martes, 30 de julio de 2024

Más recomendaciones

 


Las biografías de muchos escritores, pintores, músicos o artistas en general están tan llenas de eventos extraordinarios que parecen una novela en sí mismos. Dando vueltas por YouTube a veces buscando y otras por obra y gracia de los algoritmos he llegado a escuchar historias inesperadas como la de Suzanne Valadon y entonces aparece adosada la de Erik Satie, el músico raro.

Entremedio logré terminar la novela de Stefan Zweig La impaciencia del corazón, tan angustiante como Crimen y Castigo de Dostoyevski, con la compasión y la culpa como motores de las decisiones del protagonista. El mismo efecto de algunas novelas de Patricia Highsmith. La maravilla de la tormenta de emociones contagiadas por las palabras en cierto orden.

Algunas recomendaciones van en los siguientes links:

1.     Mala Sombra: https://www.youtube.com/@alejandromalasombra

En palabras de su autor se trata de “Canal y pódcast sobre cultura ultra contemporánea especializado en arte, literatura y filosofía. Si crees que el pensamiento es una herramienta para transformar y no para interpretar y enumerar, este es tu sitio. Podrás encontrar análisis alternativos de la historia, comentarios sobre actualidad y entornos cibernéticos, reseñas literarias, entrevistas y diálogos con personas de ámbitos muy distintos”. También está en Instagram y Spotify.

2.     En Spotify se encuentra un Podcast que se llama Grandes Infelices y se puede escuchar la biografía, muy bien escrita, de escritores como Sylvia Plath, Yukio Mishima, Stefan Zweig, Roberto Bolaño y varios más. Su autor es el escritor Javier Peña.

3.     La biografía de Mario Vargas Llosa contada por Jaime Bayly es todo un acierto, aquí va, https://www.youtube.com/watch?v=xLp9wVt8kyo&ab_channel=WillaxTelevisi%C3%B3n

4.     También la entrevista a María Kodama por el mismo Jaime Bayly muestra a una señora suave y vital que vale mucho la pena conocer.

https://www.youtube.com/watch?v=ryxbVIVGIvM&ab_channel=robertocarlos0

 

Eso por ahora.

 

Claude Debussy, arabesque N°1 y 2° https://www.youtube.com/watch?v=9Fle2CP8gR0&ab_channel=TopClassicalMusic


jueves, 25 de julio de 2024

Blusa

 


− ¿Quieres hablar?

− ¿De algo específico?

Iba a decir que sí, que había un tema pendiente, una aclaración que él necesitaba para sentirse tranquilo, pero todavía se ponía nervioso y no lograba decir algo tan simple como – tú sabes de qué – pero ella diría que no sabía a qué se refería.

− No, sin tabla. No se trata de una reunión de trabajo.

− ¡Ah! para hablar de la vida entonces. Por supuesto

A ella no se le ocurrió nada que decir, nada que no estuviera pauteado de antemano. A última hora podría recurrir a algún artilugio de los habituales para no ir y no hablar: una reunión fuera de pauta en su nuevo trabajo, un súbito malestar o una migraña. No un simple dolor de cabeza que pudiera ceder a un comprimido, debía tratarse de una migraña con fotofobia, con aversión al ruido y a la que el estrés agravaría sin lugar a duda. O podría ir y ver su expresión de incomodidad cuando lo mirara de frente y fijo, de modo que lo obligaría a preguntar − ¿qué? – y a lo que ella respondería sin variaciones – nada ¿por qué? – por nada− balbucearía él y ella entonces esbozaría una especie de sonrisa socarrona y se echaría para atrás en la silla, tal vez luego pasearía la mirada por las mesas de alrededor. En el intertanto tendría clavada la mirada de él tratando de escrutar en su cerebro como si tuviera rayos de algún tipo que develaran sinapsis y lógicas simultáneas, pero el poder mental no da para tanto todavía. Estaría a salvo.

A él le pareció que, si no definía un día, hora y lugar, ella no haría nada, pero tampoco se trataba de mostrarse ansioso o dar la sensación de que el asunto era de mucha importancia, aunque sí, tal vez, pero no tanto porque las cosas seguían más o menos igual y después de todo, era imposible prever algo entre tanta confusión. Tenía la convicción de que cuando fuera viejo lograría distinguir lo que había sido importante y no estaba seguro de si ella aparecería en la lista. Recordó la primera reunión, había estado a punto de no ir y ahora pensaba que nunca se escucha lo suficiente al lado sano de la conciencia.

Ella recordó también la primera vez, usó una blusa comprada en un ataque de algo, de una sensación extraña, agradable y desagradable en todo el cuerpo, en especial en el estómago y el cierre de la garganta. Estaba tan confundida con tanto mensaje de texto que no sabía qué pensar y pensó lo peor. Esa tarde de compras, nada parecía llenar su gusto. Caminaba tan rápido en el centro comercial que no alcanzaba a ver nada, las ideas se revolvían en su mente como remolino y de tanto encerrarse en el laberinto de malos augurios solo divisaba siluetas y vidrios y prisa y murmullos y escenas que se sucedían en la mente como una seguidilla de sinopsis de películas malas por predecibles y por burdas. No iba a volver sin una blusa nueva, cualquiera, de cualquier color. Su compañera de departamento preguntaría y más valía que la salida abrupta y sin explicaciones hubiera tenido un objetivo. Siempre hay que parecer ocupada en algo; tener un proyecto, una idea, algo. En este caso la compra de una blusa, otra más, para lo que viniera, para una entrevista de trabajo, para sentirse liviana y pulcra. Una fácil de poner – y por ende de sacar – por si más tarde tenía ganas de tirarse en su cama a llorar o de bailar frente al espejo dependiendo de si todo salía bien, pero no, no iba a pensar en esa posibilidad. Mejor no ilusionarse para que el llanto esté dentro de lo esperable por una mala entrevista.

Eso fue antes, ya le parecía otra vida, ahora era muy diferente, la habilidad en juego era hacer aparecer la situación como que no era una reunión casi formal, igual que el juego de las visitas de niños y adultos y, por lo tanto, no podía ser buena ni mala.

Por supuesto todo podía salir mal y aumentar la confusión, pensaba él, pero no se trataba de nada en particular. En un mundo anestesiado es difícil que algo sobrepase, por arriba o por debajo, el umbral del bienestar personal o al menos que lo parezca. Ese era el punto central. Ya estaba lamentando haber generado la instancia de volver a verla, pero algo lo impacientaba, esa necesidad de ser o parecer correcto. Hay que ser y parecer dice el cliché completo, pero en la mayoría de los casos basta parecerlo. Tampoco admitía que, en su estilo de hombre racional y moderno, en el que no cabían otros razonamientos que no fueran evitarse problemas posteriores, sentía una especie de nostalgia adolescente y eso que ya rozaba los treinta. Contactarse había obedecido a un momento de ocio en su trabajo. Fue durante una pausa entre las reuniones telemáticas de la jornada habitual y las del magíster que ahora todos tenían que hacer para estar entre los requisitos mínimos de selección de cualquier trabajo decente, incluso si el sueldo no alcanzara a cubrir tamaña inversión. O fue en un momento de angustia al ver que sus años de universidad ahora eran amenazados por la IA y que debía aprender ya a utilizar esa tecnología para no quedar obsoleto antes de los cuarenta. Puede que fuera eso, un deseo de volver a una época de menor vértigo en la vida o de uno diferente.

Ahora estaba en lo mismo, buscando una blusa apropiada para la ocasión, algo así como la visita a un laboratorio, algo aséptico, sin forma, que solo cubriera y diera la sensación de nada. Todas sus blusas eran así, no fue difícil encontrar una.

−A mí no se me da eso de ser buena− esa frase le daba vueltas desde esa mañana. Mientras más se la repetía era como si agarrara un valor excepcional, como si fuera a atreverse a decir verdades descarnadas o pragmáticas que es lo mismo. Esas frases que de tan taxativas no dan espacio a la conversación. Había probado esa estrategia antes y había comprobado que la verdad cierra las posibilidades, debe ser por eso que la mayoría la esconde, para hacer eterna la incertidumbre y, como los pases de un mago, hacer aparecer elucubraciones y posibilidades; para ella eso era conversar, explicitar hipótesis incomprobables para que quedaran temas no resueltos hasta la siguiente. - Alguien así no puede ser buena. 

A medida que se acercaba la hora para llegar a tiempo, la tensión iba tomándose el torrente sanguíneo. Eso de comportarse del modo apropiado sin conocer los criterios de la corrección social en estos casos lo ponía peor. Se sentía a salvo y eso era aún más desagradable, porque a alguien que no arriesga nada le resulta fácil ser bueno, simpático, ocurrente. Y le había dado por acordarse de todo lo que no dijo o dijo demás, como si se fuera a morir y tuviera que aclarar cosas antes de llegar al final del túnel.  - Debe ser la crisis de los treinta - se dijo sonriendo para sí mismo, como un modo de cambiar el mood  del encuentro. Con ella nunca se sabía cómo iba a aparecer, a veces se veía tranquila y afable, hasta contenta y de pronto todo se iba a la cresta. Y él, lo tenía claro, adoptaba una actitud segura y serena, de viejo de mierda y la trataba como si tuviera todas las respuestas. 

Hacía ya dos adolescencias al menos, medidas en ese tiempo sin edad, que se habían visto por última vez. En cada oportunidad se propuso al menos no ser desagradable. Era superior a sí misma eso de parecer neutral, desbordante de autocontrol. Objetivo no logrado era la calificación que merecía, igual que varios niños de segundo básico a los que hacía clases. 

Él estaba sentado esperándola, casi deseando que no llegara y dar por terminado ese intento de no sabía qué. Que raro que ella hubiera aceptado verlo, que raro que él todavía la extrañara, ese pensamiento pasó fugaz y por peligroso fue expulsado y se estrelló en la avenida más cercana para, por fin, ser atropellado por las prisas de la vida en la ciudad. 

Ella siempre se apuraba para llegar irremediablemente tarde a casi todo, esta vez, la demora fue mayor porque en la avenida fue embestida por un tropel de pensamientos peligrosos. Se demoró más y más y en cada vitrina la blusa le parecía de diferentes colores y formas.

Él esperó otra adolescencia más y a su mesa se sentó una colega de su trabajo. Cuando ella se decidió a comprobar su hipótesis, los vio y pensó que su blusa era inapropiada para esta clase de situación. 



Alessandro Martire, Truh

https://www.youtube.com/watch?v=-CfvNt3gjBY&ab_channel=MartireComposerVEVO


 

 


domingo, 21 de julio de 2024

Recomendaciones





Resulta que los libros de cuentos deben ser una unidad de contenidos, deben tener un hilo conductor, una especie de mínimo común denominador. Es más, los buenos cuentos se revisan línea por línea, no solo por la economía de palabras sino porque cada palabra debe cumplir un objetivo según el estado emocional que el cuento se proponga provocar. Tanto que hay que saber. Si hubiera sabido no hubiera tenido la osadía y desvergüenza de empeñarme en escribir.

Solo paso por aquí hoy a recomendar un cuento de Verne  La Jornada de un periodista americano de 2889, impresionante: 

Y también paso a agradecer a quien ha estado leyendo una serie de textos random de por aquí que me recuerdan que la ignorancia es atrevida.



La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...