miércoles, 24 de agosto de 2022

Cuando llegue el momento

 



Emilio Cerón estaba esperando una buena ocasión, alguna señal clara. Suponía que serían unos pocos segundos o años, un poco más, unos seis meses, un año, tres milenios, dos tal vez, cuando se estabilice la moneda, el sistema político, cuando haga más calor o quizás cuando haga más frío. Se paseaba de un hilo de pensamiento a otro, tratando de buscar alguno al cual asirse y parecer consistente.

No hay que apurarse para llegar a ningún lado, la vida es más larga de lo que uno cree. − ¿No es cierto? – hay tardes eternas, los domingo después del almuerzo, los lunes camino al trabajo. Esos segundos un poco lerdos, aturdidos, desesperados y desesperantes que gustoso Emilio regalaría a quien estuviera de verdad vivo.

Hay edades para todo dicen, tiempos y plazos no solo para pagar las deudas sino para las tareas que exige el decoro y las expectativas de los demás . Hay escalas y estadísticas para casi cualquier hecho que ocurre en la vida de un humano. Suponía que también alguien habrá correlacionado la frecuencia de esas conductas en determinados momentos de la vida con la religión imperante, o la moral social, tan en boga por estos días, o peor aún, el puritanismo juvenil y la sensación de superioridad moral de treintones que se creen adolescentes. El determinismo individual por el deber ser social, ser como hay que ser.

¿Cuánto tiempo de luto es el adecuado? Cristina Fernández vistió un año de riguroso negro por él. Él, casi un mito, él, más allá del esposo y cómplice de hazañas políticas y delictuales, él, el que no se podía nombrar, su marido Néstor Kirschner. Buena viuda Cristina.

¿Qué estaba esperando Emilio Cerón? ¿una epifanía? ¿acerca de qué?

No se le ocurrían más estrategias para abandonarse y dejarse llevar y a la vez, sabía que era inútil, que sin un propósito o algún proyecto no resistiría más tiempo y ¿no era precisamente eso lo que buscaba? No resistir más y dejar que la vida continuara sin sobresaltos, ni pasión, nada de nada, excepto hacer tiempo para que, si existía tal cosa a la que se conoce como el destino o lo inevitable, al menos se cumpliera para otros, porque el suyo rodaba en banda.

Disciplinado Don Emilio Cerón, insoportable también.

Cada edad tiene su esclavitud solía decir a sus alumnos ¿Qué lo esclaviza a usted profesor? – preguntó un impertinente.

Emilio Cerón se quedó en silencio un rato, le gustaba causar algún efecto en la audiencia, como si las neuronas estuvieran trabajando y chirriaran en la búsqueda de una respuesta. Cuando era más joven solía lanzar una frase irónica e inesperada y, por lo mismo, poco generosa para los jovencitos que creían en sus reflexiones.

    No lo sé joven, lo mismo que a todos supongo, el formateo de lo que debo querer, lo que a mi edad puedo permitirme hacer sin poner en riesgo la vida o lo que he logrado, a propósito, o por casualidad.

    Pero profe, usted nos ha dicho todo el rato que la vida no tiene sentido y que es por eso por lo que vale la pena vivirla en plena libertad o la que la sobrevivencia permita.

    Umh, ¿yo les dije eso?

La cabrería dijo a coro – Síííí− Emilio Cerón lanzó una risotada – entonces debo confesarles algo – pago mis impuestos, no me salto la fila, doy propina, soy casi puntual y aunque, entre ustedes tengo algunos favoritos, no les pongo mejor nota por eso. De rebelde no tengo nada, tengo mi discurso, pero temo a muchas cosas, a enfermarme, a ser considerado un mal tipo a ¡tantas cosas!

     En suma, nos ha estado vendiendo la pomá no más profe.

    ¡Al revés! Quiero que no sean cobardes como lo he sido yo. No me malentienda jovencito, estudie, trabaje, pague los impuestos porque ningún ser viviente tiene garantizada la sobrevivencia por el hecho de nacer. Hasta las plantas tienen que esforzarse por inclinarse a la luz y hundirse en la tierra para obtener la humedad que necesitan.

     ¿Y el estado de bienestar europeo? Los franceses dicen que solo por nacer francés acceden a muchos beneficios.

    ¡Ah, claro!, después de abusar de Centro y Sudamérica, de seguir extrayendo las riquezas de África los europeos tuvieron los recursos para hacerse de un estado de bienestar para ellos. Aquí replicamos lo mismo, pero fagocitándonos entre nosotros, algunos alcanzan el bienestar mientras otros solo pueden soñarlo. Además, la definición de francés ha ido restringiéndose: Padres franceses viviendo en Francia, no un inmigrante con su esposa embarazada. No nos desviemos. Asegure su supervivencia, luego sea libre y deje libres a sus padres. Otra risotada general, era buen orador el viejo Cerón.

    Y ¿por qué no puede ser libre ahora profe?

    Lo soy, lo soy, ¿qué le hace pensar que no?

Se sacaba bien los pillos con los alumnos, qué tenía que contarles sus intimidades a ellos en todo caso. Jugaba al personaje amargado y oposicionista con ellos, a veces él mismo se creía el cinismo, pero no era tan huevón como para desmentir la resignación del que se siente viejo antes de tiempo, de quien cree que ya no hay nada más que esperar o que hacer.

No entendía a esos viejos que iban a alimentar las palomas en la época en que había plazas o aquellas que organizaban su día en torno al horario de las teleseries. O los que no salían los días de lluvia o si hacía frío porque se podían morir ¿cuál era la diferencia entre estar muerto y hacer cada día lo mismo y quejarse de uno y otro achaque? ¿ir achicando el cerebro encerrado?

Por eso admiraba a ese viejo, un colega que se fue a vivir al sur, el profe Jara, del departamento de historia que, contra todos los consejos y advertencias de su familia y otros, emprendió una aventura final. Lo pasó bien, no se quedó estacionado esperando una buena racha. Y cuando le llegó la hora ¡paf! Un camión salvador de la agonía de la muerte lenta le evitó el dolor del deterioro.

Su familia cada cierto tiempo trataba de controlarlo y el viejo asentía, bajaba la cabeza, mascullaba el rosario completo de garabatos y decía que sí, que pronto volvería a Santiago a morirse frente al televisor como querían todos.

Tal vez Emilio Cerón haría lo mismo que Jara, cuando llegue el momento, tal vez en el verano, cuando le aburrieran sus alumnos, cuando se seque el sauce de la esquina, cuando el eclipse lunar coincida con el quinto número de su cartón del Loto y sea lunes en el calendario. Cuando no intente ser un mal imitador de Emil Cioran y deje de ocultar el lado apasionado y tierno de ese amargado a sus alumnos.

Tears for Fears, Famous last Words

https://youtu.be/C5nXDPj2BIw


Apología del frío y otros desastres


 

Lo que algunos no entienden es que hay personas que necesitan una cuota de desastre en sus vidas. Desastre de inundaciones, terremotos, tormentas, frío. Tampoco es que fuera una anormalidad - debe haber muchos como yo por ahí - se decía, solo que no es tan fácil de confesar. Menos en medio de la abundancia de sensibilidad por todas partes.

Debía escribir una reseña de su personalidad ahora que había muerto. Conocía algunos aspectos de su vida porque dejó algunas cosas escritas entre sus apuntes de historia, la labor por la que fue conocido. También porque sostuvimos largas conversaciones en los viajes por el país.

Sé que no disfrutó de los libros de Edmundo de Amicis; justo cuando los niños se divertían a rabiar lanzándose bolas de nieve, el autor tenía que poner que uno había recibido una con tal intensidad sobre sus lentes que estaba en peligro de perder un ojo. Recordaba la rabia que sintió al leer esa parte, esa continua relación entre la alegría momentánea que anuncia la llegada de tristezas y tragedias. Un autor que no dejaba disfrutar sin culpa no merecía tanta atención, pensó al cerrar ese capítulo. Por supuesto había que sentirse un poco malo por no disfrutar con “Corazón”, todos decían que era un libro precioso. Hacer sentir a un niño que es malo, no tiene perdón − agregó mientras miraba por la ventana del bus que nos llevaba a Chillán.

Sentir un secreto placer con el ruido de los truenos, querer estar cerca de relámpagos, buscar el viento y la lluvia intensa tiene que ver con la recuperación de la conciencia de sí mismo, del propio cuerpo. Decía que, si hubiera sido gringo, seguro formaría parte de esos grupos de cazadores de tornados.

El frío es vivificante − ¿no sientes una descarga de energía con los primeros escalofríos, cuando tu cuerpo hace esfuerzos por mantener la temperatura?, ¿no es un recordatorio de cuanta biología somos? −. Se reía al verme entumido, encogido y tratando de calentar mis manos con el aliento. Tal vez el profesor Jara no sentía el mismo frío que yo. Me cuesta entenderlo de otra forma. − ¿no ves que el frío te obliga al movimiento?, ¿no te deja estar en paz, calmado? ¡tienes que hacer algo! correr, saltar, ¡mover los brazos!, eso hacía, correteaba a mi alrededor, cantaba y se reía de mi parálisis. Alguna vez me sumé a sus carreras. Las más de las veces trataba de buscar un lugar cerca donde poder entrar y tomar un café. Casi puedo ver su cara de decepción cuando entrábamos a un lugar calefaccionado. Miraba hacia afuera y se veía en su cara que se hubiera quedado ahí, caminando bajo la lluvia, el viento o solo el frío.

Logró escaparse de todos los viajes al norte, casi no lo conocía. Decía que el frío de allá no era lo mismo y en los meses de calor no iba a ir bajo ningún pretexto. Para ese calor seco, para sentir que su piel se evaporaba y derretía, tenía en pavimento de Santiago. Al menos hay más posibilidades de encontrar sitios con aire acondicionado.

Me llamaba la atención cómo bajaba su nivel de energía en verano, hablaba poco, le era difícil concentrarse, se ponía irritable y parecía funcionar solo cuando empezaba a anochecer.

Ahora está muerto. La muerte es fría dicen. Si es así, debe estar bien.

Tengo que decir que disfrutaba de los temblores, a casi todos los catalogaba de suaves, al parecer no dejaba de esperar por un terremoto que obligara a rehacer casi todo. A lo mejor era eso, el gusto por la fuerza destructora de la naturaleza, como solía decir para burlarse de los periodistas y sus frases clichés, se relacionaba con la búsqueda de algo que obligara a recomenzar, de hacer todo de nuevo. − Para disfrutar de las huellas de la historia y el arte esta Europa, para maravillarse de la sobrevivencia y la adaptación está América, Valdivia, Chillán, Concepción −, me repetía.

Cuando alguna vez aparecía en sus conversaciones que disfrutaba de los desastres y alguien comenzaba a decir que no sentía empatía con los pobres o los viejos, se sumía en un silencio pertinaz y no había forma de hacerlo hablar de nuevo. Síndrome Amicis, así lo llamaba.

Tengo que decir que su trabajo fue bueno, aunque a Jara nunca le pareció así. Decía que era un tipo con suerte y que si su dedicación dio como fruto algunas hipótesis generativas y alguna que otra controversia entre un par de historiadores, había sido casi por casualidad.

Los que lo conocieron por más tiempo que yo, dicen que era un tipo que necesitaba estar cerca de los problemas, que la intensidad era una especie de combustible para él. Un amigo suyo, el profesor Gacitúa, decía que había escogido mal la profesión, que debió haber ido a Noruega a aprender a pescar en mares tormentosos, pasar empapado y depender de la fuerza de su cuerpo para sobrevivir. Una vez fueron juntos a Punta Arenas, en el tiempo libre decidieron ir a Puerto Natales tomar un tour al glaciar Grey, pero justo ese día el mar estaba embravecido. Los pasajeros comenzaron a asustarse y a pedir a la tripulación que se devolvieran. Varias mujeres comenzaron a llorar. Jara era el único que estaba en la borda, se aferraba con un brazo a un mástil y con el otro parecía saludar al viento y la lluvia. Se reía solo, se había sacado el capuchón de la parka y parecía borracho o drogado de tan feliz. Gacitúa fue a buscarlo por la insistencia de unas señoras que tenían miedo de que se cayera al mar. La pequeña embarcación subía y bajaba entre el oleaje y cada cierto número de olas quedaba suspendida en el aire por un segundo, o dos, o tres. Subió a duras penas a la borda a buscarlo, enrabiado por andar con tan lamentable compañero de viaje. Le gritó desde la puerta, a todo pulmón y Jara no escuchaba. Tuvo que avanzar y tomarlo de la ropa, solo entonces se dio la vuelta, pero Gacitúa resbaló y cayó con toda su humanidad en el piso mojado. Jara lo ayudó a levantarse, pero Gacitúa seguía resbalándose. No tuvo más alternativa que casi cargarlo, entrar a las cabinas, enfurruñado y con la cara larga.

Gacitúa decía que se sintió un debilucho y que Jara, sin decir una sola palabra, parecía restregárselo cada vez que lo veía.

Por lo que he sabido, y porque me he tomado en serio mi labor de escritor del panegírico, Jara hacía sentir así a los demás, como si estuviera enjuiciándolos, menospreciándolos. A mí me pasó una vez y se lo dije – me desagrada su mirada inquisidora ¿le pasa algo conmigo? porque no tengo ningún interés en trabajar así – se lo dije de golpe, rápido y mirándolo a la cara. Me miró sorprendido, estuvo en silencio un rato y luego soltó la carcajada más sonora que le recuerdo, me dio un palmetazo en la espalda y me dijo – ¡tranquilízate huevón millennial!, ¡ya, sigue anotando no más! – ninguna explicación, nada. Seguimos trabajando y, no tengo claro cómo, ya no volví a verlo como el tipo severo que los demás describen.

Después de que jubiló, supe que se alejó de su familia. Cuando viajábamos me decía que era bueno extrañar a su mujer y tener algo de qué conversar cuando volvía, pero recuerdo que, en una de las últimas salidas juntos, dijo que ya no sabía qué más decir cuando llegaba a su casa. Sus hijos se habían ido y su mujer tenía un mundo propio y hermético y que, de hecho, ya no le interesaba entrar en él. Empezó a pasar más tiempo solo en el sur y en una ocasión supo que Doris, su mujer, había conocido a otro viejo por un sitio de internet, o él le había comenzado a hablar por Twitter o cualquiera de esas formas de conocer personas que hay ahora, estaba muy entusiasmada y querían vivir juntos. Sacó algunas cosas, libros en especial y se fue a vivir al sur. Dicen que lo que más le extrañaba era que su mujer le hubiera podido interesar a alguien − ¿qué le habrá visto? –. Me lo imagino haciéndose esa pregunta con genuina curiosidad. Jara se quedó solo. Una vez, pasado de tragos, me dijo que, ya viejo, se había enamorado, pero no se atrevió a dejar a su mujer. Le pregunté que por qué no lo intentaba de nuevo, que por qué no buscaba a alguien. Me miró con cara de horror − ¿crees que se trata de intentar?, no huevón, eso ocurre, eso te ataca, eso llega como un relámpago – llenó de nuevo el vaso y dijo que además si no era ella, su relámpago, no quería a nadie más −. Se tomó el trago al seco y dijo que no quería hablar más de eso.

El sur lo mató.

El frío y la humedad que tanto disfrutaba, terminaron por convertirlo en un paciente respiratorio crónico. Dicen que se aburrió de los antibióticos, de estar encerrado. Un día, volando en fiebre, decidió salir a caminar bajo la lluvia. Llegó lejos, se metió por un camino secundario, tal vez se perdió. El que lo atropelló, decía que iba caminando, mirando hacia arriba, con la cara hacia la lluvia, sin protegerse del agua. Dijo que intentó frenar, pero el barro se lo impidió y además Jara no se había movido siquiera. Se quedó como esperando que la camioneta se le viniera encima.

Acabo de terminar lo que leeré en su funeral. Sé que le importa un cuesco, a mí me parece que diga lo que diga, si está lloviendo y hace frío, el discurso será lo de menos, Jara estará correteando por ahí.


domingo, 21 de agosto de 2022

Fan de la cobardía

 



Nadie reconoce la cobardía, pero todos la hemos sentido, solo el umbral es diferente. La valentía es para algunos, los que no toleran la ambigüedad, los más impulsivos tal vez, los que hacen malos cálculos, ¿no ve? Es de hábiles sibilinos no enfrentar decisiones difíciles, poner cara de dolor y dejar que otro decida hacer algo. Así, si le va mal, se le puede tildar de conflictivo y se acabó el problema. Ser cobarde es de los hábiles, de los que tienen en cuenta sus necesidades y prioridades. Hay que ser medio huevón para exponerse a perder amigos, el trabajo o la estabilidad interna por explicitar un conflicto y decidir. Mejor que lo diga otro, lo que sea. Además, usted siempre puede aducir que sus batallas son más importantes, que hay que elegirlas bien y no hacerse problemas por leseras. Recuerde que está la posibilidad de redefinir las situaciones, ponerlas en un marco mayor y luego, ex post, verse a sí mismo como una persona sensata que valora la tranquilidad y el buen juicio por sobre todas las cosas. La cobardía puede, por ejemplo, ser sinónimo de sacrificio o generosidad, usted se puede guardar su opinión o seguir soportando una situación incómoda por el bien de otros ¿Acaso no admiramos todos a las madres que hacen todo por sus hijos dejándose a sí mismas en el último lugar de la fila de personas a las que cuida?

La cobardía, piénselo, también es signo de buena educación: no disienta, dé la razón a su interlocutor, ríase de los chistes fomes y de a poco, bien de a poco, será incapaz de poner límites y los demás le considerarán una muy buena persona, alegre, de buena voluntad y con la que puede contar para todo. Si no quiere hacer algo, aduzca enfermedad, falta de tiempo o fallas en la memoria. Si no quiere decir algo, pida a otro que lo haga " es que tú hablas bonito, sabes lo que hay que decir, ¡yo me pongo tan nerviosa!” –. Así ¿ve?, adule un poquito al que se envalentona y esa persona irá alegremente a defenderlo, llevándose los costos de hablar por usted y los demás, sea vivaracho/a, salga limpio/a de todas las situaciones. Recuerde la cobardía es una habilidad, le permitirá flotar sobre los conflictos, casi siempre sin costo. Uno que otro remordimiento de poca monta que se pasa rapidito, con un café o un té bien caliente o una risotada por cualquier motivo. A otra cosa mariposa. Eso es tener un superyó funcional, no necesariamente sano, pero a quién le importa. Que la culpa pase pronto, que la cuenta sea alegre para usted, son mis mejores deseos, ¡bah! Pensé que estaba escribiendo una tarjeta de feliz cumpleaños. Además, piénselo, pocas cosas reditúan más que ir de víctima por la vida, se quejan mucho, hablan mal del resto, un deporte muy entretenido, aceptémoslo, y están muy poco dispuestos a asumir el costo por un cambio.

No se confunda, a veces los cobardes van de bravucones, de intensificadores del conflicto, ¿para qué? para animar a alguien a hacer algo y luego sumarse a la posición dominante resultante de la batalla y mirar con cara de superioridad intelectual a quien se atrevió a explicitar el problema, aquello que flotaba en el ambiente y que los prepotentes que ladran no se atrevieron a poner en palabras.

Prudencia, virtud de los sabios, buen disfraz para timoratos.

Evidentemente, mientras más inteligente es la falta de coraje, la victimización se puede disfrazar de estoicismo, esperanza en que los astros se van a alinear en algún momento, inclusive después de su muerte, que el universo le está preparando una sorpresa, o inclusive la fe en cualquier dios o sus representantes puede resultar una buena forma de racionalizar el camino a la aceptación de las circunstancias vitales. Incluso, algo muy de moda, el agradecimiento por las condiciones de vida y experiencias que le ha correspondido y que le han permitido ser usted es otra forma elegante de decir –no di para más, no me atreví a más.

Creo que hay suficientes argumentos para concluir que la cobardía es una virtud, que aprender a callarse también, total, las cosas siguen su curso como debieran, depende del marco conceptual y el nivel de análisis que se decida usar.


Siouxsie and The Banshees, https://youtu.be/M6rrTROoZIw


jueves, 11 de agosto de 2022

Lecciones reprobadas

 


Le gusta que lo mire, que lo espere, que lo busque, pero si me acerco mucho, huye y se esconde. Lo invitaría a un paseo, no muy lejos, solo para que se pusiera un poco nervioso y dejara esa postura de quien se sabe dueño de la situación.

Tengo una amiga así, la María Pía juguetea todo el rato, mira de reojo, se hace la misteriosa, calcula todos sus movimientos como una estratega y le va bien, después se echa para atrás y dice que nada que ver, que ellos se pasan los rollos de puro machistas que son. Que solo por ser un poco amable y tratarlos como persona ellos creen que ella va por más. Una vez desplegó una escena parecida frente a mí, para enseñarme, para que dejara de ser tan ¿evidente?

(Si usted pone atención a los de mi generación, se habrá dado cuenta de que no podemos hablar sin el acento gringo de las películas, no hacemos afirmaciones, terminamos las frases como si dudásemos o como pregunta, a veces como una manera de ofender, pero de manera sutil o no tan agresiva como ustedes los viejos).

Eso me dijo, que yo era muy evidente, que no sabía jugar, que me quería pelar al tiro. −¡No es para tanto tampoco! − le respondí, pero para el caso da lo mismo, no escucha, me sigue hablando de cómo se hace, qué se dice, cómo hay que vestirse. Después me dice que la aburro con el mismo tema y yo ni he abierto la boca, solo la escucho y a veces digo − ¡Ah!, ¡claro!, ¡Sí poh! O algún garabato o cualquier cosa – y continúa dándome consejos o contándome de sus aventuras o desventuras según sea el caso.

Lo peor ocurre cuando nos juntamos con Sor Fémina, le pusimos así porque pasa todo el día hablando de feminismo como si fuese una religión: la doctrina dice qué podemos hacer, hablar, pensar y si nos escucha hablar de hombres, se pone peor, − ¡con razón el patriarcado continúa! Porque minas como ustedes son las que les cagan la vida a otras, se meten entremedio si un mino está con pareja, se les olvida la sororidad al tiro si el tipo es un poco guapo o es algo amable. − ¡Pucha cabras que están mal no bajen tanto las expectativas! − la lata es que ya casi no la escuchamos, o sea todas estamos de acuerdo con la igualdad de derechos y que basta de abusos, violencia, acoso y miles de cosas más, pero de ahí a venir a ponernos otras limitantes para la vida ¡o sea! ¡suficiente! Una ya ni se acuerda de todas las normas que hay que respetar.

Por latera va a terminar en una secta de iguales entre sí, reforzándose sus ideas y atacando al resto por patriarcales, ¿vio por qué le digo que es como una religión y ella aspira a ser la madre superiora del convento?

Con todo, la María Pía es mucho más entretenida, también tiene nombre de monja y cuando éramos chicas se pasaba de aweoná, íbamos en la micro y se persignaba frente a cada iglesia, cementerio y cortejo fúnebre que pasábamos, me daba codazos para que yo lo hiciera también. Al menos no me dejé influenciar por eso, en mi casa la religión nunca fue tema y no fui bautizada. Cuando la María Pía supo eso, me acosaba con sus ideas, que si me moría mi alma no iba a saber dónde ir y puros cuentos de terror. Parece que en mi casa no me enseñaron a pelear, yo abría los ojos y levantaba las cejas, eso era todo, un poco más grande aprendí a cambiar de tema y ahora, no sé, dicen que me estoy poniendo media prepotente. No hay cómo darle el gusto a la gente.

La María Pía dice que me falta soltarme, que no tiene nada de malo jugar un poco, que nada es tan serio y que soy muy intensa. Ser intensa es mal visto, está a un pelo de ser tóxica y ese concepto se usa para muchas cosas: exceso de control, celos, mucha sensibilidad. No puedo convencerla de que no soy así, casi me convence ella de que es cierto.

A veces creo que la intensa es ella, un tipo le manda un mensaje o le pone me gusta en cualquier cosa que sube a las redes y ya se imagina la película completa en HD y con efectos especiales. Dice que a mí me falta imaginación, puede ser, cómo saberlo, o que soy muy pesimista, que no cacho nada de nada.

Ahora que estoy contando esto no me explico por qué somos amigas, no, es broma, si me pasa algo sé a quién llamar y ella igual. Sabe que estaré escuchando sus desilusiones y películas más descabelladas creadas a partir de un emoji.

Empezó a leer unos libros de metafísica dice ella, no de la metafísica que usted y yo creíamos, esa de la filosofía, no, son libros de autoayuda, de pensar positivo, decretar cosas al universo, meditaciones light y un listado enorme de supersticiones que no se ha aprendido aún (¡menos mal!) al principio la criticaba y le decía que cómo podía creer tanta lesera, pero es porfiada la María Pía, y le da y le da hasta que una se cansa ¿qué hice? Me quedé callada, mi estrategia para todo. Ahora con todas esas fotos del telescopio Webb ¿qué pensará? ¿Qué las galaxias van a ordenarse para que el loco del otro cuarto medio la pesque? O que, obvio, su papá le va a pagar la pensión que le debe a su mamá cuando vea las estrellas venir hacia él en un video 3D. Hace poco me quedé en su casa y su mamá nos convidó de lo que estaban tomando ella y unos amigos. Llegó a la pieza de su hija, estupenda ella, flaca, vestido apretado, pelo largo, muy peinada de peluquería, con dos copas grandes de un trago color naranja que dicen está de moda. Debo haberme mareado porque le dije lo del telescopio Webb y la pensión del papá y la María Pía se puso a llorar, a sollozar la verdad. No sabía qué hacer, por más que le pedía disculpas y destrozaba mi propio argumento con sus relatos de historias que resultan bien y no sé cuántas leseras más no me quedó otra (a todo esto, no sé por qué dicen <no quedó de otra> si la expresión se refiere a que a una no le queda otra alternativa) en fin, tuve que ir a buscar a su mamá.

      ¡Con razón la María Pía dice que eres una prepotente sin empatía ni inteligencia emocional!

¡Whaaaaaat?! Ahí quedé mal, me deshice en disculpas y pedidos de perdón sin sentir que había dicho algo incorrecto, espero que no se me transforme en costumbre esa cuestión, pero al menos entendí que no se puede decir siempre lo que se piensa.

Era tarde y no me podía ir a mi casa. No dormí nada, la María Pía apenas me habló antes de caer como tronco en medio de suspiros y más llanto. Cuando amaneció, hice el menor ruido posible y me fui. Al rato estaba la otra llamándome y pidiéndome perdón por ser tan exagerada. Le dije que obvio, que yo tenía la culpa, que yo me había desubicado, pero necesitaba dormir.

Algo cambió esa noche, no tanto por la María Pía y su llanto, más bien por su mamá, era como si yo le hubiera contado a su hija que el viejito pascuero no existe y ella quisiera mantener la fantasía contra toda la evidencia disponible. Así dicen en las series de abogados.

A los pocos días estábamos hablando como siempre, ella diciéndome como tenía que tratar a mi crush (el loco que me gusta, apuesto a que no sabía qué significaba de puro boomer que es usted) yo haciendo como que la escucho y que haré al pie de la letra lo que me dice. Parece que, para calzar, para tener amigos, hay que mentir un poco, callarse otro tanto ¿o no? Pensaré más en eso.

Estará preguntándose en qué voy con mi crush, ¿qué cree usted? obvio ¡en nada! Debe ser el crush de varias, porque es lindo y coqueto como la María Pía, ella dice que me tomo todo muy en serio que todavía no aprendo a jugar, que soy muy intensa, casi tóxica y demasiado sensible.

Yo digo que ella baila cueca y a mí me gusta el vals chilote. Se acerca septiembre y ya estamos en los ensayos para los actos del colegio.

Y así, la vida continúa, life goes on dice una canción que le gusta a mi abuelo: La María Pía enseñándome y yo sin aprender.

 

Ob-la-di Ob-la-da

https://youtu.be/_J9NpHKrKMw


viernes, 5 de agosto de 2022

Ando Empoderá

 


¿Cómo pasó? Se lo habían dicho, pero era una incrédula. −Un día no te vas a dar cuenta y habrás vuelto a ser tú −. Cuando escuchaba al coro de sus amigos le parecía una escena de comedia-gringa-romántica-adolescente-predecible en donde aparecen las frases clásicas de optimismo tipo Facebook o Instagram con canto de pajaritos, mariposas y todas esas leseras que le dicen a alguien que pasa por un mal momento. Faltaba que le hicieran un flashmob y la comedia pasaría a ser un musical perfecto de Disney. Sí, antes veía todas las comedias románticas de cualquier plataforma. −Veneno para el cerebro−, pero le gustaba el veneno, para qué lo iba a negar.

Ahora podía notar que había colores ¿ridículo no? No había sufrido una ceguera ni nada parecido, pero había estado viviendo como un androide por un tiempo indeterminado y los colores daban lo mismo, se vestía siempre de negro, lo único que variaba era el personaje de algún manga que llevaba estampado en la polera. Además, en el trabajo debía usar un overol, gorro protector, mascarilla y encima una escafandra. Examinaba muestras en un laboratorio y cada día llegaban más y más, la pandemia parecía no terminar. No había tiempo de hablar, ir al baño era tan difícil con ese traje de astronauta que prefería no almorzar ni tomar agua durante el día. Se aguantaba hasta la hora de salida. Demasiadas veces le había ocurrido que estaba lista para irse cuando la llamaba su jefa pidiéndole que se volviera a vestir porque se había contagiado alguien en otra sede. Muchas veces agradeció esa solicitud porque cuando llegara a su casa, su madre estaría durmiendo y no le preguntaría si estaba bien, si había almorzado o, cansada de su silencio, rellenaría el tiempo de la cena contando con minuciosos detalles el último capítulo de la teleserie o de las noticias del día. Había trabajado tantas horas extra que había acumulado un ahorro impensado para ese verano.

¿Sería que había empezado a soñar de nuevo? Dormida, como antes, cuando hasta en las clases de la universidad, aún si se dormía por un minuto, alcanzaba a soñar algo recordable. A lo mejor el cerebro se cansa de no ver colores y en su lugar solo placas, muestras, centrífugas, tubos, hornos, congeladores y etiquetas de miles de tubos.

Se había aislado como nunca antes, no respondía mensajes ni aceptaba invitaciones de ningún tipo, se había cansado de explicar qué le pasaba y que, dada la ausencia de respuestas, los demás se dedicaran a hacer hipótesis sin sustentos de la razón de su inercia.

Hasta ella había creído que tenía algo raro, tal vez siempre había sido alguien con un trastorno del espectro autista y recién ahora descubrirían que era una Asperguer. Cuando lo pensó se rio sola, ni siquiera vivía en Ñuñoa, condición sine qua non para declararse de la línea TEA.

Los sueños, podía ser eso, de nuevo con colores, sonidos y sensaciones agradables. Sueños en HD. Junto con los colores, volvió a reconocer los músculos de las piernas, los brazos y el cuello.

O sería que su madre se aburrió del silencio de la casa y ahora ponía música de su tiempo para limpiar. La Señora amanecía tempranito los fines de semana, le daba lo mismo si la niña, había tenido turno o no, si los vecinos escuchaban o no el parlante que la acompañaba a todos lados. Ahí andaba, cantando a voz en cuello, eternamente bella, qué nivel de mujer, la chica de humo. Al principio la niña, se tapaba los oídos con la almohada o se aturdía con su propia música, pero nada atenuaba el entusiasmo de su madre cuando andaba en modo Señora.

Tal vez algo le pasaba también o ella, la niña, la había arrastrado a un ritmo lento, leeeeeentoo, en que ambas parecían atrapadas en un mausoleo frío, grande y en donde nada se movía. O sería que la Señora la había arrastrado a ella. Para el caso era lo mismo. Sus hermanos mayores ya no estaban para hacerla callar o intentar hacerlo a grito pelado. Al rato la Señora los tenía aburridos, desayunados, bañados y ordenando su pieza, ella, la menor también y ninguno tenía derecho a chistar. Solo a refunfuñar y garabatear entremedio sin que se notara mucho. Muchas veces la había sorprendido a ella haciendo morisquetas dando vuelta la cara de repente. La Señora se mataba de la risa y la Niña enrojecía de rabia y tenía que seguir limpiando su pieza.

Hoy esa escena le parecía divertida y no otro motivo para odiar al mundo. ´Odio odiar todo´, había visto esa frase en una polera y era el lema de su vida en esa época.

Se sacó los audífonos y la música sonaba con menor volumen, la Señora se estaría vistiendo para salir. No le dijo dónde iba, con quién, a qué hora volvería La casa quedó de nuevo en silencio y con el aroma al perfume nuevo de su madre, más intenso que los que usaba siempre. Volvió con corte de pelo nuevo y hablando por teléfono.

      Me aburrí, hoy estoy empoderá, ando con sostén con brillitos y las uñas pintadas de rojo.

Se reía a carcajadas y seguro que quien hablaba con ella también.

Se devolvió silenciosa a su pieza, revisó su cuenta en el banco, miró su clóset y se decidió a salir. Había visto un meme pasar en Twitter < si el sostén hace juego con el calzón, la cena fuiste siempre tú>.

Mientras caminaba derecha y después de mucho tiempo, mirando de frente por donde andaba y no solo al piso, se paró frente a la vitrina de una tienda de lencería, no se compraría algo con brillitos, pero sí algo más decente de lo que tenía en su clóset. A lo mejor ese consejo de las madres de no andar jamás con ropa de interior fea por si las hijas tenían algún accidente, no se refería a los accidentes que llevan a la urgencia, sino a otra clase de eventos inesperados.

En todo caso, no podía dejar de pensar qué cosa había pasado que la Señora se sentía empoderá. Por lo pronto, sentía que ya no era invisible y que tampoco era la niña.

 

Alejandra Guzmán, Eternamente Bella

https://youtu.be/9Muiws78y5A

 

Emmanuel, Chica de humo

https://youtu.be/58R_K4xWZ-s

 

Luis Miguel, Qué nivel de Mujer

https://youtu.be/QpXIuV0qMsQ

 


La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...