miércoles, 8 de noviembre de 2023

Yal


Alguien que entró al blog leyó dos textos: “Cerezos en Flor” y “Susurros Florales”, el segundo es un cuento y el primero solo palabras amontonadas con algo de redacción. En realidad, puede que sean distintos lectores, no hay cómo saber, pero ambas entradas, para ser más descriptiva y fenomenológica, me hicieron relacionar ese montículo de palabras. Conclusión, me resulta inevitable la repetición de temas y relacionar las flores con los afectos y la jardinería como una labor de conexión con ellos y un inútil intento de control.

Acabo de ver el blog de nuevo y alguien leyó el texto “Tardes de Jardín”, será coincidencia supongo, entonces también lo leí: demasiados adjetivos diría Francisco, inolvidable primer profe de taller, pero me parece poco honesto corregirlo y enfriarlo. Además, es solo una descripción o asociación de ideas, sin trama y un final que se lee forzado. Como cuento salva poco, como sensación harto más, al menos para mí que estaba empezando con esta compulsión.

Me gusta más, Susurros Florales, hasta lo encuentro casi bueno, como si no lo hubiera escrito yo. Ya sé, la inseguridad, el síndrome del impostor, la otredad de quien puede tomar distancia de sí mismo y siente ajeno un contenido. Qué maravilla es la mente. Leer algo como si otra persona lo hubiera escrito y hasta identificarse con la emoción que describe tal cual se tratara de una historia japonesa, albanesa, islandesa no solo lejana sino perteneciente a otras vidas. En Islandia también hay jardines bellos, en Japón ni hablar, las flores son casi deidades como el período de sakura: el florecimiento de los cerezos. Todo se relaciona, las piezas calzan porque debe haber un paisaje interno tan oculto como la propia sombra. ¿Y en Albania hay jardines? Donde existan humanos habrá jardines, reales o imaginarios.

Por supuesto no es una idea original y no me voy a amargar por eso y confieso, para mayor abundamiento en mis fallas, que tengo fijación con los jardines y me hago juicios sobre las personas según si cuidan o no el suyo.

No puedo pensar en vivir en un departamento y no tener un jardín, no mientras me pueda las patas y el propio cuerpo y entonces, con casi total seguridad, puedo decir que seguirán apareciendo las flores, la tierra, los árboles y sus habitantes en futuros textos. En el último paseo a un cerro vi tres lagartijas, una tarántula cachorra y un yal, un pájaro cuyo canto había oído, pero que no había visto de cerca. Estaba parado en una rama ignorando a los humanos y posando para un montón de teléfonos. Digo futuros textos porque se transformó en un hábito y casi compulsivo, exagero obvio, insano a veces, inútil siempre y rara vez satisfactorio según criterios muy idiosincráticos.

¿Usted sabía de la existencia del yal? - Moi non plus – diría una conocida y vieja canción francesa. Aquí va el link del canto del yal[1], no de la chanson.

Habitantes del bosque y jardines invadidos por humanos.


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