Fotos de Dom J (pexels.com)
Era un poco evidente lo que iba a pasar, mientras más leo, más me cuesta escribir. Tenía la idea de un comienzo de historia, un abrazo desesperado o desesperanzado y algunas noticias que lo explicaban, pero entonces empecé a releer a María Luisa Bombal y ahí quedé. Hace algunos días leí el conmovedor libro de Rafael Gumucio Memorias Prematuras y muchos párrafos parecen de una honestidad casi poética, una especie de confesión, tan ajena al personaje del escritor que creo tengo que leerlo de nuevo. También leí la Campana de cristal de Sylvia Plath y se lee muy diferente al conocer su historia. La descripción a través de la protagonista de sus quiebres mentales y los tratamientos recibidos hacen que casi duela la piel al leer ciertos pasajes.
Entremedio escuché varias entrevistas a Jorge Edwards y sus anécdotas de escritor, diplomático y amigo de muchos autores consagrados. Como hace tiempo establecieron los estudios de psicología social el prejuicio se vence con la cercanía y es tan necesario leer a quienes una cree tan distintos. Que injusta la descalificación de escritoras/es por diferentes motivos: afiliación política, figuración pública, género, mal comportamiento según algún código imperante en un momento histórico tal o cual. Por lo que sea es injusto.
Me siento una completa ignorante de tanta cosa que estudiaron los/as grandes que el resultado obvio es que me acomplejo más. Seguiré borrando algunas historias, Camelia es un texto olvidable así como Destino Circular, Otro Día, en fin.
Hay mucho por leer y releer y ahora iré a comer algo antes de ir a trabajar.
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