- ¿Qué podría decirle hoy para acercarme? - Aquí estoy, en la
biblioteca del colegio, mirándola. La sala tiene 20 mesas con cuatro puestos cada
una. El techo alto y los muros, de escasos adornos, no la hacen especialmente
acogedora. Los libros están custodiados por la bibliotecaria más antipática del
mundo. Uno tiene que saber exacto lo que quiere para pedir un título, ni hablar de pedir sugerencias y menos decir “quiero algo para pasar el rato”
– Aquí no se viene a pasar el rato, se viene a leer –, dice la vieja, remarcando la palabra leer como si tuviera ocho sílabas. Su mayor ocupación es hacer callar a los que leen o trabajan en la sala. No me queda más alternativa que pedir el mismo libro que la última vez.
Hoy hace frío. Marisol está muy abrigada y tiene las manos debajo de sus piernas para calentarlas. Tiene puesto un chaquetón azul y el pelo largo cae por los lados de la cara abrigando sus orejas. No puedo verla muy bien desde donde estoy. Esconde sus pies y parece que estuviera en un precario equilibrio, casi a punto de caer de frente. Siempre lee así.
– Aquí no se viene a pasar el rato, se viene a leer –, dice la vieja, remarcando la palabra leer como si tuviera ocho sílabas. Su mayor ocupación es hacer callar a los que leen o trabajan en la sala. No me queda más alternativa que pedir el mismo libro que la última vez.
Hoy hace frío. Marisol está muy abrigada y tiene las manos debajo de sus piernas para calentarlas. Tiene puesto un chaquetón azul y el pelo largo cae por los lados de la cara abrigando sus orejas. No puedo verla muy bien desde donde estoy. Esconde sus pies y parece que estuviera en un precario equilibrio, casi a punto de caer de frente. Siempre lee así.
- ¿Qué hago para acercarme? –, si fuera como Alex, sabría qué
hacer. Apuesto a que entraría canchero, la tomaría por los hombros, la
saludaría sin más, y comenzaría alguna conversación estúpida pero efectiva. Y
uno aquí, como tarado, sin encontrar la forma de decirle algo, pensando que me
va a encontrar ridículo o raro o que se dará cuenta que me gusta hace
tiempo.
¡Que estúpido eres! La tienes incluida en todas las plataformas, le das me gusta a todas sus publicaciones y fotos, le mandas memes por WhatsApp, te ríes de sus respuestas y no eres capaz de hablarle. Hasta canciones le has mandado y ella te ha respondido con otras ¿Qué más necesitas? ¿Acaso esperas que ella se acerque? ¿A ti?, ¿Al que pasa piola en todas partes?, ¿Por qué habría de hacerlo?, ¿Por lindo, por inteligente? Eres tan nada que ni a ti se te ocurre por qué Marisol habría de interesarse. Por último, mírala, haz que se entere de que estás cerca. Saca tu Ipod y cambia los audífonos, algún ruido que la haga levantar la vista, después le sonríes o haces una mueca como saludo. Va a pensar que eres un freak, un remedo de Stalker, porque ni para perseguirla te da.
Marisol, no sé por qué motivo, levanta su cabeza y me mira directo. Yo, como
idiota, miro para atrás por si hay alguien a mis espaldas. Marisol sonríe y con un gesto
de su mano me dice "ven a sentarte aquí", disimulo todo lo que puedo mi
alegría, pero siento que el corazón suena como un riff de bajos que se
escucha en toda la biblioteca. ¡pum, pum, pum! Al menos esta vez no se me
cayó todo lo que tengo sobre la mesa. Me paro y voy directo hacia ella. Los cuatro pasos
que nos separan me parecen eternos, sobre todo porque no deja de mirarme y sonreír.
No creo en dios ni nada parecido, pero necesito ayuda
con desesperación, usted, sí usted que está ahí leyendo, ¿Me podría decir qué debo hacer?
¿Podría sugerirme alguna acción que me permita ser otro y decirle lo que
siento? No, ¡no!, ¡eso no! Algo más básico, lo mínimo para que no se me note lo
estúpido. No me venga con eso de “actúa natural”, lo natural en mí es
quedarme mudo y paralizado. ¿No se le ocurre nada?, ¿Cómo lo hizo cuando era
adolescente? ¡Que decepción! Apenas se acuerda, ¿no? ¿O está pensando justo en
los momentos en que lo hizo mal y se sentía tan inseguro como yo? Linda ayuda
me busqué. ¡Ya pues! bucee, escarbe, recuerde algo por favor. Dígame algo. Ya
voy llegando al lado de Marisol y estoy en blanco. Casi puedo verme desde
arriba, desgarbado, aburrido, sin ninguna gracia.
El tiempo no se detiene y las escenas transcurren sin
que uno pueda decir ¡corte! como cuando se filma una película, Marisol me
sonríe hasta que me siento a su lado. Me besa en la mejilla, me pregunta cómo
estoy y si tengo frío. Solo atino a decir que sí, ella me toma la mano.
Así estamos desde entonces, tomados de la mano, escuchando
la misma música, leyendo los mismos libros, viendo las mismas series y
queriéndonos como si fuese lo más fácil del mundo. De seguro el lector de
ella sí le dio alguna indicación, no como usted que se quedó en silencio buscando recuerdos.