Las
verdades se cuelan por los intersticios de los argumentos falaces, eso pensaba
desde siempre doña Hortensia, había visto su nombre mal escrito tantas veces,
que llegaba a dudar, ahora, a sus 75 años, de si se escribía con c o con s.
¿Desde
siempre? Exageraciones no más, no se puede saber desde el cero, aunque algunas
teorías de la creación, esas que hablan del alfa y el omega, así lo promulgan.
Ya todo está nombrado, todo dicho y por lo tanto determinado. − ¿Cómo va a ser
cierto eso?
Culpaba
a su hermana muerta hacía no poco tiempo de lo que le había ocurrido y ahora
tenía una leve esperanza de que pudiera referirse a ese tiempo en pasado, con
formas verbales taxativas y ominosas. Ya pasó, ya fue como decía la señora Rosa
que la cuidaba o como decía el hijo menor de ella ¡ah ya chao! Cuando quería
decir que cambiaran de tema o que no valía la pena esperar, esforzarse o siquiera
pensar en algún tema o acontecimiento.
- ¿Qué
culpa puede tener su hermana Clavelina Sra. Hortensia? No está bien hablar mal
de los muertos, imagínese lo que dirán de una después.
- Imagínese
intentar vivir simulando la vida al gusto de los otros No me importó la opinión
de los demás cuando estaba viva y me va a importar ahora.
- Oiga,
¡pero si todavía no se ha muerto!
- ¿Está
segura?
Los
diálogos con la Rosa eran siempre así, cada una hablaba por separado con frases
que parecían hilarse, pero no tenían nada que ver unas con otras. Tiempos
verbales ominosos, sonaba bien pero no aplicaba ese calificativo exagerado; más
bien aplicaba para el período post pasado y antes del presente. Ese tiempo en
que estuvo renegando de sí misma y sintiendo que muchos acontecimientos eran injustos
y más injusto aún era que siguieran ocurriendo y no estuviera bajo su control
mejorar la situación. Como por ejemplo que se muriera la Clavelina antes que
ella.
- Ay,
es que me sigue mandando besitos en las noches el fresco de Lirio.
- ¿Y
por eso cree que está muerta usted?
No
le iba a decir a Rosa que se había despertado con la sensación de besitos
soplados en su hombro y en su cara. En un momento se incorporó y creyó que
había entrado un gato por la ventana y estaba despertándola con su aliento y
besos de gatos. Se sentó y no había gato, perro ni nada.
La
imaginación, la conciencia confundida de una vieja, en especial una que se
pasea en este mundo y el otro. Esa era su explicación- Desde siempre supo que
había que tener cuidado con lo que se lee y con las canciones que se escuchan,
incluso sin querer, porque parece que una parte del cerebro guarda canciones en
la conciencia hasta que se aprende a hablar el idioma en que están escritas
para descifrarlas y volverlas a escuchar en distintos momentos. Operan igual
que la banda sonora de las películas, aparecen para intensificar la emoción o
para explicarlas.
- ¿Será
que una se programa para vivir las situaciones descritas en las canciones o en
los libros que leyó?
- Ya
empezó a hablar sola Sra. Hortensia, me carga cuando hace eso porque intento
decirle algo y usted sigue como si no escuchara.
- Rosa,
una siempre habla sola. Las palabras son tramposas. Cada uno entiende lo que
quiere.
- ¿Se
acuerda cuando la acompañé a ver las esculturas en movimiento?
- Quedaste
impactada con esa donde había una esfera de palabras que flotaban.
- Letras
- ¿No
hubiera sido mejor que fueran palabras? Palabras que nos dirigen la vida sin
que sepamos.
- Ya
va empezar con sus cosas raras, voy a buscar los remedios de la tarde mejor.
Simpática
la Rosa, se hacía la de las chacras, pero entendía más de lo que se atrevía a
confesar, temía contagiarse con la forma de razonar o de perder la razón de la
Sra. Hortensia. Tenía ya suficiente con sus propios monstruos y fantasmas
traídos del país en dónde creció y que su familia se vio obligada a dejar. No
quería pensar en ese tiempo. Fueron años de adaptación, de prejuicios y
maltrato. Sospechaba que la Sra. Hortensia tenía más historias de las que
confesaba, historias de toda clase, pero no estaba segura de querer conocerlas
¿y si era cierto eso de que las palabras y las canciones la predicen a una? Ya se
había pillado poniendo atención a las que escuchaba ella y no eran nada de
felices, pura nostalgia, puras despedidas.
- ¡Ay
mujer! Tampoco es tan mecánico, son algunos versos, algunas ideas que después se
puede abandonar para agarrarse de otras.
- Quiero
saber de cuáles me estoy afirmando ahora.
- Agárrate
de lo quieras, de lo que te haga mejor no más. Total, una reafirma lo que ya
sabe.
- ¿y
cómo sabe una que ya sabe?
- La
libertad es difícil Rosa.
Así
Rosa sabía que Doña Hortensia no quería seguir hablando, decía cosas para ella
misma.
Doña
Hortensia no quería contagiar a Rosa con sus conceptos, que los descubriera
solita, con costalazos a su medida, aunque, aunque le dijera mil cosas al minuto
los costalazos son siempre a la medida de lo que cada uno puede soportar ¿no? Recordó
sus tiempos de encierro en el pozo. Cuando leyó a Murakami pudo nombrar así
esos períodos de ensimismamiento y de pasividad extrema. Esos tiempos de
oscuridad y silencio internos en donde, al principio, esperaba que los
acontecimientos se ordenaran solos, pero que luego descubrió correspondían a un
retiro de todo para recuperar las fuerzas y hacer lo que debía, lo que se debía
a sí misma. En el pozo aparecían sombras que corren más rápido que la mirada,
más versos y sensaciones sin nombre que en un momento específico, determinado
por quién sabe qué fuerzas, le susurraban que ya era tiempo de salir.
- Hay
que dejar tranquilas a las personas que están en el pozo, no hay que apurarlas.
No tienen respuestas, ni opciones, están atrapadas en sus jaulas imaginarias. Solo
ven los peligros de la acción.
- Me
asusta cuando habla del pozo.
- ¿Qué
te asusta? ¿encontrar otras posibilidades? En el pozo me di cuenta del significado
del antónimo del miedo.
Rosa
pensaba que era otro concepto rebuscado de Doña Hortensia, pero, cuando estuvo
en su propio pozo advirtió que era de una simpleza casi absurda.
- A
ver Doña Hortensia ¿después del último período en el pozo decidió que quería vivir
aquí?
- Rosa
la pillina. Así fue, la muerte de la Clavelina fue la culpable.
- ¡Ya
salió Doña Clavelina al baile!
Hortensia
sentía que Clavelina la había empujado, que ella le había susurrado en el pozo
que saliera de una vez hacia el agua y nadara aunque sintiera que se ahogaría y
que nadie la rescataría. Eso hizo y no le importó que nada se hubiera ordenado o
que las canciones dieran vueltas y vueltas en la misma dirección y ella quisiera
ir en la opuesta.
Se
fue de a poco, por días, semanas hasta que se sintió en su lugar. Oía susurros
diferentes, algunos ininteligibles o sería el tinnitus de los viejos. Lo que
fuera se parecía a lo que quería oír. Como siempre, como los sueños, como los
besos de Lirio en su hombro.
David Bowie, Absolute begginers, https://youtu.be/o_cHvtPB2dY