como el olor metálico de la angustia. El sabor amargo de la propia saliva por las palabras tragadas crudas por no dichas y la dulzura de risas y cruces de miradas recocidas que no necesitan verbo alguno. Una cercanía casi imperceptible de alguien en cualquier momento que lo hacían distraerse de las tareas diarias. Podía tratarse de una respiración cercana, de un susurro que daba escalofríos y un instante después una certeza de que todo era real o de que había sido real. En este plano, el de los muertos, los medios muertos y los medio vivos todo podría ser y no ser.

Además, estaba la maldición de doña Ester, no entendía ni sabía de poesía, pero de letras de canciones sí.  Y que le repitiera un verso de Silver Spring - my voice will haunt you - no podía ser sino una reconvención inmerecida.   Y sí, escuchaba su voz sin que estuviera cerca. Igual que cuando escuchaba conferencias de expertos y luego, al leer sus publicaciones, escuchaba sus voces como si tuvieran un micrófono en algún sitio de su mente. Ester le reclamaba su lejanía, ella no supo que huyó de sí mismo, del mundo de fantasmas y colores que se desencadenaba en su mente por ese hábito de ir más allá y de asociar elementos que quizás eran inconexos e irrelevantes. 

La vida sigue durante el silencio. 

Más allá de sus pensamientos, estaba lo tangible, el día a día. La vida que lo llamaba a seguir aún sin ella. 

Había días en que se sentía feliz y aliviado. Convencido de algo sin palabras. Una especie de complicidad con las flores y la montaña y la certeza de ir por el sendero que lo conduciría, quisiera o no, al lugar al que debía llegar. Otros, la bruma lo invadía y a duras penas recordaba donde estaba. Al menos había dejado esa obsesión de preguntarse quien era. La identidad podía ser una suma de quehaceres o atributos, casi siempre definidos por otros y aun así, era algo inasible. 

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Ahora que se acercaba a los cincuenta años y se recuperaba de un infarto, los pensamientos se volvían extraños y al mismo tiempo muy iguales a los de cualquiera que hubiera estado cerca del final de su propia existencia. Esa era su explicación por la cercanía, ilusoria por supuesto, con los muertos y la forma extraña de ver a los vivos que había sentido en ese limbo aséptico y odioso lleno de tubos y mangueras conectadas a su cuerpo. Escuchó las indicaciones médicas y los detalles de cómo y cuándo debería pagar la cuenta hospitalaria lo que le devolvió la seguridad en que seguía más o menos vivo y que así debía ser para terminar de saldar toda clase de deudas. 

Podía echar por tierra toda la confusión o encontrar en ella la confirmación de lo que se resistía a creer o, como siempre, seguir creyendo en la fantasía y elegir siempre lo tangible. 

Fleetwood Mac, Silver Spring, https://youtu.be/eDwi-8n054s?si=d22BlBAZVq-ZVqzd



domingo, 17 de noviembre de 2024

Inquietante

 


Foto de Caio : https://www.pexels.com


Hay libros que inquietan dependiendo del momento en que llegan a las manos, a los ojos más bien. La invención de la soledad de Paul Auster es uno de ellos, sus temáticas: la muerte, el azar, las casualidades y la forma en cómo se desenvuelven los vínculos traen de nuevo los fantasmas a la mente. Convicciones internas que alegran y dan sentido a lo vivido. Imágenes que se contraponen y que explican situaciones o al menos generan nuevas hipótesis sobre lo mismo.

La distancia y el tiempo, herramienta infalible para ampliar el foco, casi siempre para bien.

Una canción infantil, el inicio y el avistamiento del fin al mismo tiempo.

Cuando está la luna sobre el horizonte, muchos enanitos juegan en el bosque.

Otra canción Es caprichoso el azar. Algoritmos cerebrales traspasados a las omnipresentes pantallas y su poder hipnótico.

Qué será de las cosas personales después de la muerte. Qué valdrá la pena, cómo se interpretarán, cómo se valorarán. A quién le importarán. Los nórdicos, decía un artículo por ahí, dejan todo preparado para no causar molestias a los que quedan. Ordenan, botan, heredan, dejan la vida en cajas. Cajas de colores sobrios, sin estridencias. ¿Cómo decidirán cuándo es el momento? Aquel de tirar a la basura objetos, fotografías, archivos, ropas, regalos, libros. Quién accederá a las claves de cuentas de correo y otras redes. A quién le importará en verdad. Y la música, tanta música.

Y por qué tendría que importar.

Por el amor a los que quedan.

El ritual de guardar, clasificar, regalar, donar ¿no es acaso sea un paso necesario para que los que quedan puedan vivir el duelo, pedazo a pedazo, recuerdo a recuerdo? Dejar todo preparado tal vez sea otra muestra más de la insignificancia que alguien pudo atribuir a su propia existencia y ese afán de no molestar tan propio de tantos.

No se puede saber cuándo es la última vez de algo. Y que bien que así sea.

¿Con cuántos muertos carga cada uno? ¿cuánto sabe uno de los muertos con que carga? ¿se tiene que saber?

Y porque la casualidad es así, Pedro Páramo, un mundo de fantasmas, infiernos e incertidumbre, es una película que intenta hacer justicia a una novela que vivifica la muerte, con todo el contrasentido de aquello.

“…ella ya venía sufrida” dice una mujer refiriéndose a Susana, el amor de Pedro Páramo. Es raro incorporar sonido a un texto, es raro escuchar la voz de quien escribe cuando se lee, pero sucede.

Es raro tener que utilizar palabras para explicar una sonrisa que se asoma entre tantas voces, fantasmas, miradas, inicios y finales. Debe ser algo así lo que Paul Auster logra provocar con sus textos, algo inquietante que se asoma a través lo inefable.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Carnaval

 

Foto de Ylanite Koppens pixels.com


Le gustaba pensar que era un simulacro de carnaval o de las fiestas de la primavera que contaba su madre y de la que alguna vez participó vestida de gitana. Esas en donde los disfraces y el ánimo festivo imperaba en especial en niños y adolescentes. Decía que se trataba de llegar a la plaza del pueblo, llevar bolsas con serpentinas y papel picado para lanzar a los demás y jugar, sobre todo jugar. A veces había alguna banda, otras la municipalidad ponía música grabada y, según ella, daba lo mismo porque la música va por dentro de cada persona y cada una tiene un registro particular. El recuerdo que tenía de esa fiesta era el de la preparación: el pañuelo en la cabeza, un montón de collares y tres faldas puestas una sobre otra para que pareciera un disfraz y luego correr, de un lado a otro, escapando de niños de su misma edad que trataban de inundar de challa la boca de alguna incauta que gritaba o sonreía a boca de jarro. Su prima cayó en la trampa y estuvo varios minutos escupiendo esos círculos de papel. Aun así, ese recuerdo resultaba agradable, por el esfuerzo de la madre en la preparación del disfraz, por la expectativa ante una nueva experiencia. En aquel período en que todo ocurre por primera vez los sentidos parecen más alertas y las imágenes se vuelven percepciones complejas: llenas de aromas, sonidos, efectos en la piel y una doble conciencia de lo que se está viviendo, como una cámara de cine imaginaria que se posa por dentro y por fuera del cuerpo, mostrando distintos planos de lo que está pasando desde un ángulo, el único posible, el propio.

En ese entonces no sabía que esa cámara se activa no siempre a voluntad, a veces se enciende sola para registrar momentos que quedarán almacenados por ahí más allá de su importancia. Recuerdos con imágenes en caleidoscopio, perfume, temperatura y propiocepción. Se maravillaría más tarde al comprobar que, aunque sobre cada ser viviente penda una condena de tener solo una perspectiva para cada instante de su vida, exista ese registro que perdura más allá de la vida útil de los órganos o para qué se los esté usando. Si la sordera aumentaba, estaba esa música interna, si la gracia del movimiento de piernas y brazos se perdiera aún estaría el recuerdo en todo el cuerpo de cómo era eso bailar, en una cinta impalpable e indestructible.

Tal vez la mayor sorpresa, y regalo si se quiere, de la existencia, sea que el registro, la cámara omnisciente de sí mismo, revive eventos con la misma calidad HD de la primera vez, el nervio y el estremecimiento, el miedo y la ansiedad, la alegría y la expansión del propio espacio. Y todo sin palabras que complican o descomponen los eventos en categorías y subcategorías que pueden ser aplicables a modelos lógicos y hasta productivos.

Esa naturalidad de la experiencia se perdía en algunos momentos, los modelos creados, al tomar conciencia de sí mismos, no pueden evitar compararse y replicar los moldes de análisis del sistema mayor, aun cuando todos sean superdotados en las capacidades de percibir y sentir. Un error de fábrica o error de usuario que, por repetido, pasa a ser una característica estructural. El entrenamiento requerido entonces es el desaprender a hacerlo.

El cuerpo es poderoso, demasiado a veces, un continente enorme de sensaciones y certezas, de límites diversos y memoria sin nombre, un receptáculo infinito de estímulos que al mismo tiempo perturba a los otros quien sabe con qué tonalidad. La música interna coincide, los corazones se sincronizan y entones si la cámara sube y se aleja y sube y se aleja aún más, muchos pueden parecer un solo organismo, acompasado y armonizado consigo mismo. Conectados para ningún fin que no sea mostrar la melodía interna con la excusa de una banda sonora particular y ubicua.

El carnaval puede ser hoy.



martes, 5 de noviembre de 2024

Taxi

 


Foto de NEOSiAM 2024+: https://www.pexels.com


A mí no me vienen con cuentos, creen que porque uno maneja un auto no se entera de nada. La gente es muy tonta, les meten el dedo en la boca a cada rato. No sé cómo se pueden tragar ese cuento de que ese cantante, el famoso ese, va a tener que abusar de alguna cabra, si las chiquillas se le tiran encima cada vez que lo ven. Yo he visto muchas cosas, cabras borrachas inconscientes que se suben a cualquier auto.

Yo mismo, demás podría hacer lo que quisiera porque las cabras van entregás, patas abiertas, vestidos cortos, mostrando todo y no es que uno sea degenerao, pero los ojos están pa´mirar ¿o no? y si me dejara llevar, conozco un montón de lugares en donde podría hacer de todo, lo que quisiera con ella.

−¿Se refiere a violarla?

−Noooo ¿cómo se le ocurre? Usted no me entiende, le digo que si yo fuera un tipo malo, uno de esos, pero no pueh uno es decente. Ahí está la oportunidad y uno se retiene.

−¿Qué oportunidad? ¿se le han insinuado?

−Usted no me está entendiendo, le digo que las cabras van borrachas o con droga, de la blanca y la rosada y entonces dan la pasá.

−No pueden oponerse dice usted.

−Usted no sabe nada. Yo trabajo en esto, conozco los tugurios y los lugares donde van los rubiecitos y la escena es la misma, Las cabras dando espectáculo, no se tapan nada, pierden toda la dignidad y se van con cualquiera.

−¿Cómo sabe usted si se van con cualquiera? A lo mejor se van con los mismos que llegaron a bailar o a divertirse.

−¡Ah! Ese es el punto, una cabra seria no va a andar tomando hasta perder el juicio ¿cierto? ¿usted dejaría que su hija anduviera así? O usted misma ¿ha estado así de borracha en un lugar público? No ¿cierto? Yo me he borrado muchas veces, no cuando ando trabajando por si acaso jajaja.

−¿Y alguna vez se han propasado con usted?

−Jajajajaja ¡noooo! Si no soy como el cantante yo, no soy bonito ni famoso. ¡Estoy salvao´!

−¡Ah! Es decir, un hombre atractivo podría ser abusado con más probabilidad.

−Ya sé dónde me quiere llevar usted, me salió feminista la iñora, lo único que dije es que un tipo rockstar no va a necesitar andar abusando de nadie no que estuviera bien si lo hiciera, pero yo creo que es un tongo no más.

−¿Podría ser que alguna no quisiera alguna vez? ¿O que, precisamente por no estar consciente, no pudiera ni aceptar ni rechazar y por lo tanto no se puede asumir que ella sí quería?

−Claro, pero uno no es huevón tampoco, es re fácil que a uno lo demanden ahora, basta que la chiquilla diga que no se acuerda de nada y uno, que no es famoso ni político termina en cana. ¿cambiemos de tema mejor? Mire ¿por quién va a votar usted?

−¿Para gobernador?

−Sí, va a haber segunda vuelta. La tontera pa grande, ahora les dio por poner gente con el mismo apellido pa que los tontos se confundan, pero uno no es huevón, hay que darles una lección a estos, pero no le tengo fe a los votos ¿sabe? con respeto se lo digo, no lo tome a mal, pero las mujeres votan por puras tonteras ¿ha oído hablar del voto hormonal?

−No, a ver explíqueme.

−¿Vio cuántos votos sacó el alcalde de las calugas?

−¿El de Maipú? No le gusta que haya ganado entonces.

−No, sí me gusta, me gusta que haya ganado, no me gusta él, ¡jajajaja! pero ¿usted cree que votaron por la gestión? Noooo, si las viejas votan por la pura pinta no más, por eso este país está como está, por las hormonas.

−¡Ah! Sí pueh, por eso la Kathy Barriga y la Polizzi hacen tanta plata con las fotos ¿serán las mujeres las que pagan por verlas?

−Oiga ¡que es peleadora usted! Ya me imagino como tiene de aburrido a su marido. No le debe dejar pasar una. Tenga cuidado mire que los hombres nos aburrimos de las mujeres muy agujas, hágase la lesa un poco, relájese, vaya tranquila por la vida. Míreme a mí, converso, me informo, cumplo con mi cuota diaria y después llego a comer tranquilo a la casa. Antes tenía un negocio, pero las leyes laborales me mataron. Ahora no se le puede decir nada a nadie que al tiro lo demandan a uno. Desde que empecé en el taxi volví a querer de nuevo a la gente, no a los que pelean tanto como usted ¡jajajajaj! Ya llegamos, pero acuérdese no más: al cantante le tendieron una trampa, ya va a ver. Él no necesita andar abusando, las cabras se le tiran encima. Oiga, cierre suave la puerta, no se desquite con el auto, si era una conversación no más. Hasta luego señora. ¡no se olvide de la propina! Mire que la aplicación se lleva toda la ganancia. Se me olvidó pasarle mi tarjeta para cuando salga a carretear y quiera volver segura a la casa.


La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...