martes, 9 de enero de 2024

Japón para los amigos

 







¡Hola! Tal como alcancé  avisar  a varios, en este blog iré poniendo algunas novedades de estas vacaciones. Recién llegamos a Tokio, primer consejo: hay que hacerse el ánimo para un vuelo tan largo. Hasta el momento ha salido todo bien.

II  10 de enero 2024 Nos ubicamos



Para quedar cerca de la estación de trenes y la compra del pase del metro, reservamos en un hotel muy céntrico. Lo mejor: el baño y el sillón de masajes; dado el cansancio del viaje fue una muy grata sorpresa. Dormimos como si nos hubieran apaleado.

Ahora vamos en tren a Osaka. 
De Tokio solo alcanzamos a ver la zona alrededor del hotel: absoluta limpieza y orden. Muchos abrigos y parkas negros. 
Caminamos un poco por la zona de lujo y nos llamó la atención este dragón de tela de una tienda del distrito de Ginza.

III. Osaka Blade Runner 10 de enero










11 de enero
Osaka 1583 y 2024
No sé si Osaka tiene un centro, por donde una pasa parece una ciudad con mucho movimiento, comercio y la actividad es incesante. Aún así, se siente bien esa ciudad. O será que pasear con la sensación de seguridad, tiempo para mirar y encima de vacaciones hace que una la mire con amabilidad y se puede apreciar así toda su gracia. Fuimos al Castillo de Osaka, su impronta y belleza antigua contrasta con los alrededores modernos, densos y hasta opresivo si una detiene la mirada en los edificios de departamentos pegados, pegadísimos unos de otros. Se construyó 40 años antes que Versailles, el palacio de Luis IV, Rey Sol de Francia,  y sin embargo, pareciera haber estado ahí desde el principio de los tiempos. 
Esa Osaka es la misma de las calles de anoche, llenas de gente, comida y colores. El viento de la tarde nos recordó a Punta Arenas. Me alegré de haber llevado un gorro chino que compré a una peruana en Chile y que termié trayendo a Japón.

Por la tarde fuimos al Pokemon Center, mi hija estaba feliz. Yo no tanto la verdad por el tiempo que caminamos todo el día. Espero poder cenar ramen hoy.













11 de enero Algunos detalles

Una maravilla el silencio y el orden de la gente en el metro. Hay señalética para todo, solo que la voz femenina repitiendo instrucciones en japonés y en inglés, sin parar, puede llegar a ser irritante después de un tiempo supongo. Hay baños en todas las estaciones y todo lo que se diga es poco en relación con lo limpios y agradables que son. Hay todo un mundo subterráneo: restaurantes, oficinas de servicios públicos y de turismo, al parecer en muchas estaciones de combinación de líneas. Por supuesto abundan las tiendas de ropa y de toda clase de artículos. Se necesitaría mucho tiempo, paciencia y plata para hacer turismo de mall por estos lados. En el edificio Daimaru, donde se ubica el Pokemon Center, Nintendo y otros, hay pisos completos de tiendas de lujo de ropa,  joyería, cosméticos, cremas, esencias, etc. Nos detuvimos en un piso por el aroma espectacular a hierbas y aproveché de comprar té en bolsas porque no es fácil encontrar en cualquier parte. Menos mal que estábamos cansadas después de caminar casi 14 kms hasta esa hora porque había infinitas clases de hierbas, aceites, esencias en todos los formatos y daban ganas de olerla todas. Impresionante. 


Ya de vuelta al metro había tiendas más accesibles y por supuesto la de papelería tenía un imán. Solo el agotamiento y el convencimiento de que en Tokio visitaremos otras hizo que pudiera resistir tanta tentación por comprar libretas que no ocuparé y un sinfín de cositas lindas de escritorio. El sistema de pago en todas partes es fácil, muestran una calculadora Casio con números grandes en donde suman delante de una. El efectivo se deja en una bandeja y si se ocupa tarjeta más fácil aún.
La ropa de hombres y mujeres es muy sobria, de colores sólidos, sin estampados, abunda sobre todo el negro, seguido del gris, azul marino, palo de rosa y blanco. Las japonesas se ven muy elegantes con su delgadez y ropa oversize. Dan ganas de ser flaquísima. Cero posibilidad. Los genes asiáticos de la piel también son característicos, eso de la piel de porcelana es absolutamente cierto. En Osaka solo una vez vimos otras latinas, los turistas de esta ciudad son mayoritariamente chinos, coreanos, gringos y europeos. En el castillo vimos indios y árabes de quién sabe dónde.
Todo se ve HD, lo mismo que lo poco que alcanzamos a ver de Tokio. Debe ser el viento y la obsesión por la limpieza: vimos a un trabajador municipal de rodillas limpiando una vereda con un cepillo metálico chico. 
La atención en los lugares de comida ha sido muy amable y las órdenes por el celular ¡funcionan!
Por todas partes me parece ver personajes descritos por Murakami o iguales a los de las películas del estudio Ghibli. Las personas imitan a ese universo, no al revés. Estoy segura.

Este es el año del dragón, hay figuras alusivas en todos lados.

Si en Santiago despierto a cualquier hora en la noche, aquí ni hablar, por eso estoy escribiendo a las 5.00 am. 

12 de enero
Año 200, 1975 y 2024

Tengo severos problemas para regular el sueño, aquí y en la quebrá del ají. En unas horas más partimos a Kioto y he dormido a ratos. Cosas de vieja supongo. 
Ayer fuimos al santuario de Sumiyoshi Taisha por la mañana. Tomamos metro y un tranvía que hizo el recorrido muy agradable. Es un solo vagón que pasa por el barrio cercano al santuario que queda a las afueras de Osaka o al menos en una zona habitacional. No había ningún occidental en el camino y tampoco en el santuario. Las personas van allí a orar, llevan a sus guaguas y por supuesto venden, no tan exageradamente como en Lourdes o el Vaticano, figuras y rezos de protección para diferentes aspectos o cosas que se valoran en la vida. El lugar tiene otra velocidad y temporalidad. Es difícil imaginar que se fundó el año 211. El entorno es bello y por supuesto cuidado como la joya que es. Está lleno de vida porque se logra ver que es un lugar de culto y no sólo un atractivo turístico. Al salir y atravesar la calle hay un parque muy tranquilo donde continúa ese estilo sinuoso de los jardines japoneses y se aprecia a los jubilados paseando lento en bicicleta. Regresamos al centro, que corresponde en efecto a la zona de Dotonburi donde estamos alojando y después de almorzar fuimos al santuario del y león Yasaka Namda, mucho más pequeño y con una estética muy distinta. Es de 1975 y se construyó para honrar al león como figura protectora de Osaka. Por la tarde terminamos en un parque botánico donde había una instalación de arte lumínico. Parecían huevos de aliens en realidad. Bonito y relajante por la música que acompañaba la experiencia, la misma que uso para tratar de dormir(!), pero se ve más espectacular en las fotos que en la puesta en escena. Llegamos muy cansadas y ahí dormí un rato. Pasos caminados: 23.629.
Hay varios Japón por supuesto. Una cultura tan antigua presenta aspectos disimiles y como sea que lo hagan, logran una identidad análoga a la personalidad en las personas. 

14 de enero
La ignorancia es atrevida

Por error tomamos un tren premium y llegamos muy rápido a Kioto. Nos subimos a un tren mejor de lo que pagamos. Antes de las 11.30 ya estábamos listas para salir a dar una vuelta. En esa caminata nos encontramos con la sorpresa del templo Kiyomizudera. Un templo dedicado al agua que parece  imponente e indestructible. Gracias a la ignorancia la experiencia fue parecida a la de un niño al ver los trucos de un buen mago. El templo iba mostrando de a poco sus naves y encantando a los visitantes. El recorrido está lleno de negocios de comida y chucherías de diversa calidad.
Imposible no probar un smootie de kaki con trozos de fruta. Delicioso.
Terminamos ese paseo encantadas y agotadas. Esa noche dormí apaleada de nuevo. Ese parece ser un buen remedio para el insomnio
Kioto fue la ciudad imperial de Japón por aproximadamente mil años y como casi no fue bombardeada durante la II guerra mundial, conserva muchos templos intactos. 
En Chile habíamos comprado un tour para poder recorrer los principales templos y castillos de esta ciudad lo que fue una buena idea, de otro modo no hubiéramos podido recorrer tanto en tan poco tiempo.  Imposible recordar el nombre de cada lugar, las imágenes quedarán como testimonio interno más allá de las fotos.
Es temporada baja, pero el fin de semana había mucha gente visitando esta ciudad, en especial turistas chinos, coreanos y también japoneses de otras ciudades. No sè cómo se las arreglan para recibir a los turistas en temporada alta, debe ser una pesadilla tratar de caminar. Fue una buena decisión venir en invierno que ha sido bastante benigno hasta ahora. Hasta un poquito de nieve nos tocó por unos minutos en la noche.
Todo es impactante: un templo con cientos de budas que esta vez además, albergaba una competencia de arquería tradicional japonesa; los jardines tan bien cuidados de todas partes, la organización para recibir a tanta gente. 
Los negocios de comida al paso y en restaurantes tienen un sistema muy fácil para pedir lo que uno quiere. Hasta el momento la comida ha sido buenísima ¡muy sabrosa! Incluso unos fideos gordos, udon se llaman, que me resultaron difíciles de agarrar con los palitos ¡menos mal!
El concepto de patrimonio de la humanidad aquí tiene pleno sentido y así lo cuidan. Mención especial tiene el templo dorado que está en un entorno a la altura de su estructura y ornamentación, la composición en conjunto resulta en una imagen de cuento, pura belleza. 
Finalizamos el día en la estación de Kioto. Es enorme, e nor me. Tiene un mundo adentro, nos dimos muchas vueltas buscando una escalera iluminada muy conocida en tik tok decía mi hija. Yo, ignorante, no tenía, para variar ni idea de su existencia. Nada que decir,  la estación, la escalera y la arquitectura del lugar no hicieron otra cosa que reafirmar el talento y el amor que los japoneses muestran por sus ciudades.
Alguien dijo, para variar no me acuerdo quién, que las ciudades son hermosas y agradables de acuerdo al cariño que les tienen quienes las habitan. 

 
16 de enero

Turista en día lunes

Desde Nagano intento ponerme al día.
El lunes fuimos a Kurama, se llega en tren desde Kioto. Qué maravilla el transporte de los japoneses: integrado, con explicaciones por todos lados, trabajadores dispuestos a informar con amabilidad, limpio, silencioso, muchas salidas por cada estación, puntualísimo, calefaccionado en justa medida y mucho más. Ya dije que es muy silencioso, pero lo reitero. En Santiago dejé de tomar el metro por el ruido insoportable de los cantantes y vendedores. La diferencia es abismante en cuanto a la tranquilidad en cada trayecto. 
Kurama es una localidad más o menos rural con un cerro, una montaña dicen aquí, de unos 1000 mt de altura,  tiene un templo, o más de uno tal vez, y es un lugar de peregrinación de los creyentes. Había poquísima gente, el entorno es muy bello y hasta nos tocó una pequeña nevada. Qué diferente es recorrer un lugar con poca gente. Se puede disfrutar del paisaje y respirarlo. Almorzamos en un restaurante vegano, comida budista dicen los dueños, muy rica. La sirven con un té calentito lo que resulta muy reconfortante a la bajada.
Por la tarde fuimos a Gion y tuvimos la suerte de ver de cerca a una aprendiz de geisha, maiko se llaman. No se les puede fotografiar en esa zona, hay multas. Los locales la saludaban al pasar porque por aquí son como celebridades. Dicen también que verlas es muy raro así es que tuvimos mucha suerte. En Gion hay más templos; es una zona turística muy concurrida y el comercio abunda, aunque bastante caro. Recorrimos los templos y un parque bellísimo. El paisaje invernal tiene un encanto particular,  más allá del gusto personal por el invierno, los colores de las piedras, los árboles podados para la justa y esperada floración de primavera, hacen que sea una composición ¿nostálgica? Puede ser.
En Gion nos encontramos de nuevo con los turistas chinos, entre otros por supuesto, solo que ellos se distinguen por bulliciosos, atropelladores y buenos para tomarse los lugares buscando una foto en la que parezca que están solos. Los coreanos también hacen eso, pero al menos miran para los lados para hacer rápido el trámite. Los chinos son imbatibles en el récord de los peores turistas del mundo.
En Kioto se arriendan kimonos para quienes quieran vivir la experiencia de vestirse con los trajes japoneses tradicionales. Hombres y mujeres, jóvenes sobre todo, aprovechan de sacar el mayor partido a la situación, se peinan, maquillan y contratan fotógrafos profesionales que las acompañan a los mejores lugares para posar. Japoneses de otras provincias también lo hacen y al parecer se relaciona con cumplir 20 años. Lo mismo que la arquería tradicional que nos encontramos antes. Ojalá mantengan esa tradición tan bonita, un rito de pasaje hermoso y marcador.
Ayer en la mañana recorrimos por última vez otros sectores, de puro perdidas llegamos de nuevo al templo Kiyomizudera. Se ve muy diferente con la atmósfera de día lunes con menos gente y la mayoría del comercio cerrado. Nos fuimos más tarde a la estación de Kioto. Buscamos sin resultado un restaurante al que habíamos ido y nos gustó mucho. Nos dimos muchas vueltas y no logramos dar con él. Esa estación es inmensa, tiene once pisos y nos desorientamos. 
Kioto tiene muchísimo para ver, me va a penar haber pasado solo por fuera del palacio imperial. Estaba en el itinerario y no alcanzamos. C'est la vie.
Nos vinimos a Nagano en tren, aquí hay nieve; estuvo nevando la semana pasada y todavía queda algo por las calles. La esperanza es ver los monos de esta zona y otras cosas. 
La ropa de abrigo que trajimos ha sido la adecuada menos mal. 



17 de enero

Bosques, nieve, religión y naturaleza.

El camino de Kioto a Nagano en tren es muy lindo. No lo había señalado aquí. Por un lado el mar y muchas islas pequeñas y por el otro montañas con algo o mucho de nieve dependiendo de la zona. Me recordó a la isla Lemuy de Chile. Llegamos de noche a la estación y el frío se hizo notar. 
Hoy el día comenzó de maravilla, en este hotel ¡había pan para tostar y mantequilla! Para mantener el sobrepeso de una hay que esforzarse. No es así no más la cosa, carbohidratos y grasa son parte esencial de la dieta para que, aunque estemos caminando mucho al día, la silueta se mantenga invariable. Disfruté mucho ese pancito, para qué lo voy a negar.
Partimos con una visita del día a los templos más antiguos de Nagano: el 
Zenko-ji es el más lmportante y antiguo por aquí. Se puede entrar y participar de las ceremonias. Adentro está la estatua de madera de Monju Bosatsu, un monje que superó o logró salir de los niveles de existencia que plantea el budismo, pero que eligió quedarse en el plano terrenal para sanar a los enfermos. Los peregrinos tocan la estatua y de tan antigua y tan venerada, está muy gastada. Muchos viejos la tocan orando.

Aquí también hay una figura de Buda que dicen es la más antigua de Japón. En entorno nevado y en medio de montañas y ríos, la historia de religiones tan antiguas cobran sentido. El shintoismo y sus conceptos me parece de toda lógica y muy de acuerdo con la valoración actual de la naturaleza y los espíritus que se encarnan en ella. Apenas he leído de religiones la verdad, pero cualquier creencia que haga respetar el entorno y a los demás parece un buen marco teórico para vivir.
Por la tarde, en un bus turístico, nos fuimos al parque de los monos de Nagano, Jigokudani, ninguna foto puede hacer justicia a ese lugar. El camino, los monos haciendo su vida, la gente respetando las normas del lugar, en fin. Parece otro mundo, cuando veo al bueno tan lejos del malo decía Violeta.  La misma sensación de los bosques y Lagos del sur de Chile. 
Me resulta más fácil atisbar algo del Japón antiguo que construyó un culto en base a la naturaleza que el actual. No es posible rozar siquiera la vida cotidiana de los japoneses siendo turista. De ninguna parte tal vez. Sólo se ve lo que aparece a la superficie. Casi todo está hecho para la máxima productividad laboral o de lo que hay que hacer: enormes negocios de platos variados listos para calentar en el microondas, muchos aparatos para facilitar la limpieza y el orden. 
Boys town gang, Can't Take my eyes of you, https://youtu.be/FAib7wTlCj8?si=Ii7GVi5uSpiCjCS1 

Esa canción sonaba por ahí cuando llegamos a Nagano, el lugar que yo más esperaba conocer.


18 de enero
Matsumoto y Narai-juku
Desde Nagano fuimos por el día a Matsumoto, es una ciudad moderna y tiene varios edificios de arquitectura interesante, algo de art nouveau inclusive. No muy lejos de la estación de trenes está el castillo Matsumoto. Se llama también el castillo de los cuervos porque es de color negro. Forma parte del patrimonio nacional japonés. Lo mejor es que se puede entrar y entender muy bien sus funciones defensivas. Los escalones son muy altos para alguien con piernas cortas de autóctona como yo. Aunque la gente alta debe estar atenta al techo. Nos quedamos con la duda de cómo lo hacían los soldados japoneses para correr adentro sin matarse en esas escaleras. Por supuesto es impresionante, por fuera por su belleza y por dentro porque se aprecia la construcción y sus funciones. Por Matsumoto se encuentran esculturas y mucha artesanía de ranas, las extrañan claro está, un tifón arrasó con las que había en el río  Matoba. Entre terremotos, tifones, tsunamis y guerras, resulta admirable ver ciudades sin señales construcciones a la rápida o temporales que terminan siendo definitivas ¿será que tanto desastre los hace querer más su hábitat?
En Matsumoto había muy pocos turistas y pucha que es agradable visitar un lugar con tranquilidad y disfrutarlo con tiempo. Por la tarde nos fuimos a Narai-juku, es un pueblo pequeño que conserva una calle con fines históricos y turísticos. Se trata de ver cómo eran las viviendas del Japón pre guerra. Estaba lloviendo y hacía frío, así es por un buen rato éramos las únicas que andaban por ahí. Por supuesto las tiendas estaban en su mayoría cerradas. 
Mi hija habla un poquito de japonés y por segunda vez le dicen que su pronunciación es muy buena ¡Me creo la muerte con ella! Cuando dice que venimos de Chile, ponen expresión de sorpresa y hacen el gesto de 'mis respetos' por eso. En un negocio nos regalaron bombones y en otro postales de año nuevo. Yo hasta le mostré el volcán Osorno a una señora y le encantó, anotó su nombre en un papelito y le regaló más postales a la cabra chica. En cuanto a mí, un señor dijo que pronunciaba muy mal arigato gozaimasu, lo único que yo creía que sabía decir, así es la vida ¡jajjajajaj

Recién hoy sentimos frío, ese que hiela los pies, pero hoy partiremos a Tokio y la previsión del tiempo dice que allá está más agradable la temperatura.
Qué buena idea la de los japoneses la de tener pijama en los hoteles, otro punto a favor del turismo.


19 de enero
Comentarios anodinos (o "inlópidos" en la jerga familiar)


Llegamos ayer a Tokio desde Nagano. Se me había olvidado decir que esa ciudad fue sede de los juegos olímpicos de invierno de 1998. Vimos hartos europeos y japoneses con equipos de esquí llegando para el fin de semana. También hay muchos senderos para caminar y recorrer esa zona.
Tampoco puse por ahí que en el templo de Kiyomizudera en Kioto, me encontré con la plegaria de una chica que quería vivir para siempre con un pariente Candia que no conozco. La escribió en un trozo de madera en donde se cuelgan las oraciones y agradecimientos.Tengo foto para comprobar que es cierto, pero na que ver publicarla. Creo que si una pareja resiste junta un viaje largo tiene altas probabilidades de mantenerse unida. Pasan muchas vicisitudes viajando y el cansancio o distintas expectativas pueden jugar malas pasadas. No vamos a saber si las oraciones de la enamorada de un Candia resultaron, imaginemos que sí.
Justo ahora que suena una canción de Wings, estoy con audífonos porsiaca, les cuento que el hotel donde nos quedamos en Tokio se llama Wing ¡misch! No da para sincronía, sí para una buena casualidad de una fanática de esa banda.
A propósito de viajes y turismo, entre otras cosas, me resulta curioso ver los esfuerzos de muchos para hacer como si los lugares estuvieran solitarios. Las poses en las fotos con cara de arrobamiento para el Instagram se ven muy divertidas al ver la escena completa, antes y después de la foto. Poses de meditación en los templos, manos alzadas y de triunfo como si se fuese dueña/o del lugar. Ya sé, soy muy criticona.
En cuanto llegamos a Tokio dejamos las maletas en custodia y nos largamos a caminar de nuevo ¡wendar que hemos andado! Y tanta escalera: en el metro, templos y parques. Mi entrenamiento en los cerros y el baile de algo habrán servido porque todavía puedo seguir, pero las plantas de los pies me recuerdan los años que tengo: los espejos y las fotos también. Nada que hacer.
Esta ciudad es mareadora. Demasiado de todo: luces, edificios, publicidad, gente. Saturación de estímulos visuales. Estando aquí extraño las vacaciones que no tuve en Valdivia este verano. Leseras de una por supuesto. 
Veníamos abrigadas como para Nagano así es que nos matamos de calor antes de poder sacarnos una capa de ropa. Once grados es mucho para primera, segunda capa y parka 🥵. Hoy hará un poco más de frío dice la previsión del tiempo. Ojalá digo yo.
Fuimos al parque imperial, a un jardín que cuando llegamos estaba cerrado y finalmente a la torre de Tokio. Después de eso no valíamos nada. En el siguiente post pondré fotos de esos lugares. Solo les dejo un gráfico del número de pasos de los últimos días. El promedio es de 19.299 mucho lucho.


20 de enero

Tokio paraíso de la cabrería

Siendo una ciudad tan grande, en Tokio hay de todo, así es que si quiere ir a más templos, parques, jardines, museos, sitios históricos, este es un buen lugar. Si es aficionado a los juegos, mangas, animé y es fetichista de todo el 'fan art' que rodea ese mundo, este es su paraíso. A lo mejor, si hubiera figuritas de Heidi, Marco, Meteoro,  Candy o tal vez de Ultraseven podría, en mi caso, entender más ese mundo. Es impresionante ver a varias generaciones, desde niños a cuarentones, con expresión de éxtasis al ver toda la merch, así le dicen, vinculada a sus hobbies favoritos. Por supuesto hay tiendas de ropa, maquillaje y accesorios para ataviarse como cosplay y leseras para colgar en los bolsos, adornar fotos, en fin. Creo que ese mundo Ghibli, Pokemon y Nintendo incluidos, debe haber reemplazado el PIB que Japón tenía gracias a la tecnología. ¿Tendrán más ingresos por esa vía que por los automóviles? 
Amor de madre abismo sin final. Ayer partimos con una visita a un parque y un templo, el santuario Meiji, vimos los trajes de bautizo y también a un par de novios vestidos con los trajes tradicionales. Las novias usan hasta 6 trajes en su matrimonio. La foto me quedó horrible, pero se puede buscar en la red en qué consiste el traje. Otro tema interesante del que tengo que leer más.
También fuimos a ver el monumento al perro Hachiko, había una fila de casi una cuadra para tomarse una foto y yo tengo poca paciencia así es que tomé fotos por el lado no más y una selfie en donde apenas se ve el perro.
Después de eso, la locura, yo abrumada y mi hija maravillada con todo el universo construido a partir de los monos japoneses. Ella comenzó con Sakura Cardcaptor cuando tenía como 4 años y andaba con una estrella gritando a todas las cosas - ¡regresa a la forma humilde que mereces!
El cruce de Shibuya y el gentío con paraguas por todo ese sector una muestra más de lo diverso que puede ser Japón y la avalancha de turistas que hemos venido por los mangas y series. 
Después de Hachiko comenzó la peregrinación por los lugares de culto de la cabrería, tiendas de juguetes, librerías y otros locales de culto. Éramos varios los que nos quedábamos afuera de las tiendas esperando a los fanáticos para que vieran y compraran sus tesoros. Menos mal que llevé audífonos para escuchar a Claudio Alvarez Terán cuyos videos de resúmenes de libros de filosofía me tienen tomada hace un tiempo. No venden figuritas de él por acá.
Ahí estaba yo entonces cual perro Hachiko esperando a su dueña, mi hija, impertérrita, con quizás qué expresión, bolsas en los pies (también bajo los ojos) y santa devoción hasta que salía de un negocio para dirigirnos a otro. Por supuesto me entretuve además de los videos, observando a la gente e inventándoles historias. 
Si me conociera menos podría haber recorrido sola otras calles por lo demasiado que hay que ver, pero suelo perderme en todas partes y ni el Google map puede conmigo y mi falla cerebral de partir siempre para el lado contrario. 
Me aturde esta ciudad, es demasiado para mí. Es admirable como hacen que todo funcione y entonces el respeto por las normas de urbanidad se vuelve no solo comprensible sino una necesidad de sobrevivencia: mantener la izquierda para subir y bajar, para entrar y salir. Revisar bien hacia dónde ir y cómo llegar. Nadie atraviesa con luz roja, la multitud se divide y nadie choca. Nada de bocinazos tampoco. 
Con todo, es demasiado estímulo simultáneo y ya extraño el jardín y las suculentas. Me alegro mucho de haber comenzado este viaje por otras ciudades antes que Tokio. Hasta el Pokemon de Osaka era más agradable que los de acá porque no hay uno, hay varios como era de suponer.
En Tokio también hay parques y templos y mucha onda con prácticas anti estrés; se entiende plenamente. Ante tanta neura no queda más que tratar de respirar y relajarse como sea. Hay que cuidarse  como los japoneses cuidan a sus árboles.
Hoy continuaremos combinando algo de historia y peregrinación hacia los templos, los antiguos y los nuevos, esos del fetchismo actual y la plena vigencia, con todos sus males, del consumismo y el modelo.







Claudio Alvarez Terán https://youtu.be/OWnDGapyKd8?si=RsAEknfI6cQ_ISOg 

22 de enero 

Un homenaje a mis zapatillas Michael Jackson



No hay señora que se precie de tal que no tenga su par de zapatillas con algo de brillo. Obvio, tengo las mías, con charol y todo y algo de plateado. Aún no caigo en el dorado porque no me gusta, pero ya no lo descarto. Así es eso de ser señora.

Como acá en Tokio el tiempo ha estado muy benigno con nosotras, mis MJ me han acompañado toda la estadía. Tienen que durar hasta el viaje de vuelta en el avión, porque imposible usar bototos tantas horas seguidas, luego pasarán a retiro.  Se lo merecen. Las rodillas también debieran recibir un premio, porque hemos caminado más de 10 k diarios incluidas las escaleras, pero no pueden jubilar todavía. 
Fuimos al templo budista más concurrido de Tokio, Sensō- ji. Entre los turistas hay algunos peregrinos que van en busca de una experiencia espiritual, debe ser difícil entre tantas distracciones del camino: comercio de souvenirs, muy bonitos y convenientes y muchos negocios de comida callejera: para mí lo mejor fue encontrar castañas asadas calentitas y dulces. Hay frutillas blancas, rojas, con caramelo, chocolates, helados, en fin. Otra cosa muy rica son unos dulces de masa de panqueques rellenos con camote, mmm, 😋.
Me distraje. 
En todos los templos piden que una sea respetuosa, incline la cabeza al cruzar, guarde silencio y está prohibido sacar fotos. Aquí es imposible controlar a tanta gente y eso que estaba bastante aceptable la concentración de personas. Así es que de silencio nada, fotos por todos lados y mucha pose.
Al fin hoy probamos sushi japonés, fuimos a un local de cadena en donde circulan los platos en una cinta transportadora y se piden platos especiales por una pantalla.
Ayer fuimos a otros templos: edificios completos, no uno ni dos, muchísimos edificios dedicados a la merch, de series, mangas, juegos, en fin. Antes de ir para allá pasamos por la estación de Tokio y por supuesto hay un sector dedicado a lo mismo y no saben na' ¡estaba Heidi y Ultraman! Obvio que compré un par de cositas. Busqué a Meteoro y a Ultraseven, pero no estaban y a Godzila no lo voy a llevar por mala onda con mis héroes de infancia.
La cantidad de fanáticos es increíble. Muchos más hombres que mujeres, casi todos con los mechones sobre la frente, la mayoría de negro y haciendo poses de sus héroes, eso supongo que hacían. 
Akihabara es la estación de metro y la zona capital de la noñez mundial. A prepararse, la  infantilización y escape a un mundo virtual fantasioso llegó para quedarse con estos cabros que ya llevan a sus hijos a esos lugares de adoración.
Hay para todos los gustos, hoy fuimos a la tienda de Harry Potter, fantástica, nada que decir. El barrio que la rodea es muy diferente, elegante y bonito y hasta la salida de metro que da a la tienda y al café oficial está ambientada según la saga.
Hay un teatro enorme y edificios de arquitectura muy interesante por ahí.Tokio debe ser una capital muy entretenida para los arquitectos, hay de todos los estilos en esta ciudad enorme.
En una de las vueltas que nos dimos fuimos a dar a una librería que se llama Maruzen, es gigante. Salimos deprimidas por la enorme cantidad de opciones de libros en inglés, papelería, lápices. Demasiado. Ocho pisos dedicados a los libros. Todas las grandes ciudades del mundo tienen esa clase de librerías. Qué envidia.
Una curiosidad extra, cuando una compra un libro, ofrecen de inmediato una cubierta de modo que si va a leer en un lugar público los demás no vean el título. Los japoneses son reservados hasta en eso. 
Ha sido un buen viaje, tengo mucho que aprender de la historia de Japón, confío en que ahora se me hará mucho más interesante por haber visto algunos de sus paisajes y a su gente siempre amable y misteriosa.



 23 de enero

El mar y la fe

El último día por acá estuvo dedicado a conocer una localidad que se llama Kamakura donde está el segundo Buda más grande de Japón y uno de los santuarios más bellos que vimos por acá: el templo de Hasedera, bellísimo. Hay mucho más, como en todas las ciudades en que hemos estado.
La vía ferroviaria está al lado del mar y se puede ir caminando a Enoshima, una playa y una isla en la que se desenvuelve la historia de un animé y una película. Así es que ambas felices con el paseo. 
Salir de Tokio devuelve la sensación de la escala humana de las cosas, las calles, los trenes y la posibilidad de observar a las personas. Comentario pueblerino y cliché de mi parte por supuesto.
Hay un cruce del tren con el mar de fondo que es un punto de interés de los jóvenes por lo que tuvieron que poner a un guardia que, con megáfono, intenta que la cabrería no interrumpa el tráfico por sacarse la foto idéntica a la introducción de la serie. 
El gran Buda de Kamakura es impactante y se puede mirar incluso por dentro para observar la técnica de construcción. Van grupos de escolares uniformados, con sus profesores a visitar distintos lugares históricos y religiosos. Los hemos visto en diferentes partes.
El templo de Hasedera es particularmente bello. Además de contar con jardines muy bien cuidados y la clásica estructura de los templos budistas, se puede mirar el mar y todo luce mejor. También en este templo se venera la figura de Mitsutera Obinzuru, había un museo dedicado a él y en la entrada una figura dorada y estilizada del monje ascendido.
En fin, muchísimo que ver, decir y sentir en la casi despedida de este viaje. Por la noche fuimos a algo mucho más mundano: al Pokemon Café, que resultó estar ubicado a menos de dos cuadras del hotel donde nos alojamos la primera noche en Japón. Todo da vueltas en espiral, hasta el universo según los últimos descubrimientos y cada giro nos encuentra diferentes para enfrentar los mismos estímulos. Deben ser desvaríos de fin de viaje.
Partimos hoy a las 18.30, veremos si alcanzamos a dar un paseo más antes de irnos al aeropuerto.





 

domingo, 17 de diciembre de 2023

Un hombre moderno o el jardinero negligente

 


Foto de Artem Makarov: https://www.pexels.com/es-es/foto/resfriado-naturaleza-bosque-musgo-14972534/



Cuando Daniel estaba lejos dormía bien y es curioso como algo tan evidente le generaba extrañeza. Estaba lejos, solo y en un espacio reducido; lejos del campo en el que había ido a parar de pura suerte y que si bien, por temporadas lograba dominar, luego, cual jardinero negligente, dejaba espacio para que la maleza destruyera lo que le había tomado tanto tiempo conservar. No se consideraba un tipo flojo, pero hacía un tiempo que sentía que la vida se le iba en trabajar, ordenar, reparar y encima había caído en la trampa del hágalo usted mismo, porque no confiaba en las habilidades de otros o por razones aún más ridículas como no tener tiempo para supervisar la labor de otras personas. Decía que le habían visto las canillas muchas veces y prefería dejar algo así, sin funcionamiento, con ruidos raros o afirmadas con un alambre para algún día mirar un tutorial y asumir la tarea completa en vez de seguir pagando por reparaciones hechas a medias o que dejaban los objetos, como el portón, las llaves de agua y máquinas en peor estado que previo a la visita de los técnicos.

Ese día, el de la reparación, no llegaría, lo sabía bien. Iría como hasta ahora, arreglando, parchando y siendo testigo de como varios artefactos iban deteriorándose. La noche anterior tuvo una pesadilla: el techo se venía abajo y caía sobre la camioneta, también defectuosa a estas alturas y no podía salir porque la puerta se había trabado con escombros. Esa pesadilla le recordó a otra muy antigua en la que se quedaba atrapado en un refugio en la montaña con su caballo y los perros.

Cuando estaba lejos estaba tranquilo, podía tenderse por horas sin hacer nada o caminar por horas o sentarse por horas frente al mar y escuchar unos audios de filosofía que le revolvían la cabeza peor que esos juegos de los parques a los que alguna vez se subió solo para hacerse el hombrecito, pero que le daban terror.

A veces, allá lejos, extrañaba el jardín, ese que le permitía tener fe en los ciclos de la naturaleza, lo volvía humilde y, en caso de ser necesario, lo aterrizaba de modo concreto y tangible. Menos mal que de las siembras y la producción se encargaban el capataz y sus chiquillos. Don Miguel le decía que tenía que prepararse, que él se podía despachar en cualquier momento y él no se daba el tiempo de mirar los libros y de conocer a los trabajadores. Los conocía a todos porque había jugado a la pelota con ellos, le habían enseñado a andar a caballo, lo habían tirado al barro de los chiqueros, lo habían empujado encima de la Sarita y a punta de chistes y de fingir que estaba borracho se safó de una iniciación sexual violenta y desagradable. Sarita sonreía nerviosa y se hacía la chora, como si quisiera pasar luego por ese ritual, saber lo que era y ser dueña de sí misma, de un modo poco comprensible a una lógica masculina. Decía que como no lo quería, se sentía segura con él, pero a Daniel no le gustó esa confesión.

Qué será de Sarita a estas alturas, ella vino el verano en que Daniel cumplió dieciséis, ella en un par de meses cumpliría dieciocho. Alguna vez la buscó por las redes sociales, pero no sabía su apellido y el interés no era tanto como para emprender una búsqueda que tomaría un par de clics más.

A los treintaicinco Daniel se encontró con más tareas y suerte de las que podía manejar. Así definía él ese momento de su vida. No logró dar con una carrera técnica o profesional que le gustara. Su tío viudo y sin hijos le pidió que lo ayudara en el campo porque estaba harto de oír a su hermana quejarse de lo inútil que era. −Pobre cabro, lo sobreprotegieron toda la vida y ahora quieren que sepa vivir −. Hasta desayuno a la cama le llevaba la nana de la casa cuando iba a clases a la universidad - cuando se dignaba a ir - decía su madre.

Ahora lo tenían para la patá y el combo.

No, Daniel tenía claro de que sus padres y sus hermanos pensaban que así era, pero no. Tenía cara de desvalido y eso lo salvaba de las tareas duras, hacía como que enterraba el chuzo y venía algún trabajador y le quitaba la herramienta. − ¡A ver! Pasa pa´ acá mejor, vamos a estar todo el día aquí si este se pone a picar .

Pura suerte.

Como fuera, con suerte y todo, se sentía cansado y abrumado por todas las cosas pendientes de solucionar que tenía frente a sí. Una vez se propuso hacer una lista y se abrumó más. Tenía una prima que hacía checklist por todo y cada vez que la veía le preguntaba si había cumplido con sus pendientes. Y ella cumplía, de puro neura, de puro disciplinada y matea decía el padre de Daniel. Como la vida es azarosa, a esa prima le dio por ir a ver al tío al campo. Ella transmitía con que se dedicaría a investigar el árbol genealógico familiar y que sería la curadora de fotos, recuerdos y de lo que fuera necesario para conservar la historia del clan. Daniel apostaba a que no daría con información significativa, era mucho trabajo llegar a saber quienes eran los de tres generaciones anteriores.

Justo el día de su llegada se cruzaron en el camino que llevaba a la casa del campo, ella andaba en un city car y Daniel en la camioneta del tío. La vio estacionada en el camino dando golpes al volante del auto. Lloraba de pena y de rabia, Daniel temió un accidente o un asalto. Estacionó unos metros más adelante y se volvió corriendo a verla. Ella era incapaz de dejar de sollozar, pero no había sido un accidente, era su culpa decía o al menos eso parecía. Reclamaba que no era justo, que a ella se le había desarmado todo, la vida entera, y que él, un tipo al que no nombraba, se la había llevado pelá. Ninguna consecuencia, nada, que continuó sus días como si nada y ella tuvo que enfrentar sola todos los lastres.

Daniel no entendía nada y, la verdad, no le interesaba. Había escuchado que su prima era extraña y dramática. Sabía que había congelado su carrera en la universidad. A lo mejor era eso, pero no era para tanto como para llorar así. Se quedó callado al lado y esperó a que se recuperara para continuar su camino. No supo qué le pasaba, cuando volvió en la tarde ambos actuaron como si se vieran por primera vez y, en un acuerdo tácito, el tema del llanto y la furia no se tocaron más.

El impacto de esos sollozos y esa rabia lo hicieron pensar que nunca había sentido tanta pena o ira, parecía que su rango emocional era estrecho o andaba de anestesiado por la vida o había aprendido de la cara de metro de su padre por la que su madre tanto reclamaba, aunque ella también tenía cara de moai todo el tiempo. Ni de los chistes de reía mucho. La última polola se había quejado y cuando lo pateó le dijo un montón de insultos raros: bloqueado emocional, bolas tristes, inconsistente, adolescente eterno y ya no se acordaba qué más. Seguro eran cosas que había leído en Instagram al pasar porque ella no usaba esas palabras. Con eso se consoló. No le gritaba a él sino a un personaje que ella se construyó en su cabeza. Además, no podía entender cómo era que se había enamorado de él.

Enamorarse, qué cuestión tan rara. A él le parecía una cuestión biológica e ineludible, biológica, sobre todo.

Lejos dormía bien, nadie lo conocía, no lo culpaban de nada, tampoco recibía órdenes o sugerencias. No se enteraba de las noticias y si en algún momento se aburría siempre podía meterse en algún juego en línea del que se saldría sin dar explicaciones.

Lo más raro en él era el gusto por el jardín, había llegado a la conclusión de que era lo único humano y trascendente que tenía su vida.


·       Fredéric Chopin soothing music, Joie de Vivre https://youtu.be/JRFPT7cnnYE?si=yA3ZNTgrZ0Kgh-7k

miércoles, 13 de diciembre de 2023

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Foto de Anni Roenkae: https://www.pexels.com/es-es/foto/arte-oscuro-purpura-textura-4793467/

Tenía sus teorías particulares acerca de los estragos que intensificó la pandemia en los jóvenes. También en los adultos, pero a los que conocía era a los jóvenes. Hacía el ramo, la cátedra decían sus colegas, de introducción al método científico de modo que sus alumnos eran adolescentes desde diecisiete hasta veinteañeros desorientados en su vocación que iban a dar ahí para probar otra carrera. Años más tarde veía de nuevo a algunos para los seminarios de título.

Igual que sus colegas se quejaba de la mala redacción y peor ortografía de los jóvenes, de la desidia por aprender, de la escasez de la curiosidad y de las mismas cosas de las que se quejaba Platón, Wilde y tantos otros en cualquier época.

Había terminado la pesadilla de las clases on line y la lucha posterior con algunos que querían seguir ocultando su rostro, no por miedo al contagio sino por la vergüenza de mostrar su cara, como si estuviera fallada o deformada. Eran los mismos que no tenían foto de perfil para conectarse y ponían un nickname en lugar de su nombre, inconscientes de que el seudónimo escogido decía más de ellos que si hubieran recurrido a su identidad legal.

A algunos nunca los vio sonreír, le parecía estar viendo una película de fantasmas adolescentes flacuchentos, debiluchos, con ropa ancha que acentuaba esa imagen de seres que podía llevárselos el viento o gordos de puro sedentarismo y encierro, mirando de reojo o hacia abajo evitando todo lo posible ser observados.

No hablaban con quienes se sentaban al lado si no pertenecían a su grupo formado quién sabe cómo y desde cuándo. Más tarde se enteraría que algunos se conocían por los juegos en línea en donde había una escala social, con diferencias de estatus y poder basados en las habilidades y experiencia para pasar de una fase a otra. Otros se ubicaban desde el colegio y también ponían fronteras de silencio a quienes no conocían. Quienes no estaban ahí, en los juegos o en otras instancias previas no eran considerados confiables y no sabían de qué o cómo hablarse entre sí. Este comportamiento era transversal a las diferentes identidades de género y ahora había tantas que desconocía la mayoría de las denominaciones.

Para la vieja de método, así la llamaban desde los veintisiete años, cuando comenzó a hacer clases, había surgido una especie diferente de alumnos y no sabía muy bien como tratarlos: sensibles, quejones e inseguros, hábiles para buscar información, pero sin poder relacionarla o construir un marco lógico de análisis. No recordaba haber escuchado tantas veces – no sé – como respuesta sin la sensación de vergüenza concomitante incluso para cuestiones de opinión o imaginación. Por supuesto, habían surgido también los dogmáticos, esos que repetían slogans, que estaban atentos a cualquier concepto que les pareciera discriminatorio, ofensivo o atentatorio contra algún objeto de sus afectos: las minorías, los animales, la naturaleza, el tipo de alimentación. Vio como surgían identidades a partir de casi cualquier aspecto y la confusión pasó a niveles preocupantes.

La Vieja de método, sintió que el cambio cultural que había comenzado hacía varias décadas, posmodernismo incluido, se había acelerado con la pandemia, el encierro, el miedo y la incertidumbre que había provocado en cada persona la idea de la muerte como algo tangible y posible. Eso y tanto más.

Algunos de sus colegas habían caído en teorías conspirativas que explicaban todo como un intento de dominación de los chinos o de los gringos, o de los chinos y los gringos, algo parecido a una de las famosas frases de Nicanor Parra −chinos y gringos unidos jamás serán vencidos −. Era, es, interesante escucharlos porque unen datos seleccionados a su antojo para probar su hipótesis paranoica: Elon Musk a la cabeza de la dominación mundial con toda la legión de poseedores de smartphones para propagar millones de bits de datos, pedazos de noticias, fotos trucadas, memes, bots y una débil sensación de globalidad en el lenguaje que hace parecer que los habitantes del planeta comparten una visión común de algo.

Una colega brillante en su área, historia de Europa central, decidió renunciar, confesó que no estaba dispuesta a ser interrumpida cada minuto de la clase para que precisara conceptos y formas de referirse a las personas. Le pedían que tuviera una visión crítica de la historia enjuiciando a los personajes según los cánones morales actuales. Al negarse argumentó que no iba a falsear frases ni hacer juicios porque no era parte de los objetivos del curso y aunque su respuesta fue vaga y amplia se generó tal batahola que no pudo reponerse del impacto emocional de ser tildada de reaccionaria, racista, misógina, hegemonista, colonizada y otras palabras cuyo significado desconocía. Ahora, tres años después, era capaz de reírse de ese período, pero la Vieja de método no podía olvidar la expresión extraviada y al mismo tiempo de terror indisimulable de la colega en lo peor de su crisis.

Para tratar de conocer un poco más de lo que estaba pasando se hizo cuentas en casi todas las plataformas que conocía: Facebook, Instagram, Twitter o X, Tik Tok, Snapchat y Linkedln. Se había resistido por un tiempo, porque si le ocurría que, con las series, hasta las malas y pésimas se quedaba viéndolas hasta el final, sabía que podía ser presa de las adicciones al smartphone que había visto descritas por algún lugar. A veces no podía distinguir en qué plataforma estaba. Dado el éxito de Tik Tok, las demás comenzaron a incluir videos cortos, shorts, reels, stories, denominaciones distintas para lo mismo y había noches en que podía pasar más de una hora viendo y riéndose de estupideces recopiladas, trucadas o inventadas.

Los algoritmos dieron con contenido específico para ella y se encontró pronto con cuestionamientos acerca del tiempo, el sentido de la propia existencia, alimentación apropiada para su edad; ejercicios físicos para no perder masa muscular y prolongar la autovalencia, recetas saludables, manualidades, chistes de viejas, frases, millones de frases de autoayuda tan vacías como los rostros sonrientes y agradables de los emisores. Algunos hablaban de lo execrable que eran las decisiones basadas en el ego, es malo, malísimo operar desde el ego, tanto como ser narcisista o complaciente, aunque el primero sea temido y en su opinión era menos malo eso que ser humillada, pero claro debía estar pensando desde el ego. Trabajar mucho está mal porque no permite el ocio y solo en el ocio se puede ser creativa y estar consciente de sí misma, meditar, practicar yoga y llegar a ser esbelta y grácil, aunque no hay que criticar el cuerpo que a una le tocó y amarse, sobre todo amarse, gorda o flaca, chica o alta, pero nunca está demás cuidar la salud, y ser flaca, flaquísima y musculosa, pero sin ego. Y soltar, soltar todo, menos los músculos de los brazos y el rostro porque hay hilos tensores y toda clase de tratamientos para que surja la belleza interior de la juventud perdida de la mano del colágeno y morisquetas que sirven para que la cara no parezca helado derretido. Bella, joven, flaca, activa, independiente, pero sin ego, el ego es malo. Cabrona, mandona, bossy como Beyoncé, Jennifer López o Madonna, (una vieja que se queja de edadismo, la discriminación a los viejos, tratando inútilmente de parecer más joven). Hay que empoderarse y no presumir, no cuente que va de viaje porque es poco elegante, sea pudorosa con las emociones, aunque las emociones no se puedan evitar, agradezca todo, sobre todo las desgracias y crisis que le han servido para ser quien es, infeliz y todo, tiene que agradecer y ser cabrona, pero sin ego. No presuma tampoco del ocio porque es un lujo, no diga nada, vincúlese que es lo único que le asegura una vida entre humanos, aun si los humanos son lo peor que le pasó al planeta. Aprenda a cultivar sus propios vegetales, porque desde el surgimiento de la agricultura ya no hay vuelta atrás y, si bien todas las desgracias partieron cuando la humanidad dejó de ser cazadora y recolectora, ya no queda otra que jugar el juego y ganarse la vida no solo para sobrevivir sino para disfrutar de esta existencia y este planeta ahora. Ahora porque se puede acabar. Ahora porque no hay ningún después al alcance de la mano. Comprométase y honre su palabra, pero, sobre todo, sea feliz, es un imperativo casi moral. Trabaje para ser feliz, pero conserve tiempo para el ocio y cuidar de su salud y meditar y leer y ver películas y disfrutar con la pareja, con los hijos humanos, hijos perros, hijos gatos, hijos chanchos, hijos loros, hijos terneros, hijos-adolescentes-eternos. Hágalos felices y dirija su vida mientras no crezcan, hasta que ellos se sientan preparados, tal vez a los cuarenta, siempre hay esperanza. Trabaje más, para mantenerlos hasta siempre porque están en un mundo difícil y son todos índigo, sensibles. No saben cortar un pollo para cocinarlo y comer proteína. Ellos nacieron pensando que el por el hecho de existir tienen derechos inalienables como ser felices, disfrutar del ocio y trabajar lo menos posible, como si se tratase de los ciudadanos franceses de los ochenta y los noventa. ¿Recuerda el estado de bienestar que ahora no pueden financiar? seguro una es culpable de eso también.

Hágase cargo y aprenda a soltar, a dejar de lado lo que no suma, porque se trata de más y no de menos, más vida, más belleza, más juventud, más años, más salud, más de todo y al mismo tiempo más minimalismo, más ascetismo y esto se logra con menos: menos fotos, menos viajes, menos ropa, menos muebles y cosas, menos espacio, menos huella de carbono. No exagere, conserve los recuerdos, atesore los objetos con significado. Suelte, suelte de una vez, pero conserve los rituales sociales porque ¿qué es la comunidad y la sociedad sin rituales?

Cuando salió de ese mar de información sin sentido y vio a esos jóvenes pudo entenderlos algo más. Cada uno metido en su propio algoritmo sin poder encontrarse con otros.

La Vieja de Método iba a decir Cuando salió de las redes, el mundo todavía estaba ahí[1], pero no estaba segura de eso.

 

Pet Shop Boys, It´s all right https://youtu.be/9r0pISqCDRw?si=vKRuOavixNQqkfrB

The Police, Too Much Information https://youtu.be/yeZNfo1zvdU?si=dOJwvFi4YDlgbw4_


[1] Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba ahí. Augusto Monterroso.



martes, 21 de noviembre de 2023

Ellas bailan

 

Foto de Ксения Юрова: https://www.pexels.com/es-es/foto/gente-mujer-bailando-bailarines-11254977/


El profe dice que la cara también baila y Lalita se acuerda entonces de sonreír. Al principio no podía, parecía que estaba estudiando matemáticas con esa expresión de concentrada y con el ceño fruncido. Después de varios meses es capaz de hacerlo casi sin perder el paso, no siempre al menos.

Las más jóvenes aprenden con facilidad las secuencias y parecen dominar mejor algunos segmentos del cuerpo que a Lalita se le escapan del control, se resisten, no se mueven no más. No por ahora. El cuerpo es más sabio que una pensaba Delia y, aunque a veces era difícil levantarse, se había prometido cumplir con un compromiso hecho consigo misma. El día se arregla con música, movimiento y buena compañía. No había faltado más que por razones muy justificadas. Si no iba, el día se desenvolvía lento y monótono, el cuerpo le reclamaba.

      ¡Levante la cara, baje los hombros!

Clara era feliz bailando y se le notaba. No podía evitar sonreír y la gracia natural le salía como luz del cuerpo según la bruja Amelia que decía que veía el aura. A Oriana le brotaba la gracia cuando se imaginaba que Darío la estaba mirando, igual que cuando bailaba en la cocina o barriendo las hojas del jardín. Se reía sola cuando pensaba que le hubiera gustado bailar con él y mostrarle que ahora era diferente, pero ya no estaba para verla. A veces se imaginaba que la iba a ir a ver y la invitaría a bailar, por tontear, por fantasear leseras no más.

      ¡Las manos con actitud, complete el movimiento, use el espejo!

Nadia no se miraba, se ocultaba detrás de otras para no verse, alguna vez le gustó mirarse, ahora le era difícil, en eso coincidía con las más jóvenes: no se critica el cuerpo de nadie excepto el propio. Su desafío era soportar una canción entera mirándose. Podría ser el merengue de Turizo, la coreografía que mejor le salía.

La mayoría llegó porque era necesario hacer algo de actividad física, moverse, salir del sedentarismo y el letargo. Las que se quedaron fueron las niñas, las que querían seguir jugando cómplices en un mundo propio, sin complicaciones ni otra pretensión que disfrutar de la música con todos los sentidos. El profe también se divierte jugando con ellas y sus ilusiones de bailarinas, alienta los avances y corrige porque los juegos son de lo más serio que ocurre en la vida.

Dile a la mañana que mi sueño se acerca, que lo que se espera con paciencia se logra. De esa canción se acordaba Sussy cuando se equivocaba de paso y partía para el lado contrario[1].

A veces se puede ver colores entre las bailarinas: la coordinación es calipso, las sonrisas son fucsias, la actitud es naranja, los deseos de seguir son verde menta y cuando aprenden una nueva canción el lila se apodera de todo el salón. En los momentos en que se han superado los motivos particulares para bailar y ya los pasos aprendidos son amigos, hay luces y colores intermitentes por el solo gusto de estar ahí.

Pa' bailar contigo (pa' bailar),

Se me alegra la nota

Quiero cantar contigo (quiero)

 



[1] Juan Luis Guerra Bachata en Fukuoka https://youtu.be/_4NBD3SqBwg?si=XsBjHhyH5ofs5Yu0

 

domingo, 19 de noviembre de 2023

Los jueves un café 2.0


I

      No. No me interesa conocer a nadie. Me cargan esos sitios de citas y no, para estar con tipos indefinidos, que no saben lo que quieren, que a veces sí que a veces no, chao. Tengo temas más importantes que resolver.

      Claro, pero a veces la vida trascurre sin sobresaltos, con una rutina rígida, muy predecible y de pronto sucede algo distinto. Hay personas a las que le pasan esas cosas, eso dicen, pero tienes razón, si por alguna cosa rara me diera por conocer a alguien, me gustaría un tipo jugado, uno que tuviera claras sus cosas. Y de esos, a estas alturas, ya no quedan.

      Sí, abundan los Ashley Wilkes y escasean los Rhett Butler[1].

      ¿Te acuerdas del profe de estadísticas? Ese que nos decía “lo más probable es que suceda lo más probable”.

      ¡Uff, insoportable!

      En todo caso, ¿no sería lindo que la vida te trajera un regalo impensado? Una especie de cambio de ruta completa, un desvío que implicara volver a querer y confiar.

      Un desafío a las probabilidades dices.

      Claro, como la fórmula de las comedias románticas.

      Clichés no más.

II

Estaba tratando de comenzar de nuevo. No tienes idea de qué ha pasado conmigo todos estos años. No me atrevo a contártelo. Cuando nos despedimos tenía tantos planes, las cosas me salían bien. Siempre fui disciplinada, obsesiva, decían mis amigas. Cualquiera hubiera dicho de mí que mi futuro era prometedor. No sé cómo pasó que di con malas decisiones, casarme fue una de ellas. Un fracaso que llevó a otros. He recomenzado tantas veces que no sé si hay una salida. Ahora empezaba a verla. Quizás era y es mi determinación de que ahora no me queda otra que hacer las cosas bien y asegurar en algo mi vejez y la vida de mi hijo. Vienes, casi como caído de otro planeta y te atreves a revolucionar todo. Apenas soporto tu amabilidad, dulzura y la intensidad que resurgió después de un millón de años. Éramos jóvenes cuando nos enamoramos, como se supone que tiene que ser, pero te fuiste a Alemania porque no tenías alternativa. Me dolió, sufrí, pero la vida siguió, siempre sigue. Cuando nos vimos allá, y Daniel, mi hijo, tenía 3 años, conocí a Viveka, tu esposa y a tus hijos. Me dio gusto verte feliz. Fue como esas imágenes en donde todo se ve bien y real. Tú y ella se veían hechos el uno para el otro. Que a veces me miraras con algo de nostalgia supuse que era lo normal. Algunas emociones resurgen sin que impliquen nada más que la conexión inicial con alguien. Me gustó ver que habías hecho lo que estaba bien hacer. Yo también lo intenté, quería lo mismo, pero no obtuve el mismo resultado, muchos puntos ciegos, muchas dificultades para decir lo que me pasaba. No sé, después de la batalla somos todos generales. En ese entonces era una mujer joven asustada.

III

Es que no sé cómo es que estoy metida en esto. Ritter me ubicó a través de mi hermano que vive en Suecia. Llevaba meses tratando de encontrarme, Ya sabes, no aparezco en ningún sitio de la web. No uso ninguna red social, en fin. Se dedicó a buscarme y resulta que ahora viene a Chile, quiere verme y no tengo idea ni siquiera de dónde llevarlo.

      No sé qué es lo que te complica. Llévalo a pasear al barrio Italia, hay terrazas, bares, restaurantes, caminan y ven qué les tinca.

      ¿Y si quiere acostarse conmigo? Ha estado demasiado cariñoso por teléfono y por WhatsApp.

      ¡Ay!, qué terrible ¿no? deja que la piel te hable.

No lo puedo creer. Estamos tanto más viejos y no puedo entender tanta chispa, tanta intensidad, tanto magnetismo entre tú y yo. ¿Serán los años que llevo sola?, ¿será que he embellecido tu recuerdo todos estos años? ¿te veo mejor de lo que eres? ¿me ves tú a mi como la jovencita que se enamoró de ti a los veinte años? No ves a la mujer que ha tenido que dar batallas muy duras. No tienes idea del punto en que me perdí y que, en lugar de cumplir todos mis planes, uno a uno se fueron desmoronando. No tengo explicación para saber qué fue lo que me pasó. Mi amiga, con la que tomo café los jueves, me lo dijo, a veces las cosas pasan cuando no esperas nada Es que parece maldición. Estoy complicada, cada día que ha estado aquí y nos vemos es mayor el peligro de caer, de hacer algo incorrecto. No por pechoña, por miedo a sufrir de nuevo. Mi perspectiva ha cambiado con los años. Ya no tengo claro qué está bien y lo que no, no al menos a estas alturas de la vida.

Te fuiste unos días a pasear al norte, a ver a otros amigos. Quizás despejes tu mente. No dejaste de escribirme. Seguiste alimentando esta cosa que me pasa en todo el cuerpo. No sé qué hacer. Si hablo siento que te empujo a hacer algo que puedes lamentar. Si no hablo, siento que me traiciono yo.

      No me imagino su cabeza después de estar conmigo. Cuando vuelva a Alemania y salude a su mujer y a sus hijos y yo sea como esa borrachera que quiere olvidar

      O un recuerdo de lo que era el amor. De lo que era sentir la piel despertando de nuevo, la risa que inunda la vida por nada, el tiempo que se detiene o que pasa como un abrir y cerrar de ojos. La conexión con otra alma sin decir una palabra.

      Eso es lo que me pasa con él

IV

Volví. Saludé a Viveka y a los hijos. Los abracé mucho. Un abrazo extraño. Ni yo era el mismo que abrazaba ni ellos parecían pertenecerme como antes de ver a Liliana. De algún modo sentí que ya no estaba en esa casa. Recorría una a una las habitaciones, lo di todo para que las cosas funcionaran bien para todos. Era mi responsabilidad. Viveka ha hecho todo y más también. Cómo quisiera poder quererla como alguna vez. Cómo quisiera poder hacerla feliz sin sentir que me niego a mí mismo. Cómo quisiera protegerla de mí, de esto que me pasa. Poder tomarla de la mano, besarla sin acordarme de Liliana y de cómo se sentía tenerla cerca. Por ternura puedo seguir. Tal vez un año, dos o más. O para siempre. ¿Acaso me puedo permitir hacer sufrir a todos por un recuerdo?, ¿acaso alguien a estas alturas tiene derecho a decidir la vida en función de sí mismo? No. Creo que no. No soporto la idea de ver llorar otra vez a Viveka, de sentir el juicio de mis hijos sobre mí. Esa sola idea me sobrepasa. Sé que Liliana sufre. Sufre porque me quiere a su lado y porque considera la posibilidad de dejar a Viveka como la peor bajeza de la puedo ser capaz. Tal vez me las arregle pensando en que no existe, que murió, que vive en Corea del Norte y no puede salir ni yo entrar. Es que a veces no siento que esté tan viejo, con Liliana me sentí, a ratos, capaz de correr una maratón, de empezar de nuevo junto a ella, por el tiempo que sea. Por lo que nos quede por vivir. Dice que no quiere ser culpable de la tristeza de Viveka, que yo se lo recriminaría cuando tuviésemos algún disgusto, que la culpa me haría juzgarla a cada instante, que extrañaría a Viveka en las comidas, en los códigos aprendidos por años. Tal vez tenga razón. Viveka y yo somos como uno solo en muchos aspectos.

Pero cuando la toco ya no es lo mismo. El instinto a veces opera, a veces no. El sabor. No sé qué es. Pasa el tiempo y no puedo recuperar lo que alguna vez fue. Traté, de verdad traté. No resultó. Me apagué. No pude volver a ser el mismo. Me volví un cuadro opaco y oscuro. Como esas pinturas que requieren con urgencia una restauración. Hice como que todo estaba igual por un tiempo. Todo este tiempo. Viajamos, celebramos, hicimos lo de siempre. A ratos pensé que podía. Que todo volvía a la normalidad. Dejé de comunicarme con Liliana por si servía de algo.

V

Cuando Ritter se fue a Alemania hice como que no había ocurrido nada. Continué con mis planes. Siguió escribiéndome, luego los mensajes fueron distanciándose hasta que no llegaron más. Lo entendí. Así tenía que ser. Él y Viveka tenían que seguir juntos. Yo no era más que una breve desviación en su trayectoria. Siempre lo supe. Me encerré de nuevo y no espero nada más. Quiero paz y calma para disfrutar mis libros, la música y ver madurar a mi hijo. Tengo que pensar en los recursos, en algún negocio que sea rentable. Algo tengo que hacer.

Sabiendo que los jueves tomaba un café con su amiga en el Drugstore, Ritter la esperó. La vio sentarse y sacar los audífonos de sus oídos. En poco rato llegó una mujer a sentarse a la misma mesa.

      Hace rato que un tipo está mirando hacia acá. Da la vuelta disimuladamente y mira quién es.

Liliana se paró de la mesa y fue a su encuentro. Se abrazaron como si fueran el último flotador en un naufragio. Los dos reían y lloraban al mismo tiempo. La amiga supo que tomaría su café sola esta vez y que ya no habría más jueves de conversaciones. Tal vez podría visitar a Liliana en Alemania en un tiempo más.

VI

Las amigas desaparecen cuando están muy mal o cuando están felices. Liliana desapareció de felicidad esta vez. No sin dificultades Ritter y Liliana organizaron su vida en Alemania, soportaron las vicisitudes burocráticas del divorcio de él y los documentos de inmigración de ella; las barreras culturales expresadas en la vida cotidiana, la delicada telaraña que había que construir para mantener los lazos con los hijos y soportar la desilusión de Viveka y su infinita rabia y tristeza.

Tanto más. A veces parecía imposible subir una montaña tan alta de problemas si no fuera por la sensación de que estar juntos era lo correcto y si no lo era, al menos era lo único que podían hacer con absoluta convicción.

La amiga del café siguió con su hábito con otras amigas, tenía una buena habilidad para incorporarse a grupos y explorar las historias de las personas que iba conociendo. Decía que tenía una vida muy intensa a través de las conversaciones con otros.

Un día recibió un video de Liliana y Ritter, informaban por esa vía que se habían casado y de sus voces y rostros se desprendía tal felicidad que no le cupo duda de que a veces la fórmula de películas y novelas puede ser real y ser disfrutadas por quienes la descubren.

 

 

 

Comentario de la autora:

Este cuento es el relato bastante apegado a una historia real, sus protagonistas me autorizaron a escribirla. Si bien ellos se sintieron representados, a mí me parece que quitándole los diálogos tipo libro de autoayuda, queda un poco más apegado a lo que escribo, o escribía, de forma regular. No es fácil para mí escribir no ficción y cuentearla. Debe ser por eso que cuando me dicen que podría escribir un cuento sobre una historia que ha surgido en la conversación, casi siempre pienso que no, que no podría. A lo mejor una escritora profesional, de verdad, sí tendría el oficio. Las admiro mucho.

¡Liliana y Ritter se casaron! me gustaría poder regalarles un mejor texto, pero creo que la historia de ellos es mejor que cualquier cosa que pudiera escribir.

 


[1] Referencia a Lo que el Viento se Llevó de Margaret Mitchell.

 


La cortaron verde

  Luego del portazo producido por el viento de ese verano, se quedó a cargo del cuidado de la chacra. Era pequeña, pero para quien solo sabí...