Resulta que los libros de cuentos deben ser una unidad de contenidos, deben tener un hilo conductor, una especie de mínimo común denominador. Es más, los buenos cuentos se revisan línea por línea, no solo por la economía de palabras sino porque cada palabra debe cumplir un objetivo según el estado emocional que el cuento se proponga provocar. Tanto que hay que saber. Si hubiera sabido no hubiera tenido la osadía y desvergüenza de empeñarme en escribir.
Solo paso por aquí hoy a recomendar un cuento de Verne La Jornada de un periodista americano de 2889, impresionante:
Y también paso a agradecer a quien ha estado leyendo una serie de textos random de por aquí que me recuerdan que la ignorancia es atrevida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario